El fin de semana se trenzó a golpes con el ex gerente de Copeva en el centro de ski La Parva. «Es una persona sin dios ni ley», sostuvo respecto de su ex amigo.
«Una vez navegamos, salimos desde Ushuaia, éramos cuatro, recorrimos todo el canal Beagle, dimos la vuelta al Cabo de Hornos y estuvimos navegando por 12 días en Tierra del Fuego (…) en la ocasión, (Francisco Pérez Yoma) se jactaba cuando coimeó al ministro de Vivienda de esa época, Edmundo Hermosilla, y de haber comprado en nada basurales, que después les echó tierra, construyó casas y que se había hecho millonario a costa de los pobres».
Es parte del relato que hizo el empresario Gonzalo Oyanedel Guzmán respecto del ex gerente de Copeva, con quien se trenzó a golpes el fin de semana pasado en el centro de ski La Parva. La razón del conflicto entre ambos amigos: una infidelidad de su esposa, Kate Durand.
«A mí no me respetó como amigo, se metió en mi matrimonio y sedujo a mi mujer. Cree que por tener plata, plata mal habida, puede hacer y deshacer. Es lo peor que hay en persona», sostiene en entrevista con The Clinic.
De acuerdo al empresario, Pérez Yoma empezó a llamar y mandar mensajes de texto a su mujer, invitándola a su campo. Incluso, cuando ella viajó a Estados Unidos, él también lo hizo sin que lo supiera. «Voy en abril a pasar el cumpleaños con ella, le llevo 10 mil dólares en billetes, le regalo un rólex por otros 10 mil dólares y le mando una transferencia por otros cinco mil. O sea, en abril gasté 25 mil dólares y resulta que en mayo aparece conviviendo con este personaje», acota.
«Como mi mujer es muy buenamoza, él, como buen árabe, se volvía loco (…) Francisco Pérez Yoma es una persona sin dios ni ley, un carajo con letras mayúsculas», señala Oyanedel.
Por último se refiere a la pelea en la Parva: «A raíz de la demanda que puso se tomó una medida cautelar para no acercarme a él (Pérez Yoma). Pero es muy distinto si estoy en un café, un lugar público, y él llega. Yo no lo busqué. Él me tira un puñete de entrada, en el momento que me voy cayendo, él también resbala y acto seguido, su hijo y el de mi señora, me empiezan a agarrar a patadas con los zapatos de esquí».
