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Falta de épica y abstención: la tarea de Bachelet de cara a la segunda vuelta Fin de la ambigüedad y señales a la izquierda son parte de la estrategia:

Falta de épica y abstención: la tarea de Bachelet de cara a la segunda vuelta

Marcela Jiménez
Por : Marcela Jiménez Periodista de El Mostrador
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Reconocen en su comando que en esta primera vuelta le pesó a la abanderada de la Nueva Mayoría el clima de que era “carrera ganada”, que “estaba lista” y, por lo tanto, la campaña que, en términos estratégicos y tácticos estuvo bien, pecó de “falta épica”, no tuvo tensión. Ahora, con Matthei –recalcan– sin mucho espacio hacia donde crecer en votos en diciembre, esa sensación es mayor aún y ya advierten que incidirá gravitantemente en el nivel de abstención de ese día, dada la condición voluntaria del sufragio. “No hay nada que motive a ir a votar ni que evite que la gente se vaya a la playa”, acotaron en la oposición.


En la puerta del horno se quemó el pan. Eso fue lo que pasó la noche del domingo con la posibilidad que Michelle Bachelet amarrara su triunfo en primera vuelta y, si bien es cierto que empieza la carrera del balotaje del 15 de diciembre con una cómoda brecha de 22 puntos de ventaja sobre Evelyn Matthei (UDI), uno de los principales escollos que deberá sortear será el fantasma de una alta abstención en la segunda vuelta, mayor aún que la registrada hace dos días.

El domingo votaron 6 millones 700 mil personas, el guarismo más bajo de participación electoral presidencial desde el retorno de la democracia, aunque para muchos en el “límite de lo normal en un escenario de voto voluntario”. Se reconoce que durante la jornada del 17 fueron varias las horas que se pensó que la abstención iba a ser mucho menor, por las colas que se veían en casi todos los locales de votación, pero ya con el recuento cayeron en cuenta de que no se trataba de una avalancha de sufragios, sino simplemente  que “el proceso estaba lento no más, que la elección de los CORE hizo menos ágil el proceso”.

No hay dos voces en el bacheletismo ni la Nueva Mayoría que no considere ganado el balotaje, más allá de la “sensación comunicacional” que –coinciden– la derecha ha tratado de imponer, por haber pasado a segunda vuelta. A sólo tres puntos de la mayoría absoluta, la elección es vista “casi” como un trámite y eso puede ser la peor pesadilla de Bachelet.

Reconocen que en esta primera vuelta le pesó a la abanderada de la Nueva Mayoría el clima de que era “carrera ganada”, que “estaba lista” y, por lo tanto, la campaña que, en términos estratégicos y tácticos estuvo bien, pecó de “falta épica”, no tuvo tensión. Ahora, con Matthei –recalcan– sin mucho espacio hacia donde crecer en votos en diciembre, esa sensación es mayor aún y ya advierten que incidirá gravitantemente en el nivel de abstención de ese día, dada la condición voluntaria del sufragio. “No hay nada que motive a ir a votar ni que evite que la gente se vaya a la playa”, acotaron en la oposición.

[cita]Con la estocada al partido del orden a nivel parlamentario, Bachelet tiene todo el margen para no tener que verse obligada a morigerar –como sucedió el 2005– su discurso más proclive al centro. Así va a marcar las diferencias con Matthei, añaden, y así también puede llevar “agua a su molino” el domingo 15, ya que de los siete abanderados presidenciales que quedaron en el camino, la mayoría tenía un discurso acorde con la centroizquierda.[/cita]

Es que esta no será como la segunda vuelta casi “dramática” de Ricardo Lagos y Joaquín Lavín el 99, donde cada voto importaba, ni tampoco el balotaje que el 2006 le dio el primer triunfo a Bachelet. Incluso, aunque se sabía que la derrota estaba a la vuelta de la esquina, la segunda vuelta de Eduardo Frei y Sebastián Piñera en enero del 2006 tuvo “más emoción”, jugaban como factores el derrumbe de la Concertación y la premisa en muchos de evitar que ganara la derecha.

“Que va a aumentar la abstención es un hecho, el tema es cuánto”, confiesan desde el seno del comando bacheletista. Si los comicios municipales del 2012 registraron una baja participación de sólo el 40% del padrón (5 millones 600 mil personas), ese es el piso promedio que se maneja para la Nueva Mayoría. Más bajo que eso, explican, sería un problema “grave” de representatividad.

Más de uno reconoce que este escenario revivirá el debate sobre la conveniencia del voto voluntario y dará alas a aquellas voces que consideran que dicha reforma fue un error y debe volverse al sufragio obligatorio.

Apretando clavijas

No fue gratuito ayer que la primera actividad de Bachelet fuera en San Ramón, rodeada de los parlamentarios que ganaron doblajes en esa zona: Tucapel Jiménez (PPD) y Daniel Melo (PS), como también el que protagonizaron Claudio Arriagada (DC) y Ramón Farías (PPD). Tampoco fueron al azar sus palabras: “Ganamos por más de 20 puntos a la otra persona que pasó a segunda vuelta (…) vamos a continuar esta campaña tal como lo hemos hecho hasta ahora, con propuestas, de forma limpia y con alegría», dijo Bachelet.

Es que ya desde la noche del domingo se comenzaron a definir las líneas de acción para la segunda vuelta. Son ajustes –fortalecer puntos concretos, afinar aspectos de la estrategia–, pero no habrá cirugía mayor para esa etapa, como fue el caso del 2005.

Debe rodearse de los parlamentarios elegidos con altas votaciones, elegir –agregan– los “mismos rostros que eligió la ciudadanía”, entiéndase Camila Vallejo, Karol Cariola, Giorgio Jackson, Carlos Montes, dicen como ejemplo en la Nueva Mayoría, pero cuya mención tampoco es casual.

Se debe fortalecer el trabajo en la Región Metropolitana, porque fue ahí –dicen- donde estuvo una de las principales claves de no ganar en primera vuelta. A nivel de Regiones, Bachelet obtuvo más del 50% en Atacama (51%), Coquimbo (55%), O´Higgins (52%), Maule (56,6%), Bío Bío (50,7%), Los Ríos (53,4%) Los Lagos (53,2%), Aysén (51%) y Magallanes (50,8%).

Pero en la Región Metropolitana sacó sólo el 41% y fue particularmente “castigada”, señalan en la zona Oriente. Explican que los resultados demuestran que “la derecha se asustó y salió a votar, pasó lo mismo que para las primarias”. Agregan que con el 45% que hubiera marcado, Bachelet habría amarrado la victoria el domingo en la noche.

Otro de los ítems es el discurso programático. Todos coinciden en el bacheletismo y la Nueva Mayoría que no sirve la “ambigüedad”, que debe hacer guiños hacia la izquierda y profundizar en varios tópicos. “No basta con hablar de reforma tributaria, tiene que decir, explicar, aterrizar, cómo eso va a beneficiar a la mujer, madre soltera de Temuco”, explicaron.

Con la estocada al partido del orden a nivel parlamentario, Bachelet tiene todo el margen para no tener que verse obligada a morigerar –como sucedió el 2005– su discurso más proclive al centro. Así va a marcar las diferencias con Matthei, añaden, y así también puede llevar “agua a su molino” el domingo 15, ya que de los siete abanderados presidenciales que quedaron en el camino, la mayoría tenía un discurso acorde con la centroizquierda.

A favor de Bachelet para conseguir los tres puntos que le faltaron está el hecho de que ella es “la segunda mejor opción” de varios votos que tuvo Marco Enríquez-Ominami, Marcel Claude y Alfredo Sfeir, principalmente. Hubo varios votos de “crítica” y “castigo” en esas candidaturas, pero que, enfrentados a una segunda vuelta, esos electores no se van alienar con la opción de la continuidad del gobierno de Sebastián Piñera.

Estos ajustes apuntarán –agregan– al cumplir el desafío de movilizar parte del electorado, evitar el síndrome de la carrera ganada. Pero antes, comentan algunos, el comando debe salir del estado de ánimo algo amargo con que quedó la noche del domingo, por haber estado tan cerca y tan lejos a la vez del triunfo en primera.

“Hay un tema de clima, perdón, pero hubo 11 doblajes, se quedó a tres puntos de la mayoría absoluta y los que sacaron el 25% están celebrando. Ese clima no da para más de dos días”, sentenciaron.

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