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“Algunos de los que elaboraron esta guía vieron los abusos sexuales de Karadima, los defendieron y guardaron silencio” Juan Carlos Cruz y el manual de la Iglesia para tratar el abuso sexual a menores:

“Algunos de los que elaboraron esta guía vieron los abusos sexuales de Karadima, los defendieron y guardaron silencio”

“No es posible que personas que han encubierto abusos, logrando así que los delitos prescribieran, sean hoy firmantes de esta guía. Hay que ser muy caradura, por eso hoy nadie les cree”, sostiene el periodista, que fue víctima del párroco de El Bosque.


La semana pasada la Conferencia Episcopal dio a conocer públicamente una guía para tratar los casos de abusos sexuales a menores al interior de la Iglesia.

Esto, para hacer frente a lo que el obispo Alejandro Goic calificó como “uno de los momentos más dolorosos de la Iglesia”, producto de los estragos que causaron en la comunidad eclesiástica y en la sociedad en general los casos de abuso sexual cometidos al interior de la Parroquia de El Bosque por el ex párroco Fernando Karadima y que derivaron en filmes como el recientemente estrenado El Bosque de Karadima, éxito de taquilla que relata los abusos sexuales y de poder al interior de la Iglesia.

Juan Carlos Cruz, periodista actualmente radicado en Estados Unidos, es uno de los principales denunciantes y víctimas del ex cura condenado por el Vaticano. Lejos de recibir con buenos ojos la elaboración de la mencionada guía, Cruz critica que parte de los firmantes del documento sean obispos y jerarcas que –afirma– “estaban presentes cuando Karadima me abusaba” y que, aun así, “lo defendieron y guardaron silencio”.

Transformado hoy en un embajador mundial para la prevención de abusos sexuales contra menores, sostiene que la fórmula para una limpieza de fondo al interior de la Iglesia y la erradicación de los abusos sexuales, es que la institución se deshaga del arzobispo de Santiago, Ricardo Ezzati, del cardenal Francisco Javier Errázuriz y de los cuatro obispos formados por Karadima en El Bosque.

-¿Fuiste contactado por la Iglesia en algún minuto para recoger tu experiencia y plasmarla en esta guía para tratar los casos de abusos sexuales a menores de edad?
-No, para nada. No sé si ellos piensan que uno quiere destruir la Iglesia o tienen miedo de lo que uno habla, nunca se contactan conmigo o con James Hamilton o José Andrés Murillo para nada.

-El documento se inicia con una presentación de puño y letra del cardenal Ricardo Ezzati (arzobispo de Santiago), donde afirma que los obispos en Chile han asumido desde el año 2002 una “clara postura” respecto del daño que el abuso ha causado en niños, niñas y jóvenes, ¿te parece creíble?
-No. Las primeras denuncias de abusos sexuales en el caso Karadima las realizó José Andrés Murillo entre 2003 y 2004, pero pasaron muchos años hasta que recién el 2010 todo explotó públicamente gracias a un programa de televisión (‘Informe Especial’, de TVN) y ahí la Iglesia se vio obligada a tomar más en serio el caso. Es el típico accionar de Ezzati, disfrazar las cosas y actuar como si esto le importase. ¿Por qué no aplicaron esa clara postura en el caso que denunciamos en ese entonces? Mintieron, encubrieron a Karadima, ignoraron y fueron crueles con las víctimas, no solo con nosotros sino también con muchos otros que quisieron hablar y fueron acallados.

-Este documento está firmado por todos los obispos de Chile, listado que incluye a algunos respecto de los cuales has realizado duras declaraciones, como Juan Barros. Según tú, ¿hay obispos encubridores de abusos sexuales que firmaron esta guía?
-Juan Barros (actual obispo de Osorno) estaba parado al lado mío cuando Karadima me abusaba. Él presenció todos los abusos sexuales y de poder que efectuaba Karadima en El Bosque, siempre estaba con él, igual que Tomislav Koljatic (obispo de Linares); Horacio Valenzuela (obispo de Talca); y Andrés Arteaga (obispo auxiliar de Santiago). Lo defendieron y guardaron silencio. Yo le contaba cosas en confesión a Karadima y él se las contaba a Barros. Rompían el secreto de confesión para chantajearme con cosas muy personales y con eso pretendieron hacerme callar cuando decidí denunciar a Karadima. Estos cuatro obispos formados en El Bosque, junto con Ezzati y Errázuriz, no tienen conciencia moral. No es posible que personas que han encubierto abusos, logrando así que los delitos prescribieran, sean hoy firmantes de esta guía. Hay que ser muy caradura, por eso hoy nadie les cree. Ellos tienen que pagar por todo el daño que han hecho no solo a mí sino también a muchas personas que me escriben a diario contándome que fueron abusados y que no pudieron hablar. Es de una frescura increíble que hoy ellos estén asumiendo un papel en el que fingen preocupación por los abusos sexuales, considerando que han mentido sistemáticamente diciendo que nunca vieron nada, y eso es falso, porque yo estuve con ellos y sufrí abusos frente a sus ojos. Con esta suerte de amnesia colectiva, se ríen y se burlan de todo el mundo.

-¿Pero no crees que exista genuina voluntad de la Iglesia de limpiar su imagen y atacar de frentón el abuso sexual?
-De verdad creo que hay más gente buena que gente mala dentro de la Iglesia, en serio. Es un paso valorable, ojalá cumplan, por el bien de los católicos y de la sociedad en general. Desgraciadamente la forma en que los obispos y la jerarquía se aferran al poder empaña la labor de mucha gente buena y de sacerdotes que quieren que esto se solucione, que quieren recuperar la credibilidad porque les da vergüenza que la jerarquía eclesiástica se porte así como se han portado con nosotros y con otras víctimas. Difícilmente la Iglesia saldrá adelante si los jerarcas siguen protegiéndose y encubriéndose entre sí para mantener sus cuotas de poder. De hecho, Cristián Contreras (obispo de Melipilla), quien ofició como vocero en el lanzamiento de esta guía, con gente que trabajaba con él quisieron que James Hamilton firmara una carta falsa donde tenía que reconocer que tenía una relación estable con Fernando Karadima, para otorgarle la nulidad eclesiástica y así lavarse las manos. Es un hombre que quiere quedar bien con todo el mundo.

-El Vaticano ha nombrado a Barros como obispo de Osorno; a Ricardo Ezzati como arzobispo de Santiago y a Francisco Javier Errázuriz como uno de los nueve cardenales asesores directos del Papa, personas que sindicas como encubridores de Karadima. ¿El afán por limpiar la Iglesia en Chile choca, entonces, con las decisiones del propio Vaticano?
-Soy católico y me cuestiono mucho esta situación. Confiaba mucho en el Papa Francisco, pero vemos que hace caso omiso de todos los antecedentes que hemos puesto sobre la mesa, conociéndose todo lo que, por ejemplo, hemos dado a conocer respecto de la persona de Juan Barros. Para ellos es muy simple lavarse las manos, tal cual me lo dijo personalmente una vez Ricardo Ezzati: “Yo no soy responsable por mis hermanos obispos”. Nadie se hace cargo de nada.

-El documento sostiene que la Conferencia Episcopal en Chile viene tomando conciencia del tema hace trece años, ¿por qué crees que no se hizo público antes?
-Yo creo que es coincidente con el estreno de la película El Bosque de Karadima y el estreno de la película El Club, filmes que hablan del abuso y la impunidad al interior de la Iglesia. Eligen los peores momentos y las peores formas para salir adelante. La Iglesia tiene todo el derecho a decir lo que quiera decir, porque Chile es un país democrático donde cada institución tiene libertad para expresarse. El problema es que no es coincidente el discurso con la acción, porque por un lado dicen que desde el 2002 están firmes contra el abuso, pero resulta que tuvo que exhibirse un programa de televisión el 2010 para que recién tomaran algo de acción, no por las víctimas, sino para limpiarse y tratar de no salir tan dañados como institución.

-¿Qué falta, a tu juicio, para limpiar la Iglesia de fondo y erradicar los abusos sexuales?
-Tienen que deshacerse de los cuatro obispos de El Bosque, de Ezzati y de Errázuriz. No olvidemos que algunos de ellos escribieron cartas apoyando a Karadima y nos denostaron públicamente. Además, es necesario que los obispos colaboren al cien por ciento. Es decir, que si hay obispos acusados, se les quite el fuero y respondan ante la justicia como cualquier chileno o chilena. La jerarquía eclesiástica tiene privilegios que no corresponden y que no merecen.

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