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Defensor de las audiencias: paso hacia la democratización de las comunicaciones Opinión

Defensor de las audiencias: paso hacia la democratización de las comunicaciones

Tanto el bajo nivel de satisfacción como la feble confianza en nuestros medios de comunicación, forma parte de la más amplia desafección en las elites que, no por “manoseada”, sea menos cierta. La comunicación mediada no escapa a este ambiente crispado que inunda el espacio público. Por tanto, es pertinente, útil y razonable debatir sobre la propuesta, la que debería ser positivamente recibida por los medios masivos en la medida que facilitaría una mayor fluidez en la relación con los públicos y, obviamente, permitiría a los ciudadanos y la sociedad civil disponer de canales explícitos para hacer escuchar sus puntos de vista, más allá de la opacidad de las cifras de rating y la visión parcial que ofrece la investigación cualitativa, cuando responde a objetivos y cuestiones muy específicos.


Recientemente el candidato presidencial Alejandro Guillier ha propuesto generar la figura institucional del Defensor de las Audiencias. Es una innovación a nivel de electoral y da cuenta de nuevos modos de encarar las Políticas Públicas de Comunicación, tema que debería ser central en los programas de gobierno.  Si bien a nivel local suena inédito, a nivel internacional hay experiencias de distintos perfiles, según los contextos nacionales. Por un lado, está la experiencia sueca que enfatiza la mediación entre los ciudadanos y los medios masivos, en el marco de una cultura y ética signada por la cohesión y el valor de lo consuetudinario en las prácticas sociales. Por otra parte, la Defensoría del Público de Argentina incluida en la Ley de Medios (Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual) que tiene un marcado énfasis en los procedimientos institucionales explícitos de interacción entre los ciudadanos  y los medios masivos.

No obstante, las tradiciones del Ombudsman medial se remontan al Defensor del lector de la prensa escrita. En nuestro país distintos medios han generado este tipo de prácticas, las que deben ser consideradas como parte de los procesos de autorregulación desde los propios medios y asociaciones de los mismos. Actualmente y dentro de las nuevas  dinámicas  de las plataformas digitales de los medios de comunicación  se ha integrado otra función: presentar las diversas tendencias de opinión (comentarios)  que despiertan determinados textos periodísticos, un ejemplo es lo que realiza Lola Galán, Defensora del Lector del diario El País.

En todos estos casos  -entre otros, obviamente- se despliegan los diversos modos de instalar contemporáneamente  lo que Guillier ha  denominado Defensor de las Audiencias. ¿Y hay razones para esto? En esta década y en nuestro país han crecido cualitativa y cuantitativamente las posiciones críticas  y denuncistas respecto a determinadas propuestas de los medios de comunicación. Caso  reciente y muy buen ejemplo es el de Nabila Rifo. Esto ha sido especialmente visible en el caso de la televisión Las evidencias entregadas por el  Departamento de Estudios del Consejo Nacional de Televisión -permite conocer los avatares de este central medio de  comunicación. Durante el 2010 ingresaron 838 denuncias; el 2014 se registraron 4331 y el año pasado 1662. No hay nada que comentar ante tales guarismos, aunque habría que glosar que este importante recurso ciudadano debería ser tanto más visibilizado como constituir un objeto formativo,  para que  así más personas pudieran expresar sus visiones.

Es probable que este crecimiento de las denuncias se relacione con la disminución  de la satisfacción con la televisión. En el caso de la televisión y a partir de los datos de las encuestas nacionales, que realizada el mismo CNTV,  el nivel de satisfacción en el 2016 fue de 35%, muy similar al 33% del  2011. O sea dos tercios de los chilenos y chilenas no están satisfechos con la televisión abierta.

Otro indicador es el grado de confianza en los medios masivos. Si consideramos los datos de la  serie histórica de la encuesta del CEP, observamos que tanto en radio, diarios y televisión hay una disminución entre los años 2014 y 2017. Así la radio en el 2014 recibía 47% y el 2017 37% de confianza ciudadana; en los mismos años los diarios obtienen un 26% y 21% y la televisión baja de un 26% a un 20%, respectivamente. En definitiva y, al igual que casi todas las instituciones, disminuye la confianza pública sobre los medios consultados.

Tanto el bajo nivel de satisfacción como la feble confianza en nuestros medios de comunicación, forma parte de la más amplia desafección en las elites que, no por “manoseada”, sea menos cierta. La comunicación mediada no escapa a este ambiente crispado que inunda el espacio público. Por tanto, es pertinente, útil y razonable  debatir sobre la propuesta, la que debería ser positivamente recibida por los medios masivos en la medida que facilitaría una mayor fluidez en la relación con los públicos y, obviamente, permitiría a los ciudadanos y la sociedad civil disponer de canales explícitos  para hacer escuchar sus puntos de vista,  más allá  de la opacidad de las cifras de rating y la visión parcial que ofrece la investigación cualitativa, cuando responde a objetivos y cuestiones muy específicos.

La escucha activa y resolutiva de la ciudadanía, en su dimensión comunicativa,  es un primer paso necesario tanto para la participación como democratización de la comunicación, componente central de nuestra mellada convivencia nacional. Así podremos avanzar en una mayor, diferente y eficaz participación de los propios sujetos en una actividad central tanto a nivel público como privado. Se podrá canalizar y representar demandas y críticas responsablemente, de modo que finalmente nos acerquemos más a la esencia de la comunicación: poner en común.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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