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A La Moneda se le perdió el piloto: desorden se instala en el gabinete

La casa está desordenada por dentro, no hay control de la agenda y en Palacio muchos comparten que el puntapié inicial para quebrar el diseño de resguardo de Piñera, fue dado por el propio Mandatario. En el oficialismo hace ruido que, ante semanas de tensión y problemas con varios ministros, no se note «la mano» del poderoso Chadwick, a quien –según analistas– la contingencia lo hace aparecer como poco influyente, augurando lo peor, “que se comience a parecer al ex ministro Mario Fernández”.


En Palacio hablan de «pequeños baches» que no alteran ni el diseño político ni el norte que se fijó esta administración de Sebastián Piñera, pero lo cierto es que la lista de errores y autogoles cometidos por el Gobierno durante estas semanas, entre el Mandatario y varios de sus ministros, han puesto en jaque el diseño político que se diseñó antes del 11 de marzo y que tenía como objetivo central no repetir el libreto de equivocaciones del primer mandato. A dos meses del regreso a La Moneda, por más intentos que se hagan para mostrar normalidad, ya se habla internamente de un desorden y falta de conducción, lo que pone en la palestra a los dos principales escuderos políticos del Mandatario, el jefe del segundo piso, Cristián Larroulet, y el ministro del Interior, Andrés Chadwick.

La encuesta Cadem del lunes arrojó una baja tanto en la aprobación de Piñera, de 4 puntos, como de su gabinete, que perdió 5 puntos de respaldo. Desde RN tomaron nota y advirtieron que esas cifras son producto exclusivamente del «desorden» que ha mostrado La Moneda.

El primer mes de Gobierno, Piñera lo sorteó sin dificultad y los errores cometidos por algunos de sus ministros sectoriales no le afectaron, porque fueron eso, equivocaciones en las que no tuvo responsabilidad y que respondían –según se hizo hincapié en Palacio en esos días– a la falta de experiencia de los secretarios de Estado que no conocían las lógicas estatales, de lo público y de sus cargos en el Gobierno. Hasta ahí, el diseño de un comité político afiatado, fuerte, que blindara al Presidente y lo dejara solo en los temas país, sin entrar en los conflictos cotidianos, funcionó sin problemas. Eso, hasta que el Mandatario tomó la determinación de pasar por encima de todos los contrapuntos que se le pusieron sobre la mesa y “fuera de toda lógica”, como asumen en el Ejecutivo, nombró a su hermano, Pablo Piñera, como embajador en Argentina.

Ese fue el  minuto clave, porque con eso no solo abrió el flanco de críticas por nepotismo, que luego cobraron un par más de víctimas con el hijo y nuera de Chadwick, sino que también hizo revivir el fantasma de su primer Gobierno, con ese Mandatario que, ansioso, no escuchaba reparos ni opiniones, que arriesgaba más de la cuenta, con lo que trizó el diseño político con el que se trabajaba. No solo perdió el control de la agenda La Moneda, además le regaló en bandeja a la desarticulada y derrotada oposición una pequeña semilla para empezar a cultivar una unidad, con la cual empezar a encontrar su rumbo, punto que no pocos lamentan en Chile Vamos.

Más allá de los errores y cuestionamientos que casi semanalmente provocan los ministros de Salud, Emilio Santelices, y del Mineduc, Gerardo Varela, lo más complejo ha sido que en la lista de conflictos entraron dos figuras con experiencia y tonelaje político, lo que nunca se esperó que sucediera con ellos: el jefe de las arcas fiscales, Felipe Larraín, con el caso Harvard y su pésimo manejo de dicha situación, lo que a ojos de la propia derecha le hizo perder credibilidad y piso para mantener el discurso de la austeridad; y su par de Justicia, Hernán Larraín, con las polémicas reuniones que sostuvo con el Fiscal Nacional, Jorge Abbott, cuando este era candidato a máximo persecutor y después de la segunda vuelta presidencial.

Dentro de este desorden de los naipes en el gabinete, se suma otro episodio de mucho menor impacto público, pero que internamente ha sido de las cosas que mayor molestia generó en Palacio. Muchos no se explican la filtración de las sugerencias de los Focus Groups internos del Gobierno respecto del discurso que deberá entregar  Piñera el 1 de junio en la cuenta presidencial, publicación que fue la porrada y a doble página en Reportajes de El Mercurio el domingo 13.

El hecho provocó enojo y molestia al interior de La Moneda, donde en esta semana se habló de asesores «obnubilados», mucho «amateur», de exceso de «apetitos personales» e «irresponsables», porque con ese error –reconocieron en el Ejecutivo– se expuso al Mandatario, se le quitó brillo a uno de los momentos políticos sagrados, como es la cuenta pública presidencial. No es la primera vez que pasa, desde la sede gubernamental también se filtró, antes de los anuncios oficiales, la minuta para el tema de las migraciones y luego las inversiones, pero la de ahora fue considerada internamente como la más grave, porque «solo se manejó en la cocina más chica de La Moneda».

«Lo de la filtración del domingo fue nefasto, no ayudó en nada al Presidente, al contrario», se lamentaron desde el piñerismo duro.

[cita tipo=»destaque»]“Es difícil para un ministro del Interior gestionar conflictos de conciencia, pues su tarea está en resolver conflictos propiamente políticos. Acá el rol de la ministra de la Mujer ha sido francamente notable, sorprendiendo con posturas más liberales. Por tanto, Chadwick no ha tenido la oportunidad de funcionar como un protector del Presidente porque, además, Piñera figura muy poco en comparación con su primer Gobierno. Entonces, mientras los consensos son administrados por Blumel, los conflictos son enfrentados por la vocera y por el propio Presidente. Esto hace aparecer a Chadwick como un ministro del Interior poco influyente. Lo peor que le puede ocurrir es que se comience a parecer al ex ministro Fernández”.[/cita]

La idea del desorden interno tomó aún más fuerza a finales de la semana, con el choque público y notorio entre Felipe Larraín y Alfredo Moreno, dos “pavos reales”, como los califican desde Chile Vamos y desde donde acotan, con cierta ironía, que el adjetivo se justifica en el hecho de que “no le puedes pedir a un pavo real que no muestre las plumas, es su naturaleza”.

Ambos ministros se conocen desde hace 30 años, algunos dicen que son amigos y Larraín además tiene experiencia gubernamental, razón por la cual muchos no se explican el comportamiento del titular de Hacienda, salvo que esté pecando de «soberbia», al punto de no entender –afirmaron en el oficialismo– que tiene al Presidente con dos flancos abiertos y de manera “gratuita”.

Primero, el no haber sabido reaccionar bien y a tiempo en torno al por qué del financiamiento público de su viaje a Harvard, y que obligó al propio Piñera a salpicarse con el tema a la espera de lo que resuelva la Contraloría General de la República. Segundo, su evidente molestia con Moreno, que obligó a la casa de Gobierno a tener que construir un relato que señala que el nuevo flanco entre ambos “no tiene ningún asidero”, ya que –así lo dijo la vocera Cecilia Pérez el miércoles– “se caracterizan por ser grupos que trabajan con sentido país”, discurso que se fue al tacho de la basura luego que el propio Larraín acusara el golpe que le asestó Moreno cuando este señaló que su viaje a Chicago para reunirse, también, con ex compañeros de universidad, se lo pagó con plata de su propio bolsillo.

El día miércoles Larraín obligó a rediseñar lo estipulado por Presidencia para una actividad sobre Pymes que encabezaría Piñera y evitó así sentarse junto a Moreno, cambiándose a la mesa del Presidente y su par de Economía, José Ramón Valente, lo que se notó que incomodó al Mandatario, que se vio en la obligación de sentarse con el ministro de Desarrollo Social para evitar que las suspicacias y comentarios eclipsaran el tema de fondo.

Para rematar la semana, Varela fue contradicho públicamente por su par del Ministerio de la Mujer, Isabel Plá, por el desacierto de considerar «pequeñas humillaciones» las situaciones de acoso y abuso sexual, que ha sido la mecha que encendió la movilización feminista.

Desde el círculo cercano a Piñera reconocen que este escenario lo ha obligado a «poner mayor ojo y control», como también que existe molestia presidencial con el actuar poco prolijo de sus ministros.

Pérdida de tono

Las miradas en el oficialismo en estos días apuntan al ministro Chadwick, como el llamado a ejercer en cabalidad su papel de conductor político del Gobierno, para, de paso, neutralizar la posibilidad de que estos conflictos y desorden afecten a Piñera. Pero el problema sería –aseguraron en el entorno del Gobierno– que tanto el diseño como la contingencia han ahogado los espacios de desempeño del hombre reconocido como el brazo derecho del Jefe de Estado y su persona de mayor confianza.

«El comité político no está cumpliendo su tarea, no se nota la conducción de Chadwick, es desde Interior que se ordena al gabinete y no puede ser que se caiga en lo mismo de antes, que desde Presidencia se haga toda la gestión», sentenció un RN histórico. En el mismo partido, desde el piñerismo, agregaron que algunos temen que Chadwick esté «perdiendo el tono».

En la derecha hay quienes creen que, durante el primer Gobierno de Piñera, el poder de Chadwick en Palacio era absoluto y total, pero que hoy está más repartido políticamente entre sus pares de la Segpres, Gonzalo Blumel, y de la Segegob, por lo que a primera vista no se nota su mano, lo que implica también que se redujo su margen de acción de alguna manera.

Una visión no muy alejada es la que presenta Mauricio Morales, director del centro de Análisis Político de la Universidad de Talca. “Es difícil para un ministro del Interior gestionar conflictos de conciencia, pues su tarea está en resolver conflictos propiamente políticos. Acá el rol de la ministra de la Mujer ha sido francamente notable, sorprendiendo con posturas más liberales. Por tanto, Chadwick no ha tenido la oportunidad de funcionar como un protector del Presidente porque, además, Piñera figura muy poco en comparación con su primer Gobierno. Entonces, mientras los consensos son administrados por Blumel, los conflictos son enfrentados por la vocera y por el propio Presidente. Esto hace aparecer a Chadwick como un ministro del Interior poco influyente. Lo peor que le puede ocurrir es que se comience a parecer al ex ministro Fernández”, sostiene el académico.

Desde el Ministerio del Interior se defienden señalando que no ven trizadura alguna del diseño y defienden el trabajo del comité político al resguardar al Mandatario, al tiempo que argumentaron que el resultado de la última encuesta Cadem habla precisamente de un trabajo de blindaje que estaría dando resultados.

En Chile Vamos la defensa al Jefe de Estado sigue en estado sólido, pero es su círculo cercano, el diseño de protección, el que cuestionan y al que hacen responsable de la pérdida de control de la agenda. Acusan a quienes trabajan en las oficinas al interior de Palacio de no reaccionar a tiempo. “No reconocer la realidad es absurdo, se han demorado en encarar los temas”, apuntó un parlamentario de Renovación Nacional, mientras que otro miembro del oficialismo que ha participado de los comités políticos de los lunes en la Moneda acusó un “déficit en el control de daños”.

Los efectos de la lentitud en la reacción –apuntan– “nos divide internamente y termina por agrupar a la oposición”.

Hoy es el momento para que los dirigentes de la coalición oficialista le planteen estos puntos al Mandatario, quien tiene agendado un encuentro en La Moneda con los jefes de Chile Vamos.

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