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Vinicio y Leila Poblete: “Esperamos que con esta condena la gente pobre sea tratada de forma humana” PAÍS

Vinicio y Leila Poblete: “Esperamos que con esta condena la gente pobre sea tratada de forma humana”

Alejandra Carmona López
Por : Alejandra Carmona López Co-autora del libro “El negocio del agua. Cómo Chile se convirtió en tierra seca”. Docente de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile
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Desde la precariedad en la que viven en La Pintana, levantaron una batalla judicial para encontrar respuestas a la muerte de su padre en un hospital público en 2001. Después de recibir portazos de los tribunales en Chile, escalaron su sufrimiento y llegaron a la Corte Interamericana de Derechos Humanos que -tras un periplo de 18 años- este jueves 21 condenó al Estado de Chile. La sentencia tiene causas que día a día palpan cientos de chilenos: discriminación e indolencia.


Ya no lloran. O ya no lloran tanto. No pueden evitar recordar y sentir amargura por los 18 años que pasaron tocando puertas para que alguien respondiera por todas las negligencias que rodearon la muerte de su papá. Ya no lloran. O ya no lloran tanto, porque al menos pudieron encontrar un poco de calma: el jueves 21 la Corte Interamericana de Derechos Humanos sentenció al Estado de Chile por su responsabilidad en el fallecimiento de Vinicio Poblete, quien murió a los 76 años, después de ser atendido precariamente en el Hospital Sótero del Río el año 2001. Chile no garantizó «su derecho a la salud, sin discriminación, mediante servicios necesarios básicos y urgentes con relación a su situación especial de vulnerabilidad como persona mayor”, reza el fallo.

Vinicio Poblete fue llevado por sus hijos hasta el Sótero del Río a mediados de enero de ese año. En ese momento empezaron los primeros problemas: la diabetes que sufría impedía una operación al corazón, pero igual se la hicieron, incluso sin permiso de la familia. La ficha, sin embargo, contó con la supuesta firma de su esposa, Blanca Tapia, aunque no sabía escribir ni leer. Su salud se fue complicando, pero lo dieron de alta sin hablarles de la gravedad de sus heridas. Durante el tiempo que duró el calvario le entregaron seis diagnósticos distintos y cuando finalmente murió, nadie les dio una causa de muerte.

Después de 18 años, los hermanos Leila y Vinicio Poblete al fin sienten que consiguieron algo de justicia por la muerte de su padre en 2001.

Desde entonces, comenzaron una batalla judicial que comenzó en Chile en la Corporación de Asistencia Judicial. No tuvieron éxito, pero insistieron, a pesar de la precariedad en la que viven en La Pintana en una casa semi derruida por un incendio y de la tristeza que los fue encerrando, escalaron su sensación de injusticia hasta la Corte Interamericana de DD.HH. No solo implica una indemnización para ellos, cercana a los 120 millones de pesos, también obliga al Estado de Chile a hacerse cargo de los niveles de negligencia y desigualdad con que son tratados los más pobres en Chile.

-Es una victoria agridulce –comenta Leila, quien el año 2011 intentó que un disparo detuviera la historia negra, pero solo consiguió una larga hospitalización y una costosa cuenta en una clínica.

-¿Por qué dice que es una victoria agridulce?

-Porque todos estos años yo esperé justicia por la muerte de mi papá, vi sufrir a mi mamá pedí justicia y la injusticia de este país a mi mamá la llevó a la muerte, mi hermano inválido también murió, vi cuánto sufría echando de menos a mis padres. Al final esta victoria es agridulce porque la muerte de mi papá va a quedar en la impunidad.

Vinicio, apoyado en un bastón que le ayuda a caminar, interrumpe el relato de Leila:

-Porque las causas prescriben y el caso de la muerte de mi papá no puede ser reabierto. Cuando fui a declarar a Panamá por la demanda ante la Corte me preguntaron qué era lo que más quería y yo dije que se reabra el caso de mi papá, que se haga justicia, porque mucha gente sufrió por su partida. A mi mamá le dio cáncer y también murió mi hermanito a los 17 años. Fue muy duro para todos. En pocos años la familia se acabó.

-¿Cómo ha sido el proceso de todos estos años?

-Para mí ha sido una historia de terror -dice Leila-. Yo he despertado, pensando y pidiendo a Dios que se haga justicia, por último, que se sancionaran a los culpables que están involucrados en la muerte de mi padre o en los malos tratos que sufrió mi mamá, que finalmente la llevaron a la muerte. Mi mamá cayó en una depresión terrible, dejó de alimentarse, no quería comer, ya no quería vivir producto de lo que pasó con mi papá, fue algo terrorífico lo que pasó con mi papá.

-¿Por qué decidieron demandar al Estado… cómo fue la respuesta del hospital cuando ustedes fueron requiriendo diagnósticos y situaciones?

-El Estado actuó con total indiferencia –responde Vinicio– porque nosotros pedimos al menos que se realizara un sumario. Nosotros fuimos humillados por los órganos del Estado, por los servicios de salud y el Estado fue indiferente al clamor de mi madre, no le importó la muerte de un hombre pobre, porque para ellos fue insignificante. Nosotros fuimos a los tribunales de justicia de Chile, pero el caso murió en primera instancia. Todos nos dijeron que no siguiéramos, que era inútil, la primera jueza se negó a realizar diligencias. Nos decían que los médicos que atendieron a mi padre estaban inubicables, fuera del país y estaban en el mismo hospital; era como hablar y que nadie te escuchara. Se burlaron de nosotros, de nuestro sufrimiento.

-¿Ustedes creen que era discriminación?

-Sí –continúa Vinicio s,u relato– porque cada vez que íbamos al tribunal nos discriminaban. Decían ‘allá viene la familia de Vinicio Poblete, échenlos’. Uno de los abogados de la Corporación me decía siempre ‘tú estás perdiendo el tiempo’ y un día vi en la prensa a un niño que había puesto una demanda ante la Corte Interamericana de DDHH y se me ocurrió que podía ser un camino. Entonces conversé con mi mamá, que vivía llorando, que se preguntaba todos los días cuándo se iba a hacer justicia con mi papá. Me duele el corazón recordar, sentía impotencia porque yo no sabía qué hacer para que se hiciera justicia. Antes de morir mi mamá siempre me preguntaba si había llegado algún correo de la Corte y yo le decía ‘ya va a llegar mamita’. Así, esperando, se fue apagando hasta que murió.

Blanca Tapia, la madre de la familia, murió dos años después que su esposo. «Le dio cáncer de pura pena», dicen sus hijos.

Leila dice que la poca humanidad que vivieron durante todos los días de enfermedad de su padre es algo que no se le olvidará nunca: “Me echaban a empujones, a mí y a mi mamá. Cuando lo fuimos a buscar a la morgue, mi papito tenía lleno de machucones su cara, no sé qué le hicieron en ese momento. Sufrimos mucho, demasiado. Mis padres eran personas de buen corazón, jamás le hicieron daño a nadie”.

-Vinicio ¿cómo queda el Estado después de esta sentencia?

-Yo creo que el Estado queda muy mal, porque nos negó la protección judicial. No movió ni un dedo, nada y el trato en los hospitales públicos sigue siendo denigrante para la gente pobre. Es inhumano, hay gente que espera 8 o 10 horas por una atención primaria y qué decir de la gente que espera años y años por una operación. Mucha de la gente muere esperando por una intervención quirúrgica y el Estado es indiferente ante el sufrimiento de los demás. Espero que con esta sentencia el Estado cambie muchas cosas en la salud pública, porque la Corte Interamericana ya le sugirió muchas que van a tener que transformar. Esperamos que con esta condena, que es contra el Estado de Chile, las cosas cambien en la salud pública, que la gente pobre, la gente humilde, los que no tienen dinero para pagar una clínica, no sean denigrados, sean tratados en forma humana.

 

 

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