«Lo que esperamos como equipo programático es que esta no sea una campaña centrada en los partidos políticos». Las palabras del abogado Juan Pablo Hermosilla en la entrevista que dio el viernes pasado al semanario Qué Pasa deslizaron sutilmente la tensión que atraviesa por estos días la campaña del presidenciable oficialista, Eduardo Frei, en torno a incorporar a los partidos de la Concertación y sus rostros de siempre al corazón de la toma de decisiones, lo que desplazaría al grupo de profesionales agrupados en los Océanos Azules, que apuestan por un perfil más técnico e intelectual, lejos de la mala imagen que atraviesan las colectividades.
«Lo que esperamos como equipo programático es que esta no sea una campaña centrada en los partidos políticos». Las palabras del abogado Juan Pablo Hermosilla en la entrevista que dio el viernes pasado al semanario Qué Pasa deslizaron sutilmente la tensión que atraviesa por estos días la campaña del presidenciable oficialista, Eduardo Frei, en torno a incorporar a los partidos de la Concertación y sus rostros de siempre al corazón de la toma de decisiones, lo que desplazaría al grupo de profesionales agrupados en los Océanos Azules, que apuestan por un perfil más técnico e intelectual, lejos de la mala imagen que atraviesan las colectividades.
Lo curioso es que sólo unas páginas más adelante, en el mismo semanario, tres jóvenes piñeristas independientes, Hernán Larraín, Juan Carlos Jobet y Cristóbal Bellolio, firmaban un artículo titulado «¿Con quién debe gobernar Piñera?», donde planteaban la tesis del recambio generacional y llamaban al empresario a «atraer a la gente que no le gusta la actual forma de hacer política, pero que está dispuesta a entrar para cambiarla. Si se hace al revés, si se les pide que transen sus convicciones para tener cabida en un sistema con las lógicas de hoy, tendremos caras nuevas, pero la misma política. ¿Qué significa cambiar la forma de hacer política? En lo central, pasar de la lógica de los operadores a la visión de los innovadores sociales».
El problema de fondo, más allá de las escaramuzas públicas, parece recorrer soterradamente a las dos candidaturas y es, al aprecer, un síntoma del agotamiento del ciclo político.
