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Cultura del desecho: más que preocuparse, ocuparse Opinión

Cultura del desecho: más que preocuparse, ocuparse

Andreé Henríquez
Por : Andreé Henríquez Doctor (c) en Administración y Negocios de la Universidad de Chile
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Por múltiples razones, nuestra sociedad ha consolidado una cultura del desecho, que permanece arraigada en lo más profundo de nuestros comportamientos. Desde varias generaciones anteriores a las actuales, el modelo de producción y consumos lineal donde extraemos, producimos, consumimos y desechamos, ha resultado ser la forma en que buscamos resolver nuestras necesidades, teniendo impactos negativos en lo ambiental, social y, también, económico.

Algunas cifras ayudan a comprender el problema que enfrentamos. Cada año se pierde en promedio el 17% de la producción global de alimentos, de los cuales un 11% proviene de los hogares. Esto en un planeta donde el número de personas que padecen hambre alcanza los 828 millones según datos de la OMS de 2021.

Asimismo, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) ha estimado que cada año se generan cerca de 400 millones de toneladas de desecho plástico en el mundo. Donde el 36% es utilizado para envasar los productos que consumimos, sin otro uso más que ir directamente al medioambiente, dentro de ellos los océanos que han acumulado cerca de 150 millones de toneladas de basura plástica.

Por último, los aparatos electrónicos que son parte esencial de nuestra vida están generando cerca de 53.6 millones de toneladas al año en desechos y tiene el peligro de crecer aceleradamente gracias a nuestros hábitos de consumo superando los 100 millones de toneladas anuales.

Para el caso de Chile, en 2020 se generaron cerca de 18 millones de toneladas de residuos de diverso tipo, manteniéndose estable, pero solo el 20% de estos residuos fue a valorización mediante algún proceso de reutilización, recuperación y reciclado, la cual corresponde a la tasa más baja en los últimos años, según los datos del Ministerio de Medio Ambiente.

En esta realidad, el reciclaje como parte del modelo de Economía Circular, es esencial para recuperar el valor que los productos y materias primas tienen para ser utilizados nuevamente en el sistema económico. Reducir, reutilizar y reciclar, no son solo ideas, son sobre todo acciones que permiten disminuir la presión por extraer más recursos naturales, así como de no seguir contaminando nuestro planeta.

Sin duda que la puesta en funcionamiento de la ley 20.920 o de Reciclaje y Responsabilidad Extendida del Productor (REP), es un gran avance que se suma a múltiples iniciativas nacionales para transformar al país en una economía de cero residuos. Sin embargo, como sabemos, cubre un grupo limitado de productos prioritarios, quedando mucho por abarcar, sobre todo la responsabilidad de los y las consumidores.

Debemos comprender que el desafío de cambiar la cultura del desecho sigue siendo un pendiente que no solo requiere leyes, sino de comportamientos. Sobre todo, en un país donde la opinión pública identifica como principales problemas ambientales la sequía y escasez hídrica en primer lugar, seguida por la basura y recién en sexto el reciclaje, según los datos del estudio Percepciones y Actitudes de los Chilenos y Chilenas Frente al Reciclaje (2022) de Cadem.

Cómo resolveremos el problema de la basura, si incorporamos la economía circular como parte de nuestras prioridades cotidianas como personas e instituciones. Más allá de toda norma, el paso fundamental que estamos llamados en este día del reciclaje es cuestionarnos nuestro propio rol en algo que requiere un esfuerzo colectivo que parte de una responsabilidad individual, porque más que preocuparnos del problema, debemos aprender a ocuparnos de este.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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