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«No» necesitamos más psicólogos Yo opino

«No» necesitamos más psicólogos

Daniela Fuentes R.
Por : Daniela Fuentes R. Psicóloga Clínica – Cofundadora Mujer y Palabra.
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Hace poco, en uno de esos largos pero pocos momentos en los que me quedo atrapada mirando las historias en Instagram, me encontré con un meme que era más o menos así: una imagen con árboles talados de fondo y en primer plano un koala aferrado a uno de los troncos cortados casi a raz de suelo, temblando, mientras que un hombre que está parado junto a una mujer, observando a este shockeado koala, le comenta a ésta (que además está con libreta en mano): “este koala necesita un psicólogo”.

Es interesante, pienso, porque desde hace ya un tiempo que la solución a cada síntoma que tiene lugar en nuestra cultura pareciera suscribirse a la misma receta: terapia, psicólogo, flores de bach, yoga, y un sinfín de alternativas yoicas que no hacen más que perpetuar un sistema de autoexplotación que termina por difuminar los límites de la responsabilidad en nuestros padecimientos.

El koala ¿necesita psicólogo o necesita un sistema económico-político que le asegure una vida que no dependa de la mercantización de su hábitat y que, por ende, no lo lleve a su destrucción dejándolo así expuesto a la amenaza de no tener un hogar?

Así como me he encontrado con este tipo de meme en las redes sociales, también me he encontrado allí con que yo he crecido, y mis amigos, mis conocidos, también, y con ello (y al mismo tiempo que voy dedicándome a la escucha en mi consulta de Psicóloga) me he ido encontrado de frente o virtualmente con una realidad que no puedo no describir con palabras técnicas: todos portamos un síntoma, pero más allá de que todos portamos ese síntoma particular que des-ordena un poco nuestra pretendida estable y pulcra vida, me doy cuenta -como muchos, como todos quizás- que hay otros tantos síntomas que no responden a la historia personal, sino más bien a una historia colectiva y que fácilmente -me atrevería a decir- son compartidos.

[cita tipo=»destaque»] Mientras no exista una repartición equitativa, mientras no se garantice el acceso y las condiciones básicas pero necesarias para permitirnos vivir, es muy difícil la oferta ilimitada de psicólogos y terapias. [/cita]

Un ejemplo: una de las cuestiones que se nos presentan cuando entramos en la adultez (en lo ideal, pues sabemos muy bien que la linea de eventos que suceden en una vida es particular y puede tener una infinitud de ordenes) es la de encontrar un lugar que nos permita formar un hogar, sostenerlo y sostenerse. Cuánto de eso responde a ideales sociales y culturales y cuánto de eso responde al deseo es una división imposible de realizar y creo que detenernos en teorizar sobre aquello, o tratar de darle alguna lectura académica desde cierta corriente o autor en especifico sólo desvía el asunto de un punto que no es menor, a saber: una vez que nos enfrentamos a esta tarea, a la tarea de incluso empezar recién a fantasear con aquella posibilidad de irnos de la casa de nuestros padres/familia, lo que se nos aparece es menos difícil de entender que de atravesar, o quizás incluso torcer, pues nos encontramos con el mercado inmobiliario y sus imposibilidad, la que hoy en día resulta más una impotencia.

Leo algunas notas, otros tantos estudios y algunas columnas que intentan explicar por qué ha subido tanto el precio de las viviendas y los arriendos en Santiago, y entre algunos porcentajes y palabras que no entiendo porque no estoy familiarizada con ellas como activos financieros, inversionistas hormiga, suelo baldío, encuentro una que me hace pensar nuevamente en el meme: crisis.

No quiero escribir aquí acerca de lo ocurrido el 18 de octubre, pero quiero mencionarlo. Tampoco quiero adentrarme en la rabia y el dolor, en la desesperanza y el hambre que trajo consigo la dictadura, pero quiero precisar en la crisis que aquellos hechos representan, tanto socialmente como subjetivamente. Al parecer, Chile ha sido territorio en crisis desde hace mucho tiempo, durante más de 30 años me atrevería a decir, desde antes de la pandemia y mucho antes de vernos implicados en la amenaza de una III guerra mundial, y los sujetos que viven en medio de una crisis resienten sus efectos.

Tal como el koala de la imagen en Instagram, alguien que se ve despojado de sus derechos básicos, aquellos que le han hecho creer el mundo ha de respetar y asegurar, no puede si no ser afectado por eso. Hace algún tiempo estoy siendo espectadora de lo tedioso que ha resultado para Fernanda Namur a.k.a @lachanchavegana en Instagram, encontrar un arriendo para ella y sus compañeras, sus roomies. Ha expuesto a través de sus historias una cuestión bien particular: ella dice que sus ingresos califican para figurar como arrendataria principal en cualquier contrato hipotético de los departamentos que les han acomodado y a los que han terminado enviando sus papeles, pero que cada vez que ha estado a punto de firmar, los corredores y principalmente los dueños de los inmuebles, le proponen que sea su padre quien firme el contrato de arriendo, ya que, por ser mujeres co-arrendatarias al parecer eso se traduce en inseguridad para los dueños, inseguridad frente a lo inestable que pudiese ser una mujer y que por lo emocional sería capaz de pasar a llevar un contrato legal.

¿Qué pasa si una de ustedes se casa? Aparece el obstáculo. Finalmente, Fernanda lleva -creo- alrededor de unas semanas, o un mes o más quizás (disculpen lo inexacto, el tiempo se vive de otra manera en las redes), en este bucle inmobiliario. Este es el escenario de Fernanda y ha compartido abiertamente lo estresante que ha resultado para ella. Pero, tal como ella lo reconoce, de una manera u otra se sabe parte de un entorno capaz de sostenerla en caso que todo tardase mucho más tiempo del que tiene pensado y que le exigen, ¿cómo será para una mujer que no cuenta con ese sostén afectivo y económico? Desbordante, probablemente, a no ser que nos encontremos con sujetos capaces de mantenerse firmes y bien estructurados a costa de un gasto de energía psíquica no menor.

Al mismo tiempo, mientras encuentro contenido como el de Fernanda, y creo que en gran parte por el algoritmo (soy Psicóloga y acostumbro a visitar páginas con contenidos de esta línea o parecidos) me he encontrado con muchas cuentas que intentan darle un lugar a eso que aqueja a los sujetos desde la autoayuda: 5 tips para manejar la ansiedad, cuándo ir al psicólogo, para qué sirve la terapia, por qué ir al psicólogo es amor propio, etc. Títulos de contenidos que circulan en esta red y que son consumidos por un número importante de personas.

Ahora bien, el contenido en sí no me parece algo que cuestionar, cada quien encuentra donde puede un lugar para hacer algo con lo que le pasa, ¿pero por qué será que justo cuando enfrentamos una crisis sanitaria, social, económica, política, lo que más circula son potenciadores del discurso capitalista? Un discurso de lo individual, de lo privado, del cuerpo y la salud como elementos a gestionar económicamente, es decir, en términos de no perder, de no sufrir, de no desbordarse, porque lo ideal es mantenerse de pie, pudiendo, haciendo, pasando todas las metas y en los tiempos dispuestos para eso (que no se te ocurra atrasarte).

En consulta con mujeres se escucha mucho. Angustias y ansiedades a propósito de lo inaccesible que resulta el hecho de -recién- pensarse fuera de espacios violentos, de abuso y que las transgreden, a propósito de la realidad económica y colectiva, social. ¿Cómo escuchamos aquello quienes trabajamos en salud mental? Las crisis particulares no pueden pensarse aisladas, el koala del meme que tiembla y se aferra sin intención de soltarse de lo único familiar que le queda porque toda posibilidad de algo distinto se ha extinto, no haría desaparecer su temblor sólo hablando de lo que le ocurrió junto a un Psicólogo, (de que sirve para algo, si, no tengo dudas, pero no para todo y tampoco para todos) y ese hombre que diagnostica y prescribe terapia sin interpelar aquello que llevó al koala a experimentar tales sentimientos representa lo que hoy en día en nuestra sociedad parece ser un discurso dominante: las cosas se solucionan aislado, individualmente, porque tú puedes y es tuya y sólo tuya la responsabilidad de mantenerte en pie. No necesitamos más Psicólogos, o puede ser que sí, pero ¿sólo necesitamos eso?

Volviendo a pensar en Fernanda y sus amigas, no dejo de pensarme y de encontrarme con la realidad de que aún teniendo un título universitario, a pesar de estar cursando un magíster y tener mi propio espacio de atención psicológica e ir semanalmente como paciente a análisis desde hace ya algunos años, tener una casa propia es un sueño que no puedo permitirme soñar y que a veces se pone triste, porque soy mujer y tengo dos hijos y mientras crecen me he encontrado sacando cuentas, haciendo cálculos ¿cuántos años tendré cuando termine de pagar el CAE? 46 yo creo, si es que no me atraso, y mi hijo mayor ya habrá salido de cuarto medio hace un rato – si así pasa – lo que implica que tendría que estar pagando dos carreras universitarias al mismo tiempo. No hay bolsillo que aguante y no hay psiquismo que se pueda mantener desafectado en medio de eso.

Sumándole que tampoco soy candidata ideal -como Fernanda- a arriendo, porque no estoy casada y eso significa inmediatamente que soy mamá soltera. Es por eso que creo que mientras no exista una repartición equitativa, mientras no se garantice el acceso y las condiciones básicas pero necesarias para permitirnos vivir, es muy difícil que la oferta ilimitada de Psicólogos y terapias y alternativas para mantenerse saludable (o estables?), funcionen. No necesitamos más Psicólogos, necesitamos una rearticulación del sistema político-económico y, por qué no decirlo, médico, que sea capaz de darle un lugar distinto al sufrimiento de los sujetos y dejar así de pensarlo como un sufrimiento aislado que se cura en lo privado pero, por sobre todas las cosas, creo que necesitamos Psicólogos y profesionales de la salud mental capaces de levantarse y posicionarse dentro de una lucha colectiva sin temor a salir de los límites que las escuelas han impuesto a nuestra práctica.

Psicólogos capaces de escuchar y actuar acorde al malestar de su época, no para seguir sosteniéndolo, sino para desarticularlo y permitir la emergencia de algo nuevo, pero no sin antes haber expuesto y denunciado aquello que se pretende cambiar pero que no se lograría en la consulta privada. Asumir la propia castración en términos Psicoanalíticos, darle un lugar a nuestras propias limitaciones. Dejar caer el imaginario e imposible tú puedes todo lo que te propongas, sólo escúchate a ti misma es tarea de todos y principalmente de aquellos que hemos participado, ya sea por alcance o porque así nos enseñaron directamente, en la noción de una idea de salud mental separada del contexto que envuelve a los sujetos, donde uno o mil profesionales no bastan si el modelo sigue siendo el mismo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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