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Una lectura sobre “Las inseparables” de Simone de Beauvoir y la potencia de la amistad femenina BRAGA

Una lectura sobre “Las inseparables” de Simone de Beauvoir y la potencia de la amistad femenina

Daniela Fuentes R.
Por : Daniela Fuentes R. Psicóloga Clínica – Cofundadora Mujer y Palabra.
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¿Qué sospechas se lavantan cuando somos testigos de la estrecha relación entre dos mujeres? ¿Qué amenaza se engendra en el espacio que inaugura el lazo entre dos subjetividades portadoras de un sexo en particular y que hace temblar al mundo?


Aun cuando el libro “Las inseparables” (escrita en el año 1954) de Simone de Beauvoir no trata de abordar estas preguntas en particular, sino más bien, de contar la historia entre dos amigas que se conocen desde sus primeros años escolares y el camino que recorren juntas hasta el doloroso final, es posible considerar una lectura que se oriente a descifrar en sus líneas una posible respuesta.

Partiendo por el hecho de que la novela es un cruce entre la intimidad de Simone de Beouvoir y la ficción, Sylvie y Andreé que funcionan como una especie de alter ego para la autora y su amiga Zaza, retratan la potencia que se encuentra en una relación entre dos personas, dando cuenta de la naturaleza de su amistad -profundamente emocional y llena de complicidad- a tal punto que lleva a algunos personajes de la novela a mirarla con cierta extrañeza y desconfianza. Uno de ellos es la madre de Andreé, quien se preocupa constantemente de la influencia de Sylvie sobre su hija.

Mujer conservadora y tradicional en sus valores y creencias, al igual que muchos otros personajes y miembros de la sociedad de la época, ve con recelo la relación entre ambas mujeres por escapar a las normas y expectativas sociales establecidas, ya que una vez que Sylvie y Andreé se encuentran a sus 9 años de edad la ambición intelectual y existencial estaría siempre presente entre ellas.

Que dos mujeres se hallen unidas de formas intensas y amorosas, intelectuales y pensantes, pareciera ser una amenaza que perdura en el tiempo, como si en ese mundo secreto e íntimo que se construye entre-dos guardara en sí la potencia de destruir todo lo que se encuentra a su alrededor, de desviarlas de su camino, de destruir el mundo ya conocido.

Es así como esta madre intenta, cada vez que Andrée se acerca a su amiga Sylvie, recordarle que su lugar es junto a un hombre, casada y cuidando de sus hijos y de otros.

La lucha interna de Andreé entre la culpa moral y sus deseos de libertad y emancipación ocupan una parte central en esta historia, y Sylvie, testigo de esta vida que deja un rostro amarillento y extranjero, relata en primera persona los efectos que provoca -no sólo en la vida de su amiga sino también en la propia- las sospechas y castigos que vienen del afuera sobre dos mujeres que se atreven a desafiar lo establecido.

Ni dueñas de casa que se compartirán recetas y organizarán grandes comidas para sus invitados, Andreé y Sylvie siempre soñaron juntas un mundo distinto. La potencia de su vínculo residía en aquello y el mundo a cualquier precio intentó detenerlo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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