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Constanza Valdés, consejera del Instituto Nacional de Derechos Humanos: “Busco generar un cambio en la sociedad” BRAGA

Constanza Valdés, consejera del Instituto Nacional de Derechos Humanos: “Busco generar un cambio en la sociedad”

Silvia Peña Pinilla
Por : Silvia Peña Pinilla Periodista de El Mostrador.
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Hace 7 años, después de terminar la carrera de Derecho, inició su transición de género, pero a medio camino dejó el reemplazo hormonal. Una vez empoderada y decidida a luchar por los derechos de mujeres y personas LGBTIQ+ se volcó al activismo. Hoy es consejera del INDH, entre otras actividades, y dice estar disponible para asumir la dirección del organismo si se logra consenso y un plan de trabajo claro.


Constanza Valdés Contreras (31) habla pausado, modulado y de manera muy clara explica ideas, procesos, sueños. En abril pasado asumió como consejera del Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) elegida por las organizaciones sociales. Pero antes de eso ya tenía una trayectoria como activista en la promoción y protección de los derechos humanos de las mujeres y de las personas LGBTIQ+ , motivación que nació a partir de sus propias vivencias y que enriqueció con sus estudios de Derecho en la Universidad Diego Portales (UDP), de donde es licenciada en Ciencias Jurídicas y Sociales. También es parte de la Asociación de Abogadas Feministas (Abofem) y participa de la Organización Trans Diversidades OTD Chile.

Al INDH llegó pisando fuerte. “Los institutos de derechos humanos, de acuerdo a los estándares internacionales, tienen que ser pluralistas, representar a la sociedad. Las discusiones debieran darse en el marco de los Derechos Humanos (DDHH), pero en la institución no muchas veces se da eso, hay muchos cortes valóricos. Yo llegué con una visión bien crítica. Porque en 2017 tuve que ir a exponer al consejo sobre infancia trans. Hubo una sesión especial para eso, por supuesto ahí me hicieron preguntas y conversamos. Después supe lo que había abordado el informe y también vi el acta de la sesión y los planteamientos de algunos de los consejeros eran del tipo: ‘nuestra sociedad no está preparada para esto’. Hacer una argumentación sobre la base de criterios de la sociedad me parece lamentable, incluso en lo valórico. Por cosas así, es que he sido muy crítica”.

—También lo ha sido con la gestión administrativa, en este caso de Sergio Micco.

—Porque ha impuesto una visión valórica por sobre la institución, él y todas las personas tienen libertad de consciencia, de culto, pensar de la manera que quieran, pero cuando están al mando de una organización deben poner, en este caso los derechos humanos, por sobre todo y no lo hizo de esa manera. Yo tengo esa visión crítica y claro las primeras discusiones fueron en torno a eso, y de manera bien fuerte. Además, una que tiene un perfil más… y acostumbra a utilizar las redes sociales, tuvo un impacto esa discusión.

—¿Más qué… habla de diferencias generacionales?

—La edad de los consejeros está entre los 40 y tantos y los 60 años. Ahora recién empezó a llegar gente más joven. Yo soy la menor. Y claro hay que aprovechar la experiencia, pero también hay una tendencia a descartar la juventud.

Tras la renuncia (pedida por el consejo) de Micco, la consejera Consuelo Contreras quedó como directora subrogante. Para elegir al nuevo o nueva director/a no hay plazo, pero se necesitan 6 votos y hoy no están las condiciones. Falta un nombramiento del Presidente Boric (recordemos que Fernando Pairican fue invalidado porque los consejeros elegidos por el presidente deben ser de regiones diferentes y con Pairaran se repetía la Región Metropolitana).

—¿Estaría disponible para asumir como directora?

—En la medida de que tengamos un programa primero, porque el Instituto está muy alicaído, afectado institucionalmente, con hartos problemas. Si armamos una línea de trabajo clara sobre lo que queremos hacer y si hay consenso… Ahí sí. Pero sino, me parece que es más importante conservar la institucionalidad. Eso tiene que primar por sobre todas las direcciones, más allá de los nombres. Y ese es un problema bien grave que hemos tenido en el instituto.

—También está el factor del plebiscito.

—En ese mismo contexto, la Defensoría del pueblo (que según la propuesta de nueva Constitución, reemplazaría al actual INDH) sería un órgano unipersonal, centrado en el defensor, pero como aun no existe la ley, no sabemos si habrá consejeros o no. La Defensoría del Pueblo va a tener más funciones, podrá fiscalizar, pero también tendría restricciones porque no podría trabajar temas de medioambiente ya que existirá la Defensoría de la Naturaleza y la Defensoría de la Niñez también. Veremos cómo avanza todo.

Calma y silencio para inspirarse

Constanza nació en Valparaíso, se crió en Rancagua, estudió y vivió un tiempo en Santiago y luego regresó a Valparaíso “y ahí me voy a quedar, porque para mí es súper importante la calma y la encontré”, cuenta.

Esa calma es parte de sus conquistas. Por eso vive sola con cuatro gatos, desde que terminó una relación de pareja de cinco años. Y aunque está comenzando una nueva historia amorosa, es reservada con ello… Es precisamente su polola una de las personas más cercanas que tiene porque Constanza es más bien solitaria.

Sus rutinas están marcadas y guiadas por sus tareas y activismo. Entre las principales están las sesiones de consejo del INDH a las que “siempre elijo venir presencialmente porque me gusta ver y relacionarme con los funcionarios, conocer a la gente, compartir en ese contexto. Las conversaciones en un órgano público cara a cara se dan de mejor manera”, agrega. Lo mismo vale para las clases que realiza en la Facultad de Derecho de la Universidad Alberto Hurtado, y las asesorías y charlas sobre transición que dicta en distintas entidades.

Cuando no está en esa actividades se queda estudiando, trabajando, leyendo en su casa del cerro San Roque. Allí, está escribiendo un segundo libro sobre discriminación aún sin título, el primero se llama “¿Un cuerpo equivocado? Identidad de género, derechos y caminos de transición” (La Pollera, 2021), donde habla sobre la realidad de las personas trans en Chile y la ley de identidad de género. “Este nuevo libro será muy cortito, de unas 60 páginas para explicar las variables que se dan en la discriminación. Es un texto que quiere acercar y explicar que a veces vemos algo tan lejano o tan cercano, pero no lo comprendemos. Es para ayudar a entenderlo”.

Se inició en el activismo porque no veía personas trans estudiando derecho. Se propuso aprovechar ese privilegio para visibilizar los procesos que conoce muy de cerca. Ella misma sufrió de depresión e intentos de suicidio cuando aún era “oficialmente un hombre” y se sentía viviendo una doble vida.

“Son cosas que quisiera que nadie más sufra. Mi gran motivación es retribuir a la comunidad, al mundo”, señala.

Y agrega que su tarea es 24/7, que el activismo no lo separa de la vida privada. “Me enfoco en eso ciento por ciento, por eso me cuesta mucho tener vida personal. Vivo y pienso por la causa. Lo que leo, veo… Estoy siempre en eso, siento que tengo que estar para poder contribuir al cambio. Eso implica un desgaste fuerte, impacta de manera negativa, hace varios años que no tomo vacaciones, por ejemplo. Pero siento que debo contribuir a cambiar el mundo, tener un real efecto. Por eso mismo estoy en el INDH porque es una arista para generar cambios en el mediano y largo plazo o sino sería pura performance”.

El propio proceso

A fines de 2015 comenzó su transición, un año después eligió su nombre Constanza Florencia “un acto súper importante con un impacto muy fuerte en mí”. En diciembre de 2018 entró en vigencia la Ley de Identidad de Género que permitió el cambio de nombre y sexo registral cuando la partida no es congruente con la identidad de género. Entonces Constanza y muchas otras personas se pudieron registrar como tal y obtener su cédula de identidad.

Antes de esa ley las personas transgénero tenían que someterse a un procedimiento civil complejo que además de trámites debían justificar médicamente un trastorno. “Esto era patologizante, degradante, no todas las personas querían hacerlo. Y la ley avanzó en ese sentido y buscó establecer el concepto de identidad de género (vivencia interna, individual, básicamente la identificación del género de cada persona son aspectos muy personales)”, explica .

Y aunque a la ley le falta mucho permitió el carné y eso facilita trámites y aliviana la vida de las personas. Sin embargo, no avanza en la problemática que viene detrás que tiene que ver con violencia, discriminación, desigualdad, acceso a la salud… “Nada de eso se  abordó en la ley. Muchas personas trans, independientemente de que posean cédula de identidad, tienen problemas para acceder a un trabajo. Una ley integral debería determinar una cuota laboral trans, además de materias de salud y financiamiento para tratamientos hormonales, intervenciones quirúrgicas para las personas que las quieran. Facilitar el acceso a la educación sin discriminación y a la vivienda. Y contar con estadísticas sobre identidad de género para poder elaborar políticas públicas. La mirada es hacia una Ley de integración de personas trans similar a la que tienen en Uruguay”, dice.

Más allá de los derechos e integración de las personas transgénero hay un gran trabajo que realizar en el que participan varias fundaciones para guiar a las familias y donde Constanza siente hay que ayudar. “Cuando un integrante de la familia transiciona, la familia también lo hace. Es muy fuerte. Deben dejar atrás las expectativas que tenían de una niña o un niño, a la mayoría se les viene el mundo encima. Y no saben qué hacer. Siento la necesidad de ayudar en estas instancias. Una tiene la responsabilidad, al ser más visible”.

Su caso, de hecho, significó un quiebre con su familia. “Mi mamá tuvo una muy mala reacción. Me fui de la casa en 2015… y hasta el día de hoy no veo a mi mamá. Yo cerré una puerta en algún momento porque pensé que todas las personas estaban en desacuerdo y necesitaba protegerme. Con mi abuela recién volvimos a hablar hace un par de meses. Ella se tomó un tiempo y lo pudo entender más y hemos podido ir recomponiendo esa relación”.

Sus papás se separaron cuando ella tenía 2 años. “No veía a mi papá desde los 4 años más o menos, y el 2020 en contexto de pandemia él se acercó y nos reencontramos. Me vio en los medios de comunicación mencionando que no había tenido apoyo familiar en mi proceso. Ahí se sintió responsable de no haber estado junto a mí. Creo que el problema es que cuando uno se acostumbra a no tener apoyo familiar, es independiente y es difícil aceptar ese cariño de nuevo”.

—Usted eligió detener su transición, ¿por qué?

—Soy una mujer trans que hizo su proceso de transición de acuerdo a lo que sentía que era lo más correcto y fiel a lo que pensaba y sentía. Eso tiene que ver con la expresión de genero, el perfil de lo que una quiere mostrar. En terapia me di cuenta que estaba cómoda con mi cuerpo. Todas las personas son libres de iniciar o no tratamiento hormonal o una intervención quirúrgica si lo quieren. Para algunas es muy importante. Es un tema muy íntimo y lo cuento porque otros/as pueden estar en el dilema. Hay personas que no están decidas a hacerlo y no deben seguir caminos de otros. Todos y todas somos distintos/as, por eso lo visibilizo. Hay una especie modelo-creencia de que las mujeres trans deben verse de cierta manera: altas, femeninas, delgadas, sin vestigios de masculinidad…

Dice que ha dejado atrás algo de su intensidad combativa. “Pasan los años y una es menos perro bomba —dice riendo—, menos confrontacional, pero luchar sigue siendo mi principal motivo”.

Cuenta que la rabia mezclada con pena es el combustible de ese activismo. “Me cuesta mucho desconectar de esa rabia, esa molestia, esa pena en resumen de que las cosas funcionen así”.

—¿A qué se refiere?

—A que no hemos avanzado mucho. Hace poco mataron a una mujer trans en Valparaíso. Hace unos días un hombre en Quillota. Además de la violencia, hay muchas familias que no aceptan  a sus hijos e hijas. Hay mucha gente para las que existan personas con otra identidad sexual y de género está mal. Eso me da pena porque muchas veces no puedo hacer casi nada al respecto. La impotencia es enorme. Por lo mismo mi norte es contribuir a cambiar eso, generar un cambio en la sociedad. Trato de hacerlo con la educación a veces va con la visibilidad, con desmitificar, con romper prejuicios.

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