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Oscar 2011: ganan «El discurso del rey», Firth y Portman… sin sorpresas

La edición 2011 de los Oscar transcurrió dentro del guión previsto por los expertos: triunfaron «El discurso del rey», Colin Firth y Natalie Portman.


Fue la fiesta de las no sorpresas, la celebración de lo previsible: en los Oscars 2011, nada se salió del libreto y el pronóstico.

Con la coronación de «El discurso del rey» como mejor película del año, la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos puso fin a la ceremonia del teatro Kodak de Hollywood, el domingo.

Ya lo habían anticipado los críticos, que tenían como favorito al drama de época basado en la figura de Jorge VI, conocido familiarmente como Bertie, tartamudo rey de Inglaterra durante la época en declararon la guerra a la Alemania nazi.

También habían asignado –con certeza adivinatoria propia de los conocedores de la industria cinematográfica– el premio al mejor actor al británico Colin Firth, quien le puso el cuerpo al personaje principal de «El discurso del rey» y el domingo reeditó el triunfo de los Globos de Oro y de los premios del sindicato de actores.

La mejor actriz, largamente adelantada, fue la israelí-estadounidense Natalie Portman, por su interpretación de una perturbada bailarina de élite en la cinta «Cisne negro», al igual que su par masculino, Christian Bale, por su rol de ex boxeador y drogadicto en «El luchador».

Sobre varios de los premios técnicos también hubo consenso previo entre los cronistas del espectáculo, como el vestuario de «Alicia en el país de las maravillas» en versión Tim Burton o los reconocimientos a edición y mezcla de sonido para «El origen».

Y hasta el filme en lengua extranjera fue el que señalaban las apuestas, el danés «In a Better World», que echó por tierra las ilusiones latinas de ver subir al escenario al mexicano Alejandro González Iñárritu, director de «Biútiful».

Previsible

Tal vez la modorra la sacudieron el triunfo del director Tom Hooper, de «El discurso del rey», ante su colega David Fincher de «Red Social», considerado favorito, y el desempeño del documental «Exit Through the Gift Shop» sobre el misterioso artista del graffiti Banksy, que tuvo en vilo a todo Los Ángeles.

Porque no sólo las categorías premiadas estuvieron exentas de sorpresas: también la ceremonia -pese a las promesas del equipo de creativos que asumió este año la puesta en escena del show- fue un conjunto de recetas probadas y previsibles.

Ni los discursos –salvo un sorpresivo insulto de la mejor actriz de reparto, Melissa Leo («El luchador»)– ni los presentadores James Franco y Anne Hathaway pudieron condimentar las más de tres horas que duró la entrega.

Franco y Hathaway fueron una apuesta de la Academia para alcanzar a las audiencias adolescentes, tradicionalmente esquivas a la transmisión televisiva de los Oscar, pero en su rol de anfitriones debutantes apenas si pudieron salirse de libreto o arrancar alguna sonrisa.

Fue, tal como lo definió un crítico de Hollywood a la BBC, más de la misma pócima de un Oscar octogenario en un envase apenas remozado.

Tanto, que los mismos anfitriones se burlaron de su supuesta llegada mediática a «los sectores demográficos más jóvenes» y los momentos más emotivos fueron… los que marcaron una vuelta al pasado. Como la aparición en escena de un frágil pero locuaz Kirk Douglas, de 94 años, o el monólogo del otrora presentador Oscar Billy Crystal y y su homenaje a otro nombre clásico de los Oscar, el mítico Bob Hope.

¿Nuevo esquema?

Cuando cae el telón, dos nuevas «verdades» de la industria comienzan a cobrar fuerza.

La primera, a tono con la era de internet móvil y social, es que las transmisiones de los Oscar ya no volverán a ser como antes: los más de 40 millones de televidentes que, en promedio, logra la gala mayor de Hollywood son ahora sólo una parte de los aficionados a los que la Academia debe dejar satisfechos.

El resto son los seguidores de Twitter, Facebook y otras redes sociales, los que acceden a la gala por aplicaciones en celulares, los usuarios de contenidos on-demand. Gente que quiere ver mucho más que la transmisión única y pre-editada que históricamente entrega la cadena que obtiene los derechos exclusivos de televisión cada año.

A ellos, dicen los analistas, deberán atender los productores con más determinación e ingenio, si no quieren que la gala mayor de Hollywood quede pasado de moda.

Pero además, en el terreno de la producción, los Oscar 2011 arrojan una lección: al decir de los expertos, el cine, crisis económica mediante, ha redescubierto los pequeños «dramas para adultos», como los cataloga la revista especializada The Hollywood Reporter.

Películas de bajo presupuesto –cinco de las diez nominadas lo eran, con costos de producción inferiores a los US$20 millones, baratas para los estándares de la Academia–, con contenido y guión jugosos más que con efectos especiales de alto impacto o requerimientos técnicos que devoren centenares de millones de dólares.

La receta que impulsan los estudios y validan los premios más codiciados de la industria es tan simple como «retro»: una vuelta al cine de historias, con un relato fuerte, actuaciones contundentes, el visto bueno de la crítica y un efecto de promoción boca a boca, además de la consabida campaña publicitaria.

Con una inversión mucho menor, la recaudación de boletería parece dar los mismos resultados. De hecho, entre las nominadas este año hay varias que han superado la marca de US$200 millones incluso antes de la noche de los premios, muy por encima de las marcas establecidas el año pasado.

No es que las megaproducciones hayan pasado de moda: allí están los cuatro Oscar para «El origen» o el galardón a «Toy Story 3» como mejor filme animado, ambas con un costo por encima de US$160 millones.

Simplemente, en épocas de recesión, los Oscars han legitimado lo que la industria quiere: seguir filmando y recaudando, con el modelo de los «dramas para adultos» que parece acorde a los bolsillos magros que dejó la crisis económica mundial.

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