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Homenaje a Sergio Tormen: el hilo por donde anduvo su amor pegado al corazón de la ciudad CULTURA|OPINIÓN Crédito: Marucela Ramírez/Estadio Memoria

Homenaje a Sergio Tormen: el hilo por donde anduvo su amor pegado al corazón de la ciudad

Marcelo Guajardo Thomas
Por : Marcelo Guajardo Thomas Marcelo Guajardo Thomas (Santiago de Chile, 1977). Poeta. Ha publicado Un momento propicio para el exilio, Editorial Das Kapital, Santiago, 2011 y Los celacantos y otros hechos extraordinarios, Ediciones Overol, Santiago, 2015, entre otros. En narrativa infantil publicó La bicicleta mágica de Sergio Krumm, ediciones SM, Santiago 2013. En el 2017 obtiene el premio Pablo Neruda de Poesía Joven.
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Es el nombre de Sergio Tormen el que repetimos durante la cicletada, es su nombre también el que llevará de ahora en adelante el Velódromo del Estadio Nacional, por que su amor no sólo quedó pegado a la roca, sino también al concreto de la ciudad y es tú nombre el que le disputamos al intento por arrancarlo de los registros y extinguirlo, y lo recobramos de los hilos y las viejas rutas que cruzan silenciosas el corazón de la ciudad.


Vamos por calle san Dionisio, somos unos doscientos, tal vez más, alguien dice que en las redes sociales había un aviso de suspensión, por la lluvia, otro le responde que él también lo vio pero que había que venir, como sea, dice.

Y ahí están los otros como sea, en sus bicicletas adaptadas para la ciudad con sus artefactos reflectantes y luces parpadeantes de señalización, los coloridos cascos y casacas hechas para el tráfago cada vez más intenso de la ciudad, otros en bicis y triciclos de carga, con sillas para niños, con ponchos y ropas impermeables, con escarapelas, campanillas.

Se establece una caravana de tres bicicletas de ancho, dos o tres autos van a la zaga, y allí uno de los hermanos, Richard, que ha saludado y acompañado a los asistentes, justo al frente del taller que tenía su padre hace cincuenta años.

Continuamos por Tupper, Blanco, la ciudad está en silencio y nuestra caravana también, cada cierta distancia nos alerta el grito del recuerdo de los desparecidos al que contestamos y seguimos. Porque la velocidad de la bicicleta se emparenta con la del caminar y el caminar nunca deja de ser observación y pensamiento.

Seguimos pues por Blanco hasta la vuelta a la derecha por costado del parque, pasando el gran pañol de artillería, cruzamos el subsuelo obligados por el viaducto de la ruta cinco, mientras el hormigón vibra por el paso incesante de vehículo dejando un ruido en sordina, grave y repetitivo.

Luego, remontando Avenida Matta y ya de frente la cordillera oculta por un gorro de nubes, nos espera una pequeña y la última nubada de lluvia antes de llegar, se acelera el pedaleo y la caravana se estira como el pelotón de una competencia de ruta, en Lira los bomberos hacen sonar sus sirenas, volvemos a decir sus nombres, Sergio, Luis, llegamos al cruce con Vicuña Mackenna, el trafico de ambas avenidas es detenido brevemente por nuestro avance, el camino se ensancha aún más y la cordillera se distingue mejor que nunca, es un día claro, húmedo, esos días convulsos y cambiantes luego de la lluvia.

Por avenida Grecia enfilamos hasta el último segmento de la ruta prevista, los contornos se ensanchan aparecen los conjuntos más modernos y es evidente su construcción posterior, de improviso hemos cruzado décadas, llegamos a Marathon y ya rodeamos el Estadio Nacional, en Guillermo Mann y justo antes de llegar pasamos por la casa de los Tormen, afuera está Peter, saludándonos, a nosotros, los circunstanciales pedaleros, que entrábamos al velódromo con una alegría emparentada a la de él en 1987.

Hay algo inmaterial, difícil de describir y descifrar, pero persistente en el recuerdo adherido en los hilos continuos con que se traza y se acumula una ciudad. Las calles engarzándose unas con otras en un micelio concéntrico, pero también expansivo y caótico. Pero el transito y la transformación, la muda de piel, nunca ocultan el registro, la huella, la ruta y los pasos que la anticiparon, queda el velo de lo que fue, la ruta de adoquines que no se modificó, una casa o un barrio entero que resiste al paso de un tiempo.

Lo que hicimos los circunstanciales pedaleros fue reconocer ese hilo oculto en la ciudad y recorrerlo para conjurar el tiempo y la muerte. Cruzamos y recorremos los hilos ocultos de la ciudad para cruzar también el corazón de las cosas y su nombre.

Es el nombre de Sergio Tormen el que repetimos durante la cicletada, es su nombre también el que llevará de ahora en adelante el Velódromo del Estadio Nacional, por que su amor no sólo quedó pegado a la roca, sino también al concreto de la ciudad y es tú nombre el que le disputamos al intento por arrancarlo de los registros y extinguirlo, y lo recobramos de los hilos y las viejas rutas que cruzan silenciosas el corazón de la ciudad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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