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Una renuncia: pesar y esperanza Opinión

Una renuncia: pesar y esperanza

Germán Correa Díaz
Por : Germán Correa Díaz Ex Presidente del Movimiento Democrático Popular (1985-1987). Ex ministro. Ex presidente del PS.
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Ese poderoso instrumento de las luchas populares que ha sido el Partido Socialista ha entrado, sin embargo, en una espiral de creciente decadencia -a lo menos- en los últimos diez años, hasta llegar a su estado actual de irrelevancia, insensibilidad social y alejamiento de los sectores populares, de la gente de trabajo. La insulsez y vacío político son su sello característico. Sus dirigentes creen que porque hay un puñado de parlamentarios y porque se saca una que otra declaración, ya está listo el rol del PS. Pero hay ausencia total del partido en el movimiento social. Muchos socialistas de base participan allí activamente, pero sin conducción alguna ni apoyo. Por el contrario, se ven, además, sorprendidos por posiciones cada vez más conservadoras de sus dirigentes.


Hace 59 años entré al Partido Socialista como simpatizante. Después de un año de pasar por cursos de educación política y hacer diversas tareas políticas, finalmente fui aceptado como militante en 1962, recibiendo mi carnet rojo que me acreditaba como tal en una ceremonia colectiva que aún recuerdo. Al entrar a estudiar a la Escuela de Sociología de la Universidad de Chile en 1960, me di cuenta que el pensamiento que traía desde adolescente era una especie de materialismo clásico, que encuadró perfectamente con el materialismo histórico del marxismo, que conocí recién entonces más sistemáticamente y a través de compañeros que eran militantes del PS. Desde muy joven me sentí comprometido con los que menos tenían en nuestra sociedad de esos años, con los más pobres de los magros campos de la meseta de Manquehua, con las injusticias y explotación de la que eran objeto. De modo que al descubrir al PS, su pensamiento y trayectoria, sentí que era el instrumento adecuado para llevar adelante mi compromiso social y político.

Y así lo he sentido a lo largo de casi todas estas décadas. Más aún después de la experiencia del Gobierno Popular encabezado por el Presidente, Salvador Allende. Por eso es que no me fui de Chile cuando cayó sobre nosotros la noche negra pinochetista, la persecución, los crímenes de lesa humanidad. Participé activamente en la reconstrucción de nuestro perseguido partido en la clandestinidad, fui miembro del Comité Central y de su Comisión Política, caí tres veces preso, fui presidente de la coalición de izquierda Movimiento Democrático Popular y luego, vicepresidente de la Izquierda Unida y, como dirigente de mi partido, tuve el privilegio de ser protagonista, junto a millones de chilenos de la derrota de Pinochet en el plebiscito del 5 de octubre de 1988. Luego, más privilegio aún, de participar en el gobierno de transición presidido por Patricio Aylwin. En todo ese largo y duro proceso, el PS tuvo un rol protagónico y fundamental, sin él no habría habido Concertación de Partidos por el NO, ni triunfo en el plebiscito ni luego Concertación de Partidos por la Democracia.

[cita tipo=»destaque»]Por eso me voy. Buscaré nuevos rumbos, tratando de ponerme a disposición de las luchas que está dando nuestro pueblo, con humildad y modestia, reconociendo que si bien traté de hacerlo lo mejor posible cuando tuve responsabilidades públicas, definitivamente no hice todo lo que debía haber hecho combatiendo a aquellos que llevaron al partido a ser un instrumento más del neoliberalismo, de la mercantilización de la política, que alguna vez denuncié en un par de artículos, pero sin jugarme a levantar un dique de contención a las serias desviaciones que se fueron dando hasta llegar a la situación desastrosa de hoy.[/cita]

Ese poderoso instrumento de las luchas populares que ha sido el Partido Socialista ha entrado, sin embargo, en una espiral de creciente decadencia -a lo menos- en los últimos diez años, hasta llegar a su estado actual de irrelevancia, insensibilidad social y alejamiento de los sectores populares, de la gente de trabajo. La insulsez y vacío político son su sello característico. Sus dirigentes creen que porque hay un puñado de parlamentarios y porque se saca una que otra declaración, ya está listo el rol del PS. Pero hay ausencia total del partido en el movimiento social. Muchos socialistas de base participan allí activamente, pero sin conducción alguna ni apoyo. Por el contrario, se ven, además, sorprendidos por posiciones cada vez más conservadoras de sus dirigentes, de mayor sustento al modelo neoliberal que finalmente ha estallado, por sus profundas contradicciones con su discurso de una igualdad de oportunidades inexistente, de acceso a bienes que sólo los que tienen plata pueden gozar.

Peor aún, no pocos de sus dirigentes se han hecho parte del sistema de múltiples formas, como miembros de directorios de los grandes empresarios del país, lo que difunden incluso como una virtud. Para peor, el PS ha sufrido una profunda transformación de su base militante, donde campean los militantes-ficha, controlados por quienes detentan el poder para reproducirse eternamente en sus cargos, que es lo único que les interesa en definitiva. Y ahora, ante el estallido social que finalmente se ha producido por tanta desigualdad y abuso, no son capaces sino de apoyar las leyes represivas que el Gobierno manda una tras otra, olvidándose totalmente de la magra agenda social que, a la desesperada, lanzó los primeros días de protesta social. Y ahora creen y quieren hacer creer a los chilenos, que con un plebiscito basado en leyes que el Gobierno ha enviado, donde las cartas ya están marcadas por y para la derecha, vamos a poder llegar a una nueva Constitución verdaderamente democrática.

Este PS ya no es el instrumento de la lucha de nuestro pueblo por más justicia, más oportunidades, más dignidad, más protagonismo del que le hablaba Allende a su pueblo. Este PS de hoy, bajo la conducción de esta pléyade de burócratas con sueldos millonarios, de apitutados eternos en cargos parlamentarios, ya no es lo que fue y por el cual miles de socialistas estuvimos dispuestos a dar nuestra vida durante la dictadura para rescatarlo de la destrucción y persecución sistemática a la que nos sometió.

El estallido social iniciado el 18 de octubre puso las cosas en su lugar nuevamente. Millones de chilenos en la calle han denunciado pacífica y masivamente a lo que ha llevado el modelo neoliberal a las grandes masas de nuestros compatriotas. Y el PS, como partido, no ha estado allí. Por el contrario, la gente lo repudia al igual que al resto de las colectividades políticas.

En este contexto, en un momento crucial de las luchas sociales en el país, el PS ha llegado definitivamente a la irrelevancia política que muchos venimos denunciando desde hace tiempo. Tanta es su desconexión de la gente en la base social, que su dirigencia no logra comprender -junto con buena parte si no toda la elite política- el potente mensaje de nuestro pueblo. Y se suma al canto oficialista de buscar la paz cuando a nuestro pueblo no se le ha dado absolutamente nada, que no sea una migaja de las muchas demandas justas que ha levantado. No habrá paz social mientras siga habiendo profundas injusticias y sordera del mundo político, mientras no se acojan las justas demandas de los chilenos, de las mujeres, de los jóvenes, de los niños y niñas estudiantes secundarios, de los indígenas, de los adultos mayores pensionados miserablemente.

Por todo lo dicho, he llegado a la inevitable conclusión que ya no tiene sentido alguno seguir militando en este PS. Este ya no es el partido por el que luchó Allende y tantos otros. Este no es el instrumento de lucha de los trabajadores, que fue por tantas décadas de manera valiente y digna. Ha sido pervertido y llevado a la intrascendencia política. Peor aún, como está, da vergüenza militar en él. Renuncio sin pesar por la organización que dejo, pero sí por los cientos y miles de militantes que dieron su vida defendiendo al partido de Allende en dictadura, reconstruyéndolo de su destrucción sistemática, recomponiendo las organizaciones sociales y de trabajadores, dando la pelea en todos los frentes. Aquel PS ya no es y difícilmente lo volverá a ser.

Por eso me voy. Buscaré nuevos rumbos, tratando de ponerme a disposición de las luchas que está dando nuestro pueblo, con humildad y modestia, reconociendo que si bien traté de hacerlo lo mejor posible cuando tuve responsabilidades públicas, definitivamente no hice todo lo que debía haber hecho combatiendo a aquellos que llevaron al partido a ser un instrumento más del neoliberalismo, de la mercantilización de la política, que alguna vez denuncié en un par de artículos, pero sin jugarme a levantar un dique de contención a las serias desviaciones que se fueron dando hasta llegar a la situación desastrosa de hoy.

Lo que me pueda quedar de vida útil lo destinaré a apoyar las luchas de mi pueblo sin aspirar a nada, sino sólo a poner al servicio de ellas mi experiencia, en lo que ésta pueda servir. Y si hay fuerzas dispuestas a levantar un nuevo referente orgánico de las ideas socialistas que recojan lo mejor de la trayectoria de lucha de lo que fue el PS, allí estaré dispuesto a colaborar en lo que pueda, en un esfuerzo porque la política recupere y se haga en el marco de una nueva ética, mucho más consecuente y exigente, para ser digna de la confianza de nuestro pueblo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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