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La importancia de ser de Alberto Opinión

La importancia de ser de Alberto

Felipe Bäuerle Fuscher
Por : Felipe Bäuerle Fuscher Licenciado en Comunicación Social y Máster en Información Económica. Residente en Buenos Aires.
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“Debemos crear una ética de las prioridades y las emergencias. Debemos empezar por los últimos para llegar a todos”, dijo Fernández al asumir como presidente en diciembre pasado. Lejos del discurso colorido en ese momento, lleno de frases hechas y de grandilocuentes acciones de marketing político, las palabras del mandatario argentino hoy cobran sentido. Más allá de las encuestas que, entre otras cosas, muestran que el 90% de la población apoya las medidas implementadas y lejos de romantizar su acción, aún existe -aún en medio de lo incierto de esta cuarentena- una sensación de tranquilidad ante la responsabilidad con la que ha actuado el gobierno, en un país donde dicha sensación no suele ser moneda corriente.


«Tenés una fortuna que te pone entre los más millonarios del mundo, hermano ¡esta vez colaborá!». Así le habló -en una entrevista radial concendida hace unos días- el presidente, Alberto Fernández, al dueño de Techint, Paolo Rocca, la principal empresa metalúrgica del país, al conocerse el eventual despido de más de 1.400 trabajadores en medio de la emergencia sanitaria generada por el Coronavirus.

Lo anterior es una muestra de una de las principales características del actual primer mandatario: su franqueza, esa que le ha granjeado amistades y distanciamientos, con propios y ajenos.

Alberto Fernández es un tipo de pensamiento racionalista, para quien el dato duro es fundamental a la hora de tomar decisiones. Ello no le resta empatía con la gente, más allá de las voces disidentes -mínimas- que pretenden sacar algún reditúo en medio de un contexto inédito.

La crisis provocada por esta pandemia cambió todos los planes y perspectivas. Fernández se posicionó desde el primer minuto al mando de la situación, apelando a las necesidades, urgencias y responsabilidades colectivas. Se coordinó con todas las autoridades del país, más allá de su color político y tomó decisiones, tal como lo hizo al implementar la cuarentena obligatoria: antes del anuncio público, estuvo reunido por varias horas con los jefes y jefas de gobierno de cada provincia y de la Ciudad de Buenos Aires. Eso no ha sido una excepción.

[cita tipo=»destaque»]“No podemos, en semejante crisis, desamparar a alguien dejándolo sin trabajo” y “voy a ser duro con los que despiden”, han sido parte de las frases que se ha despachado este presidente que en un mes de gestión frente a la emergencia ha logrado atenuar, al menos en apariencia la “grieta”, que fue elemento central de los discursos oficialistas y opositores durante la última década. Incluso, no son pocos aquellos y aquellas que, ante la inminencia de la llegada a la Casa Rosada de la dupla Fernández-Fernández vociferaban a los cuatro vientos que dejarían el país y hoy reconocen la acción oportuna del ejecutivo. Esto incluye al expresidente Mauricio Macri, quien salvo por un par de intervenciones llamando a la población a cumplir las medidas de cuidado, ha estado al margen del proceso.[/cita]

En la lógica de cubrir cada frente, ha utilizado todos los canales de información disponibles para hacer llegar su mensaje. Así, ha sido posible verlo en entrevistas para la televisión, responde mensajes en Twitter, a la vez que se hace parte de una campaña radial que invita a los oyentes a motivar a otros a quedarse en casa. “Hola, soy Alberto Fernández, de Olivos. Trabajo de Presidente. Estoy escuchando todos los mensajes que pasan en ese programa y me parece espléndido que la gente se comprometa y se quede en su casa», se pudo oír en una de las grabaciones.

Creer que todo esto es solo fruto de la espontaneidad del primer mandatario, es pecar de inocente. No obstante, junto a las medidas que el gobierno está tomando para enfrentar la emergencia, esta estrategia ha ayudado a manejar de mejor manera los altos niveles de incertidumbre de una población consciente que se trata de una crisis sanitaria y también económica, un ámbito de constante atención y tensión en el día a día de Argentina.

Así como este lunes sostuvo una comunicación en directo a través de Instagram con el cantante portorriqueño Residente (René Pérez) en donde señaló que el deber hoy de los Estados es salvar a su gente y que “la economía puede esperar y se puede recuperar”, días antes hizo lo propio con los líderes del G20 reunidos vía videoconferencia. “Nadie se salva solo”, les dijo y convocó, especialmente a las principales economías del planeta, a formar un Fondo de Emergencia Humanitaria y a generar un Gran Pacto Solidario. No solo lo dice, más importante aún, lo escuchan.

Mientras que parte de Latinoamérica, con Brasil a la cabeza, enfrentan a los tropezones y de manera errática la crisis provocada por el COVID 19, el gobierno argentino ha tomado las riendas de la situación y ha adoptado medidas para ralentizar la propagación del virus y para apoyar al mayor porcentaje posible de la población que sufrirá las consecuencias económicas de esta pandemia.

“No podemos, en semejante crisis, desamparar a alguien dejándolo sin trabajo” y “voy a ser duro con los que despiden”, han sido parte de las frases que se ha despachado este presidente que en un mes de gestión frente a la emergencia ha logrado atenuar, al menos en apariencia la “grieta”, que fue elemento central de los discursos oficialistas y opositores durante la última década. Incluso, no son pocos aquellos y aquellas que, ante la inminencia de la llegada a la Casa Rosada de la dupla Fernández-Fernández vociferaban a los cuatro vientos que dejarían el país y hoy reconocen la acción oportuna del ejecutivo. Esto incluye al expresidente Mauricio Macri, quien salvo por un par de intervenciones llamando a la población a cumplir las medidas de cuidado, ha estado al margen del proceso.

No es menor la audacia de Alberto Fernández, teniendo en cuenta que hace poco menos de cuatro meses asumió como presidente de un país altamente endeudado y con una estructura productiva y de consumo tremendamente dañada. No es menor enfrentar una emergencia sanitaria a nivel mundial con una salud pública que solo hace un par de meses recuperó su rango de ministerio, como tampoco es menor hacerle frente a una pandemia cuando la principal entidad responsable de la detección del virus en el país, el Laboratorio de Virus Respiratorios del Instituto Malbrán, sufrió durante los últimos años un recorte del 50% de su presupuesto y en donde, de los once funcionarios que trabajan en el lugar, siete llevan años de contratos precarizados y sueldos vergonzosos.

“Debemos crear una ética de las prioridades y las emergencias. Debemos empezar por los últimos para llegar a todos”, dijo Fernández al asumir como presidente en diciembre pasado. Lejos del discurso colorido en ese momento, lleno de frases hechas y de grandilocuentes acciones de marketing político, las palabras del mandatario argentino hoy cobran sentido. Más allá de las encuestas que, entre otras cosas, muestran que el 90% de la población apoya las medidas implementadas y lejos de romantizar su acción, aún existe -aún en medio de lo incierto de esta cuarentena- una sensación de tranquilidad ante la responsabilidad con la que ha actuado el gobierno, en un país donde dicha sensación no suele ser moneda corriente.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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