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Las confesiones de Mañalich, ¿buscando inmolarse o que lo releven? Opinión

Las confesiones de Mañalich, ¿buscando inmolarse o que lo releven?

Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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Piñera tiene terror a los dos años que vienen, de ahí el llamado a un Acuerdo Nacional. Sabe que la estrategia COVID-19, de los primeros meses, apenas le significó subir hasta los 25 puntos. Una cuenta de ahorro paupérrima, que no le servirá de mucho para enfrentar la “noche oscura” –según Mañalich– de estos dos meses difíciles, luego que todo el relato triunfalista inicial se desplomara con las cifras alarmantes que estamos alcanzando. Lo peor es que la crisis que se avecina pospandemia mezclará todos los miedos del Mandatario: estallido social, crisis económica y sanitaria. Atrás habrán quedado las frases torpes, la soberbia y la provocadora selfie a los pies de Baquedano. Y veremos si Mañalich permanece de escudero o, bien, habrá optado por retirarse a tiempo.


Poco queda del personaje que intentó crear el diario La Segunda, cuando en una portada del mes de abril presentaba la foto del ministro asomándose al balcón de la oficina de Piñera –muy simbólico– bajo el título de “Súper Mañalich”.

Poco queda del sonriente Jaime Mañalich, que se permitía hacer bromas con el COVID-19, como cuando dijo que en una de esas el virus mutaba y “se hacía bueno”. Poco queda de la fase del exitismo, de la celebración anticipada, del “retorno seguro”, de la idea de que el objetivo era enfermar a toda la población o que no había que entrar en pánico, porque muy poca gente se iba a contagiar. No estábamos mejor preparados que todo el resto de los países de América o Italia, pese a que a ellos la crisis los golpeó de manera sorpresiva.

Lo dije en este mismo espacio. La dupla Piñera-Mañalich se vio relativamente bien durante el primer mes. Se notó que disfrutaron la etapa fácil, aquella con pocos casos, cuando era posible hacer la trazabilidad de cada persona infectada. Pero principalmente hicieron el intento de posicionar, con una evidente complicidad, el retorno del Presidente eficiente, al que no se le escapaban los detalles, el “experto en crisis”, el del conductor del rescate de los 33.

Y recalco que fueron ambos, porque el resto de los ministros parecían no estar invitados a la fiesta. La de los exitosos, los que habían seguido el camino correcto en solitario –contra la corriente de todo el resto de los países–. Dije también, irónicamente, que, si eso significaba que Mañalich se ganara el Nobel, maravilloso por él, por Chile y especialmente por los más vulnerables y personas de riesgo.

Como dijo Evelyn Matthei, el ministro no es simpático. Tampoco parece ser muy empático, más bien se proyecta bastante soberbio y abusa de la intelectualidad. Es un tipo peleador, pero, por lo visto, ha hecho un esfuerzo en estos meses para controlarse. De pensamiento hablado –por eso se llevan tan bien con Piñera–, aunque siempre queda la duda de si sus explosivas frases son estratégicamente elaboradas o simples lapsus. Y esta vez, lanzó varios torpedos en pocos días, dejando el Gobierno en muy mal pie. La verdad es que pareció más bien una confesión, una catarsis. Dijo que todos los modelos con que se había seducido se habían derrumbado. Señaló que no se imaginaba el nivel de pobreza y hacinamiento de un sector de la Región Metropolitana. Afirmó que algunas regiones podían volver a la “nueva normalidad”. ¿Por qué tanta sinceridad?

Resulta evidente que Mañalich se convirtió en el hombre de confianza del Presidente cuando se rompió el núcleo de hierro, encabezado por su primo Andrés Chadwick y Cecilia Pérez –que quedó relegada a un plano secundario–. Si había una definición que caracterizó siempre a esa dupla, fue la lealtad a toda prueba y especialmente la incondicionalidad, un rasgo que no se observa en Gonzalo Blumel. Baste recordar que Pérez llegó incluso a defender, al límite de lo ridículo, a los hijos del Mandatario en su torpe viaje a China como parte de la delegación oficial.  Y aunque el médico es bastante autónomo, pasó a cumplir un rol fundamental para el Piñera post 18/0: la estrategia política sanitaria podía servirle para levantar las alicaídas cifras de apoyo ciudadano que llegaron, unas semanas antes del inicio de la pandemia, a un 6%.

Mañalich y Piñera se conocen hace años, desde la época en que el empresario participaba en la clínica Las Condes. Además, es evidente que no tiene aspiraciones de pelear por un cupo de elección popular. Siendo un hombre inteligente, sabe que el nivel de rechazo que despierta –también en el primer período en que estuvo en el mismo cargo– es irremontable. En otras palabras, el ministro no podía perder mucho en esta vuelta. Y, claro, le siguió el juego a un Jefe de Estado ansioso no solo por recuperar el apoyo ciudadano, sino también por aprovechar la oportunidad de superar los duros meses previos.

Así, fue el propio titular de la cartera de Salud quien puso una tentación irresistible para el Mandatario: la necesidad de ser reconocido como una figura mundial. De ahí esa desquiciada idea en la base de la estrategia comunicacional, alentada por el ministro y que Piñera desplegó durante el primer mes y medio. ¿Y por qué Chile no podía ser el país que derrotara al SARS-CoV-2? Todos equivocados, descalificando las cuarentenas extensivas que seguían cientos de países, acelerando el retorno a la “normalidad”, esa que nunca volverá.

¿Por qué Mañalich dio entonces este salto al vacío? Reconocer ahora que se vinieron abajo los modelos en que creyó a ciegas, sin aceptar la participación real del Colegio Médico –los relegó a la Mesa Social–, las sugerencias de la Sociedad de Epidemiología o incluso de los asesores de la Mesa de Datos, que terminaron renunciando ante la tozudez del ministro. ¿No será que Mañalich se jugó el todo por el todo, convenciendo a Piñera de que su plan le permitiría borrar la crisis 18/0 y alinear a un país detrás de su figura? En ese caso, el médico podría estar intentando cargarse toda la responsabilidad de la mala decisión, para cubrir al Presidente e inmolarse antes que el colapso sea total. ¿O estará buscando que lo releven –ya suena Karla Rubilar– para evitar que el costo reputacional sea catastrófico? Después de todo, soldado que arranca, sirve para otra guerra.

Piñera tiene terror a los dos años que vienen, de ahí el llamado a un Acuerdo Nacional. Sabe que la estrategia COVID-19, de los primeros meses, apenas le significó subir hasta los 25 puntos. Una cuenta de ahorro paupérrima, que no le servirá de mucho para enfrentar la “noche oscura” –según Mañalich– de estos dos meses difíciles, luego que todo el relato triunfalista inicial se desplomara con las cifras alarmantes que estamos alcanzando.

Lo peor es que la crisis que se avecina pospandemia mezclará todos los miedos del Mandatario: estallido social, crisis económica y sanitaria. Atrás habrán quedado las frases torpes, la soberbia y la provocadora selfie a los pies de Baquedano. Y veremos si Mañalich permanece de escudero o, bien, habrá optado por retirarse a tiempo.

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