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Los errores no forzados que tienen a La Polar de César Barros nuevamente al borde de una crisis

Los errores no forzados que tienen a La Polar de César Barros nuevamente al borde de una crisis

Héctor Cárcamo
Por : Héctor Cárcamo Periodista El Mostrador Mercados
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El desconocido rechazo a una oferta de Ripley por Colombia y el fracaso de ese proyecto juegan en contra. Se viene una batalla entre acreedores y accionistas, con AFP en el medio.


Pocas horas llevaba sentado en junio de 2011 como timonel en el directorio de La Polar y César Barros ya tenía ofertas sobre la mesa.

Parecía una humorada, dado el trágico escenario que recién comenzaba a trazarse con el escándalo de las repactaciones unilaterales. Pero era cierto. Ripley, la compañía de la familia Calderón puso sobre la mesa US$ 50 millones a cambio de las operaciones de la multitienda en Colombia.

El directorio lo discutió, pasó el tiempo y terminó diciendo que no. Colombia parecía ser la única salvación a una firma vilipendiada sin piedad por la prensa y el mercado financiero que meses antes sólo dispensaba alabanzas por su crecimiento.

Barros y compañía se concentraron en apagar incendios: convenio judicial con acreedores, disputas con el Sernac y la inaugural mirada atenta de los reguladores.

“Lazard, el síndico, los acreedores y el directorio coincidieron en que las operaciones en Colombia no valían menos de US$ 100 millones”, dice una alta fuente de La Polar, y eso fue suficiente argumento para rechazar la oferta.

El comentario es la respuesta a las críticas que está recibiendo la mesa por el anuncio de principios de marzo, de que decidieron dejar caer Colombia, castigar las pérdidas y gestionar su venta. Pero esta semana se conoció que no hay ofertas.

El panorama se ensombrece porque la noticia llega en mal momento y ahora, que no son buenos tiempos, los críticos arrecian.

La renegociación de la deuda no fue buena, dicen los más duros, pues dejó expuesta a la compañía a una deuda demasiado alta y hoy La Polar, básicamente, trabaja para pagarles intereses a los acreedores.

A septiembre de 2013, la empresa pagó casi US$ 40 millones en costos financieros y no rebaja un solo peso en capital. Y aunque las cuotas de capital vendrán en no menos de 5 años, se hace urgente recuperar la compañía bajando la mochila de pasivos.

La diferencia es que la confianza en el directorio de Barros ya no es la misma. Todos reconocen que lideró una negociación que salvó a la empresa, fue un bombero eficiente en medio de la crisis y logró convencer a inversionistas de apostar por el resurgimiento de la empresa. Pero Colombia volvió todo casi a fojas cero.

Autogol

En noviembre de 2012, un año y medio después que estallara el escándalo de las repactaciones unilaterales, La Polar parecía revivir.

Una parte de los accionistas que se quedaron tras el «crash» y los recursos frescos provenientes del exitoso aumento de capital gestionado por Celfin (ahora BTG Chile), lograban inyectarle US$ 270 millones al retailer. Tenía una segunda oportunidad. Aunque un dato revelador es que los inversionistas chilenos se marginaron y la mayoría de los nuevos accionistas eran fondos extranjeros.

Las promesas inundaron corazones. La marca en Chile no estaba tan deteriorada como se pensaba y Colombia ofrecía una cumbia rentable. La apuesta era recuperar el negocio local y apostaron con fuerza al país cafetero.

La mitad de la plata, decía Barros en ese momento, iría al país cafetero. La media decena de tiendas en ese país debía ser reforzada con fuerza para aprovechar el auge económico del país.

En 2013, de hecho, se destinaron US$ 50 millones a dicha operación y para 2014 había otros US$ 30 millones proyectados.

Pero algo no calzaba. Fuentes que conocen la empresa aseguran que incluso en 2012 ya había dudas sobre el futuro del negocio en ese país. Se desconocía el mercado, su cultura es diversa y el factor logístico, que resultaba clave, no estaba preparado. Además la ubicación de las tiendas era mala y los arriendos se habían hecho a precios muy superiores al mercado, lo que le afectaba los flujos a la operación.

El desorden de la operación colombiana debía ser corregido. Las ropas y productos importados desde Asia eran adquiridos desde Chile y arbitrariamente se designaba un 10% a la filial. Se hizo el cambio, llegó Francisco Martínez, ex ejecutivo de Falabella, y todo pintaba mejor.

Pero en marzo de 2013, el gobierno de José Manuel Santos los sorprendió. Elevó de 15% a 50% en promedio los aranceles a productos importados, con un monto aun superior para algunos productos claves de La Polar.

No sólo recibió el golpe la maltrecha multitienda. Falabella y los otros retailers chilenos debieron aguantar el chaparrón. Pero La Polar ya venía herida y no podía resistir más.

Fuentes cercanas a la compañía reconocen que en ese momento, seis meses después del capital para reimpulsar la empresa, se dan cuenta de que Colombia no era viable. Aunque nada se le dijo al mercado.

Se contrató a MBA Lazard para conseguir un socio, gestión que se reconoció algunos meses después. Y a fines de año la situación era clara. Sin socio y sin recuperación del negocio, Colombia era un saco sin fondo.

Desde noviembre la apuesta fue buscar compradores, pero hasta ahora no hay ofertas concretas y el directorio incluso analiza la posibilidad de tener que mantenerse en ese país. El miércoles la empresa reconoció un impacto de $ 44 mil millones en los estados financieros de 2013 que verán números de color rojo oscuro.

Desde fines de noviembre, además, el directorio detuvo la inversión en ese país y las fichas están completamente concentradas en Chile. Porque en nuestro país el negocio mejora. Las ventas suben casi 15%, con lo que las ventas por metro cuadrado se acercan a UF 8 y no es tan lejano el UF 10/M2 proyectado para 2014. El negocio financiero también se destaca y el margen retail bordea el 25%.

Pero deben tomarse decisiones. La próxima, consiste en una nueva renegociación de la deuda. Hay US$ 1.000 millones que los tenedores de bonos buscan recuperan en un porcentaje aunque sea menor.

Las últimas cotizaciones del bono senior a 10 años reducen a casi un quinto el valor de la deuda, mientras que el junior a 20 años apenas raya en un 5% del total.

Los penales

El mercado huele la sangre y ha llevado la acción a niveles cercanos a $ 40 –una caída de 93% desde 2011–, aunque llegó a estar en $ 30, luego que hace un año y medio se colocara el aumento de capital en más de $ 170. Los accionistas han perdido casi todo lo invertido y parte de ellos ya desistió de seguir.

Un fondo estadounidense vendió una parte importante de sus acciones hace 10 días y la acción, que se había disparado hasta casi $ 80 luego de conocer el final de Colombia, volvió a desplomarse.

No todos creen que la baja del precio sea por una razón de negocio. O al menos en lo formal. La SVS lleva más de una semana solicitando información a distintas corredoras de bolsa locales sobre las transacciones con la acción de La Polar, revelan fuentes de mercado.

La tesis de algunos es que podrían ser los propios tenedores de bonos los que estén golpeando la acción para lograr una mejor negociación en la próxima renegociación de la deuda.

Porque el camino más probable para reducir la mochila financiera es el canje de la deuda por acciones, es decir, la capitalización de la deuda, lo que implicaría una fuerte dilución de los actuales accionistas.

Si el precio de la acción está más bajo, los acreedores podrán capitalizar mejor su deuda, lo que se haría a través de un aumento de capital que sería a un precio cuatro o cinco veces superior al actual. El valor impediría que acudieran los dueños actuales de la empresa en opción preferente, se abriría el espacio para que entren los tenedores de bonos.

Pero la autopista dispone de dos vías. Los tenedores de bonos, que en las últimas dos reuniones han planteado informalmente a la administración de La Polar su interés en el canje de la deuda, según fuentes bien informadas, deberán sacrificar gran parte de la deuda para lograr el acuerdo.

Pueden tirar la cadena, dicen cercanos a la empresa, pero si se exceden en las aspiraciones, pueden quedarse sin nada. La quiebra de La Polar no es un buen negocio para nadie.

De hecho, la administración de la empresa ha demostrado que la compañía, sin Colombia y bajando el costo financiero, flota y deja utilidades considerables.

Si los tenedores de bonos no piden más de un 20% o 25% de la deuda, podría haber acuerdo, la empresa mostraría números azules y los acreedores –bancos (20%), AFP (35%), aseguradoras y corredoras – recuperarían más de lo poco que hoy vale dicho pasivo.

Cercanos a la empresa señalan que hay autocrítica, que se cometieron errores con Colombia. Pero advierten que la empresa está en buen pie por el negocio en Chile y en la medida que se reestructure la deuda, capitalizándola como medida más probable (aunque también la emisión de un nuevo bono y la reestructuración es otra posibilidad), el partido puede terminar con final feliz para todos.

 

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