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Análisis: Los Brics imaginan un mundo sin la hipocresía de Occidente


¿Quiénes se creen que son, estas economías advenedizas, Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica?

Esto podría resumir el sentimiento imperante en Estados Unidos, Europa y Japón en tanto las naciones del Brics evalúan la creación de un nuevo banco de desarrollo que podría competir con el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. La medida trae a la memoria a Alice Amsden, la economista del Instituto de Tecnología de Massachusetts que murió el año pasado, y su libro de 2001, “The Rise of the Rest” (El ascenso del ‘resto’).

Los países más ricos pueden preocuparse por este giro de los acontecimientos, mientras los de la periferia del sistema económico mundial comienzan a verse como el centro. O los países desarrollados pueden mirarse en el espejo y pensar de qué manera sus acciones contribuyeron a acelerar el cambio.

Tomemos, por ejemplo, el éxito de Japón al debilitar el yen un 17 por ciento en los últimos seis meses para estimular las exportaciones. Dio lugar a que en China y otros países se hablara de un retorno a las guerras monetarias. La preocupación por la volatilidad del tipo de cambio que perjudica al comercio y el crecimiento es un motivo importante por el cual los Brics, la vanguardia del “resto”, quieren utilizar sus US$ 4,4 billones de reservas en divisas para proteger sus economías y aumentar su influencia internacional.

La caída del yen coincide con las contorsiones del FMI, que se retuerce en todos los sentidos, para proteger el euro. Qué importa que la zona euro quizá sea demasiado desordenada e incompatible para ser salvada. Qué importa que Chipre nunca debería haber sido incluido en la empresa o que el índice de desempleo juvenil del 50 por ciento de España convierta a la cuarta mayor economía de la zona euro en una bomba de tiempo potencial. El FMI, bajo el mando de la ex ministra de Economía de Francia Christine Lagarde, está empeñado en hacer sostenible lo insostenible en Europa.

Problema de percepción

Esto ha creado un problema de percepción más grande de lo que imaginan el FMI y el Banco Mundial. Si uno fuera un líder mundial, como Dilma Rousseff de Brasil, Vladimir Putin de Rusia, Manmohan Singh de India, Xi Jinping de China o Jacob Zuma de Sudáfrica, ¿querría estar a favor de un arreglo tan eurocéntrico? ¿Nuestro sistema derivado de Bretton Woods y forjado a mediados del siglo pasado favorece realmente los intereses de cinco naciones que todavía están en desarrollo y poseen el 43 por ciento de la población mundial? ¿Al FMI le quedará algo si India, por caso, experimenta una crisis?

No ha pasado inadvertido que a Europa se la trata de manera muy diferente que a Asia en 1997. En aquel momento, el FMI intimidó a Asia para que aceptara duras reformas que profundizaron la crisis. Exigió tasas de interés más altas, monedas más fuertes y ajuste fiscal al tiempo que obligó a Tailandia, Indonesia y Corea del Sur a dejar que los bancos débiles quebraran. Cuando Malasia impuso controles de capital, fue fustigada. A Europa se la eximió de todo lo anterior.

Lo mismo ocurrió cuando Wall Street sufrió un crac una década después. El Departamento del Tesoro de los Estados Unidos se quedó de brazos cruzados mientras los reguladores, los bancos y los líderes empresariales se abstenían de aplicar prácticamente todas las recetas que les dictaron a los funcionarios de Asia, América Latina y Europa oriental. Esto incluye el capitalismo de amigos, por el cual los ejecutivos de los bancos pasan a ocupar altos cargos en el gobierno federal para volver a Wall Street pocos años después. Como solución, Richard Fisher, presidente del Banco de la Reserva Federal de Dallas, hace largo tiempo que recomienda desmembrar los bancos demasiado grandes para quebrar.

¿Por qué el FMI no le exige otro tanto al gobierno de Obama? ¿Por qué el FMI siempre respalda los rescates de una economía griega que no aprendió nada de sus errores? ¿Cómo es que Chipre, con una economía de dimensiones similares a la de Vermont, tiene toda la atención de Lagarde en un mundo repleto de riesgos financieros y políticos? ¿El Grupo de los Siete no debería castigar las políticas monetarias de Japón o la negación europea sobre la magnitud de sus problemas? Es esta la razón de que los BRICS quieran su propio FMI, una institución que apoye a las economías sin hipocresía.

China a la cabeza

Es cierto que Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica están muy lejos de ser el bloque económico viable que publicitan sus miembros. Cuando los inversores hablan de los Brics, a menudo se refieren al dinero de China y el voraz apetito de materias primas de los demás. Sus sistemas políticos y sus filosofías económicas son muy diferentes como también sus necesidades inmediatas como países.

Eso no ha impedido que sus miembros tomaran el acrónimo acuñado por el economista de Goldman Sachs Group Inc. Jim O’Neill tan en serio que ya van por su quinta reunión cumbre. Ni tampoco les impidió sumar un quinto miembro. Llamativamente, fue Sudáfrica, no Indonesia o Corea del Sur, que tienen economías mucho más grandes.

Sin embargo, conforme estas economías emergentes clave se ponen a trabajar por cuenta propia, los países ricos tienen parte de la culpa. Los funcionarios de los Estados Unidos, Europa y Japón se llenan la boca hablando de reequilibrar la economía mundial, de aumentar la influencia del mundo en desarrollo en la toma de decisiones, de dejar que los mercados decidan el tipo de cambio, de reducir las barreras al comercio y los capitales y de una mayor transparencia. Pero, al menos desde 2007, las más de las veces han actuado conforme a otras reglas.

La confianza se gana, aun cuando una economía esté entre las que impulsaron el crecimiento mundial durante gran parte del último siglo. Si los miembros del G-7 quieren que los advenedizos de hoy se unan a ellos en la búsqueda de la prosperidad futura, deben irradiar sinceridad. Los BRICS deben confiar en que los mecanismos económicos del mundo funcionan para ellos. De lo contrario, los del “resto” crearán su propio espacio.

(William Pesek es columnista de Bloomberg View. Las opiniones expresadas le pertenecen.)

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