Publicidad

Opinión: A propósito de Benito Baranda, hay necesidad de darle un nuevo aire a la empresa social


Un interesante debate generó la reciente columna publicada en este medio por el Presidente de la Fundación América Solidaria, Benito Baranda, donde criticaba duramente la laxitud de los estándares éticos de los chilenos y chilenas de más altos ingresos que, por su misma condición, tienen mayor acceso a educación y a un estándar de vida mejor que quienes tienen y ganan menos. Entre otros, ejemplificaba que los más ricos en Chile incluso recurren a asesorías expertas para pagar menos impuestos de lo que corresponde, mientras el Estado persigue a los menos favorecidos cuando fallan con alguno de sus compromisos como contribuyentes.

Su exhortación a aquellos que han tenido más oportunidades para que actúen con responsabilidad, cobra especial valor para quienes vemos con preocupación la exacerbación del individualismo y un debilitamiento de los lazos de confianza y cooperación en Chile; en paralelo – vaya paradoja– con un resurgimiento del interés por los fenómenos asociados a la ciudadanía activa. Personajes como Baranda han dado un especial realce a las organizaciones sociales sin fines de lucro en Chile, un segmento que cada determinados años vuelve a recuperar un sitial de importancia en nuestra sociedad, en tanto generador –en la actualidad– de empleo remunerado y voluntario para unas 300.000 personas y del 1,5% del PIB de nuestro país.

La empresa social y las organizaciones sin fines de lucro han experimentado luces y sombras en distintas épocas de nuestra historia reciente. En los 60, tuvieron un auge importante, para retomar nuevos bríos hacia fines de los 80, en virtud de un escenario político de cambios abruptos. Actualmente, el contexto de fuerte debate ciudadano en torno a temáticas como educación y salud públicas y mayor equidad social, es idóneo entonces para que este sector productivo tome cartas en el asunto.

Las organizaciones sociales han aprendido a convivir en los contextos más adversos e incluso han demostrado su resiliencia, sobreviviendo, compitiendo y prosperando en un contexto de economía de mercado. En la actualidad están plenamente insertas, generando instancias de vinculación entre empresas y la sociedad en su conjunto, favoreciendo el emprendimiento y el reemprendimiento en sus ámbitos de acción, alentando la creación de oportunidades para segmentos que parecían no tener ningún tipo de acceso y, en general, como agentes activos, que promueven, movilizan y aportan a su entorno. Y dan ganas de consolidar lo de la transparencia con los roles fiduciario, estratégico y generativo de un buen gobierno corporativo… Y así hacemos "pase" indirecto… al social gov… 

En este contexto, la necesidad de transparencia y de rendir cuentas públicamente, borrando la más mínima sombra de dudas sobre su conducción y el manejo de sus activos, es esencial en los tiempos que vivimos. Una probidad que deben ejercer tanto en su rol fiduciario –responsable de los activos y de cuidar los recursos–-, estratégico –que define el camino para los objetivos de largo plazo– y generativo –el sentido de trascendencia–, las tres facetas que debe cuidar un buen gobierno corporativo.

Sólo en Chile, las entidades que cuentan con algún tipo personalidad jurídica o registro bordean las 90 mil. Quienes confiamos a estas instituciones la creación de nuevas oportunidades para los más pobres o limitados en algún ámbito, también esperamos de ellas una prueba de la blancura que nos garantice que se están movilizando por quienes lo necesitan. La misma expectativa tienen sus directos beneficiados, sus familias y círculos más cercanos, como también las grandes empresas y corporaciones que, por la vía de la responsabilidad social corporativa, las han elegido para hacer su contribución permanente a la sociedad.

Publicidad

Tendencias