Publicidad
40 horas: ¿más tiempo para qué? Opinión

40 horas: ¿más tiempo para qué?

Andrea Aracena Opazo
Por : Andrea Aracena Opazo Directora Ars Global
Ver Más

La ley por sí sola no va a impactar positivamente la vida de las personas trabajadoras, mitigando por arte de magia sus tensiones conciliatorias, y tampoco asegurará que las pymes puedan sortear los desafíos productivos y económicos que se les presenten. La implementación de las 40 horas laborales no significa trabajar menos, significa trabajar mejor.


Hace algunas semanas fue aprobada por el Congreso Nacional de Chile la ley de 40 horas semanales de la jornada laboral. Y ha habido distintas reacciones. Algunas positivas desde el anhelo de trabajadores y trabajadoras que sienten que esto contribuirá a una mejor calidad de vida. Y otras negativas, vinculadas al temor sobre el impacto que pueda traer a las empresas, en especial a las pymes y a algunos sectores específicos como el turismo y el comercio.

Más allá de los miedos, los riesgos e, incluso, de los ajustes que requerirá su implantación para lo cual tendrán que converger voluntades y nuevos diálogos entre los distintos sectores–, lo objetivo e indiscutible es que esta nueva ley reduce la jornada de trabajo con el fin de otorgar más tiempo libre a las personas trabajadoras con el objetivo de mejorar su calidad de vida. Sin embargo, esto representa en sí mismo un desafío a la productividad de las mismas personas que conforman las empresas en gestionar de mejor manera sus procesos y ser más eficientes en la consecución de sus metas, de acuerdo con las dinámicas del mercado.

Hace unos días leí una columna llamada “Las caras de las 40 horas”. En el texto se relataban las experiencias de distintas personas, mayoritariamente mujeres, subrayando lo que significa la reducción de 5 horas en su jornada diaria de trabajo, en especial la posibilidad real de poder ajustar sus horarios de entrada y salida con los horarios de los colegios de sus hijos e hijas. La mayoría de ellas coincidía en una especie de “gratitud” por la “oportunidad” para poder desempeñar su rol de madres y trabajadoras de mejor manera. Esto es relevante en las vidas de las mujeres, considerando que 8 de cada 10 jefaturas de hogares monoparentales son mujeres (hogares conformados por una madre sin pareja y sus hijos e hijas, INE).

Sin embargo, este tiempo adicional, ¿sirve solo a las mujeres madres? ¿Qué pasa con los padres y su corresponsabilidad en la crianza? ¿Qué pasa en aquellos hogares sin hijos o hijas, habrá corresponsabilidad de hombres y mujeres en el uso de este tiempo adicional? Por último, ¿se puede asegurar tras esta ley que las personas utilizarán este tiempo en una mejor conciliación de la vida laboral, familiar y personal y no buscarán complementar sus ingresos con otro trabajo?

Creo que, promulgada la ley, lo relevante ahora es hacerla operativa y sobre todo trabajar mancomunadamente sobre los paradigmas de la cultura laboral y también sobre los estereotipos de género que producen la división sexual del trabajo.

Un instrumento legal no funciona por sí solo. Para ser efectivo en la experiencia de las personas requiere de cambiar el paradigma de la presencialidad laboral, la rigidez de los horarios y turnos, de valorar el compromiso medido en largas e ineficientes jornadas de trabajo. Y se requiere, también, humanizar las relaciones laborales considerando en la planificación estratégica de las organizaciones las necesidades básicas que tenemos como seres humanos, conciliando las tres esferas de la vida: trabajo, familia y desarrollo personal en las mismas 15 horas diarias efectivas de cada semana laboral, es decir, la cantidad de horas en que debemos trabajar, cuidar, planificar y dejar tiempo para nosotros. 

Para que esto sea efectivo, las empresas y sus trabajadores y trabajadoras necesitan ser igualmente productivas y en menos tiempo. Y se puede. Por ejemplo, flexibilizar los horarios laborales ajustando las horas de ingreso y salida, establecer horarios protegidos en la agenda, dejar libres los viernes o al menos la tarde, incorporar tecnología que disminuya los tiempos de trabajo, transporte y la presencialidad, ajustar turnos para trabajar menos fines de semana, implementar bancos de horas de libre disposición y otras tantas medidas de conciliación.

Pero, al mismo tiempo, se requiere trabajar en la sensibilización y toma de conciencia por parte de jefaturas en promover el conocimiento y buen uso de estas medidas y, a la vez, en promover la corresponsabilidad doméstica y de cuidados de personas dependientes. Por último, promover el compromiso de trabajadores y trabajadoras de gestionar sus capacidades para hacer mejor su trabajo, ocupando eficientemente las 40 horas; buscar herramientas para evitar la procrastinación y los tiempos muertos en reuniones largas y desarticuladas; desayunos, cafés y almuerzos extensos; y una programación personal del uso del tiempo en función de los objetivos organizacionales.

En síntesis, la ley por sí sola no va a impactar positivamente la vida de las personas trabajadoras, mitigando por arte de magia sus tensiones conciliatorias, y tampoco asegurará que las pymes puedan sortear los desafíos productivos y económicos que se les presenten. La implementación de las 40 horas laborales no significa trabajar menos, significa trabajar mejor. La recompensa merece el esfuerzo: conseguir una mejor conciliación trabajo-familia para hombres y mujeres por igual. Este es el nuevo trato. Un círculo virtuoso que solo puede traer buenas cosas para las empresas y sobre todo para las personas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias