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¿Qué pasó con el tercer tercio después de Pinochet? Opinión

¿Qué pasó con el tercer tercio después de Pinochet?

Juan Guillermo Tejeda
Por : Juan Guillermo Tejeda Escritor, artista visual y Premio Nacional "Sello de excelencia en Diseño" (2013).
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Pinochet tomó al país en sus delicadas manos y lo zamarreó como se hace con una coctelera sangrienta, y cuando devolvió el país a su nueva administración concertacionista para irse de viaje a Londres, lo dejó convertido en una cosa de dos mitades, no de tres tercios. Había la derecha y la concertación, los dictatorialistas y los demócratas… y eso era todo. ¿Qué pasó con el tercer tercio?


Hasta que vino la dictadura el electorado chileno se dividía en tres tercios, según acotaban esos seres que se llaman hoy los ‘analistas’ y se dedican mucho al análisis. Había un tercio de clase alta, o derechista; otro tercio centrista o de clase media; y un tercer tercio popular o izquierdista, y eso era el país.

Si el tercio derechista basaba su fuerza en la propiedad de la tierra y el linaje de sus apellidos, en los colegios de curas y la Universidad Católica, en una convicción de su propia superioridad y un poco de auténtico asquito respecto del resto de los mortales, la clase media estaba representada históricamente por los radicales, a los que les gustaba la democracia, llevar bigote y compartir asados, y en lugar de ir mucho a misa como los aristócratas, preferían la actitud laica, la masonería, la Universidad de Chile, la educación en liceos, el servicio en alguna repartición pública, oh los Ferrocarriles del Estado, las dependencias judiciales, las escuelas de pueblo… También jugaron ahí un rol importante el ibañismo y los DC.

La izquierda, entretanto, avanzaba disciplinadamente desde las salitreras del norte con sus camisas blancas sindicalizadas y sus puños en alto, en torno a la santa alianza de comunistas y socialistas y leyendo a Marx en la medida de lo posible. Durante el siglo 20 y hasta 1973, los tres tercios se manifestaban claramente en las urnas.

Pinochet tomó al país en sus delicadas manos y lo zamarreó como se hace con una coctelera sangrienta, y cuando devolvió el país a su nueva administración concertacionista para irse de viaje a Londres, lo dejó convertido en una cosa de dos mitades, no de tres tercios. Había la derecha y la concertación, los dictatorialistas y los demócratas… y eso era todo. ¿Qué pasó con el tercer tercio?

El tercer tercio estuvo varias décadas sumergido, y reapareció triunfalmente con el estallido. Son esa gente que no vota, los que no está ni ahí, esos que salen a la calle no para reinvindicar cerebralmente un nuevo avance para los trabajadores sino para bailar en modo barra brava con cánticos y luces lásers al caer la noche, o para destrozar un poco la ciudad y mandarse un saqueo a algún supermercado o incendiar una iglesia o un supermercado y echarse su meadita en el Parque Forestal. Los estallidistas son antisistema y hay muchos grupos diversos, no integrados, que se reconocen en su seno: mapuchistas, feministas, deudores de crédito universitario, migrantes, grafiteros, mendigos, evangélicos, vendedores ambulantes…

Chile, hermanas y hermanos de mi corazón, sigue compuesto de tres tercios electorales, aunque las elecciones valen cada vez menos en este misterioso planeta que avanza veloz hacia su autodestrucción, es que el dinero está desapareciendo para dar paso a unos numeritos en pantallas, y la inteligencia tiene que ser artificial, y los ecosistemas están sollozando, y somos adictos todos y todas a los celulares que nos conectan con el robot central de sistema que devora nuestros datos, mientras unas cansadas aeronaves solitarias llegan a Marte a nadie sabe qué porque en el espacio sideral todo está muy lejos y muy muerto.

Al primer tercio de nuestro electorado le vamos a llamar el tercio colonialista o monárquico o imperial, son los que en tiempos de la Independencia sentían como lata de ser independientes y preferían mantenerse como súbditos lejanos de un rey borbónico europeo, algo más aristocrático con peluca y con casaca, lucharon por ello y perdieron pero se inventaron nuevas formas de peluca al reducir las formas republicanas a los gobiernos autoritarios portalianos, poniéndose entretanto al servicio del imperio británico o de los franceses y últimamente de los norteamericanos. La dicha para ellos no puede estar aquí, en esta tierra maltratada y apartada, sino en el cielo, o si no en el corazón del imperio, el que sea, en Londres o en Paris que le gustaba tanto a Vicuña Mackenna, o ahora en Miami. Y así fue que en septiembre de 1973 voló Agustín Edwards a Washington a convenir con Nixon, Kissinger y algunos CEOs de megaholdings multinacionales la reconducción militar de este país irresponsable, y así ocurrió, hoy somos una tierra de malls y de deliveries y cornershops, una colonia fértil, sumisa, un estado más de la unión invisible que mantiene unidos a todos los países de la tierra en torno al mercado menos a los raros y rebeldes, que ya se integrarán.

Al segundo tercio le vamos a llamar el tercio republicano entendida esta palabra en su sentido tradicional, nada que ver con Kast, un tercio concertacionista o postconcertacionista que va desde parte de los demócratacristianos hasta los a la vez disciplinados y combativos comunistas, que se apoyaron largo tiempo en el imperio eslavo de los soviéticos pero ahora ya no porque el comunismo internacional se desplomó, desapareció, y regresan los comunistas a su tronco laico, masónico, fiscal, popular, urbano, republicano. Este tercio está en parte conducido o colonizado también por el imperio norteamericano a través de figuras sombrías como Lagos y sus pepedés y socialistas antisocialistas, o los DC que desde 1962 son financiados secretamente desde el norte, tan enredado que es todo.

El tercer tercio podemos llamarlo antisistema, y es el que salió a llenar las calles del estallido, conteniendo en su seno a todas las periferias posibles, a las minorías que no se reconocen ni como colonialistas ni como republicanos tradicionales, y que tienen la suave sensación de que se los están manduqueando, o sea que son más bien rabiosos o anárquicos o periféricos o pertenecientes a minoría diversas, ahí divisamos quizá el dolor mapuche, la vulnerabilidad feminista, la fe evangélica, la barra brava, la rebeldía estudiantil, la delincuencia lumpen, la población periférica, los guardias de seguridad, los efectivos armados, los grafiteros, el comercio ambulante, en fin, esa gente que cultiva el desacato y que no quiere ser fiel a nada, los que votaron masivamente por los constitucionalistas de Elisa Loncón y al poco rato se cambiaron también masivamente a los republicanos de Kast, y que tanto pueden ir con furia a saquear un supermercado o incendiar una iglesia como a disfrutar de una liquidación, o sea un Sale, en un mall. No son de colegio católico como los colonialistas, ni de colegio laico o concertado como los republicanos tradicionales, son de matinal de tv y de la dark web. Constituyen en este momento el target favorito de los neonazis de Kast, la zona natural de crecimiento electoral del bolsonarismo local.

Estas divagaciones me dejan exhausto, así es que me voy a tomar mis vitaminas y a hacer un poco de gimnasia moderada. Quisiera entender cuál es el tercio que me corresponde. Os amo vagamente…

  • Esta opinión fue publicada originalmente en el Facebook de Juan Guillermo Tejeda. Ver AQUÍ
  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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