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Peña: “(La derecha) declara ‘nunca más’ pero guarda silencio sobre qué subyace a ese ‘nunca más’” PAÍS

Peña: “(La derecha) declara ‘nunca más’ pero guarda silencio sobre qué subyace a ese ‘nunca más’”

“La derecha ha tenido una actitud francamente inmadura, absurda. Alguna vez abrigamos la esperanza –una tibia esperanza, habría que agregar– de que apareciera una derecha democrática, liberal. Pero la derecha se ha mostrado como es: aferrada a su trauma de la UP e incapaz de desprenderse de la dictadura. Esto último es realmente increíble. Yo he escuchado a personeros de derecha, a intelectuales de derecha, incapaces de emitir un juicio de condena moral sobre un golpe de Estado. ¿Cómo es posible, al cabo de 50 años?”, se preguntó el rector de la Universidad Diego Portales.


El rector de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña, lamentó la pérdida de la capacidad reflexiva  en el tema de la memoria histórica, según una entrevista publicada este domingo por el diario La Tercera.

En sus declaraciones, Peña además lamentó que la derecha siga siendo incapaz de condenar el golpe de Estado contra el gobierno constitucional del Presidente Salvador Allende.

Asimismo, señaló que si bien éste último representaba un anhelo de cambio mayoritario, fue incapaz de decidirse por la gradualidad de las reformas, tal como pregonaba el Partido Comunista de Chile.

Retroceso

“Creo que ha habido un retroceso, porque hemos perdido, aunque podemos recuperarla, una cierta dimensión reflexiva. Y la memoria, para ser sana, requiere ser reflexiva. Porque no es un depósito de recuerdos fijos, es un pasado que se elabora. Y la única manera de hacerlo es traer los hechos al presente, pero, a la vez, reflexionar sobre ellos para irlos despojando de su estela de dolor y de culpa”, señaló.

“Como dice San Agustín, hay que ser capaz de recordar sin tristeza que alguna vez sufrí, y sin temor que alguna vez tuve miedo. Pero esta concepción de la memoria, al parecer, compite en el espacio público con otras dos. Una, la que entiende la memoria como un reservorio de hechos luctuosos y demandas de justicia. Es la concepción que subrayan las víctimas”.

“Y otra, la memoria como un puro dispositivo de olvido, que declara ‘nunca más’ pero guarda silencio sobre qué subyace a ese ‘nunca más’. Es lo que promueve la derecha, ya de manera institucional con la declaración que sacó Chile Vamos esta semana”, agregó.

“La derecha ha tenido una actitud francamente inmadura, absurda. Alguna vez abrigamos la esperanza –una tibia esperanza, habría que agregar– de que apareciera una derecha democrática, liberal. Pero la derecha se ha mostrado como es: aferrada a su trauma de la UP e incapaz de desprenderse de la dictadura. Esto último es realmente increíble. Yo he escuchado a personeros de derecha, a intelectuales de derecha, incapaces de emitir un juicio de condena moral sobre un golpe de Estado. ¿Cómo es posible, al cabo de 50 años?

RN y UDI, atados al Golpe

Peña además señala que los cuadros de RN y la UDI aún tienen su identidad “atada a la legitimidad del Golpe y de la Constitución del 80″.

“No digo que sea algo consciente, ¿ah? Si uno les pregunta, por supuesto que toman distancia. Muchos de ellos esgrimen haber nacido después del 73, o ser muy pequeños entonces, para decir “no, yo ni siquiera sabía”, o “no tenía conciencia política en esos años”. Pero esta incapacidad de hacer un juicio crítico, moral, racional, demuestra de manera flagrante, en mi opinión, que hay una especie de compromiso inconsciente con esos eventos”, expresó.

Peña atribuye esa lealtad a varios factores, ligados a lo que su juicio son las “tres derechas” (oligárquica, hispanista e industrial), que a su juicio Jaime Guzmán logró sintetizar en la Carta Magna.

“Uno de ellos es el trauma de la reforma agraria. La derecha chilena se compone de varias vertientes, ¿no? Hay una derecha de raíz oligárquica, que asienta su dominación sobre la experiencia de poseer la tierra”, explicó.

“Hay otra derecha modernizadora, la burguesía industrial. Y otra es la vertiente hispanista, católica, que es más intelectual, en la línea de Jaime Eyzaguirre y la revista Portada. Pues bien, yo creo que la primera vertiente, esta derecha más hacendal, con una cierta cultura del linaje, del fundo como lugar de recreo e identidad social, vivió la UP y la reforma agraria como un acontecimiento existencial, una cosa cósmica, digamos. Y hasta cierto punto, tienen razón: un mundo se vino abajo. Y la vertiente hispanista, tradicionalista, también sintió que Chile se estaba apartando de su línea histórica”.

“La dictadura, en buena medida gracias al genio de Jaime Guzmán, logró hacer una síntesis extraordinaria de estas tres derechas en torno al proyecto de la revolución capitalista. Ese fue su gran logro: aglutinar, amalgamar a estas tres derechas en un solo proyecto”.

Peña además insistió en que la disociación entre “comprender el Golpe” y “condenar los crímenes” no le parecía correcta.

“Si sólo los crímenes merecen condena, ¿qué les enseño yo a mis hijos? Les estoy diciendo: ‘Mira, si el adversario empieza a tu juicio a abandonar las reglas de la democracia, si empieza a pisotear lo que tú estimas son valores sagrados, entonces es razonable que llames a las fuerzas armadas e interrumpas esto a sangre y fuego’. ¿Eso les vamos a enseñar a las nuevas generaciones? ¿No les vamos a decir que el compromiso democrático que hoy tenemos en Chile es incondicional, es decir, que pasa por sobre tus intereses y los míos?”.

Estallido

Peña además analizó en las acusaciones de la derecha a la izquierda por el respaldo a la violencia del estallido social de 2019, frente a las acusaciones inversas sobre el respaldo de la derecha a la violencia del terrorismo de Estado para acabar con el gobierno de Allende.

“Hay que distinguir. El oportunismo que hubo, esta actitud astuta, desleal con las reglas, para tomar una ventaja que no podías alcanzar mediante el juego democrático, eso es cierto”, afirmó en referencia a los intentos para hacer renunciar al ex presidente Sebastián Piñera.

“Pero una cosa es el oportunismo y otra es la conspiración, ¿no? Hacer un paralelo entre ambas me parece un exceso total, francamente”, expresó.

“Se había instalado la idea de que la izquierda tenía superioridad moral, dado que la derecha había callado mientras se hacía desaparecer personas, se torturaba, etc., mientras que la izquierda fue víctima de eso y sin embargo se dedicó a reconstruir la democracia. Y ahora la derecha, efectivamente, dijo “bueno, parece que no era tan así, puesto que a la menor oportunidad intentaron servirse de las circunstancias para hacerse del poder”. Sí, pero no hay punto de comparación. La prueba está en que hoy estamos discutiendo qué Constitución queremos liderados por los republicanos, nada menos”.

Causas del golpe

Al ser consultado sobre las causas del Golpe, Peña además señaló que “todo acontecimiento humano merece un juicio moralmente neutro que intente comprender por qué ocurrió, qué circunstancias se confabularon para producir un resultado”.

“Pero otra cosa es la pregunta, digámosle moral, pero también ciudadana, que tenemos que hacernos: ¿es correcto que algo así haya ocurrido? ¿Está a la altura de los compromisos recíprocos que tenemos en una sociedad democrática? Si suprimimos este segundo juicio, suprimimos la política, directamente. Entonces, la verdad es que cuando la derecha o sus intelectuales relativizan esta distinción, o se refugian en el tema de las explicaciones, lo que están haciendo es escamotear la condena moral. Lo cual es indicativo del gigantesco apego que todavía tienen a esa experiencia”.

Respecto a las causas históricas, también opinó.

“Podría señalar tres o cuatro que, en mi opinión, conducen de manera importante al quiebre de la democracia. Lo primero es que hacia fines de los años 60 está culminando el Estado de compromiso. Es decir, un tipo de arreglo social que se propuso una tarea gigantesca: incorporar los intereses populares a la modernización, gracias a un centro político que mediaba esos intereses con las clases dominantes. Eso ocurre en Chile entre el 32 y el 70: salvo Jorge Alessandri, siempre gobierna el centro, aliado con la izquierda o con la derecha. Pero hacia 1970 ese arreglo está en crisis. ¿Por qué? Porque se verifica una contradicción insostenible, como dijo Aníbal Pinto, entre un sistema político muy incluyente, que acogía las expectativas de todos los sectores sociales, y una estructura social y económica totalmente excluyente, que condenaba a las grandes mayorías, y no exagero, a la miseria. Yo no soy capaz de entender a quienes miran con nostalgia ese Chile, tan injusto que la mayoría de los chilenos y chilenas estaba por la revolución”, dijo.

“Basta leer los documentos de la época, el programa de Tomic, para advertir que esto era así. Pero no olvidemos que detrás de esos dos tercios políticos había una mayoría popular, instalada en la cultura, favorable al cambio revolucionario de la estructura económica y de clases. En ese sentido, no es cierto que el gobierno de Allende fuera de minorías. Lo incomprensible, mirado desde hoy, es que no fueran capaces de convenir un camino conjunto. Y esto nos lleva a un segundo factor que está muy presente en la política de la época: el extremado utopismo de las élites intelectuales. La política de 1970 está infestada de milenarismo, de la idea de que la historia tiene un guion oculto que el intelectual logró inteligir y que la política debe precipitar. Las élites intelectuales, todas de origen burgués y católico, se golpeaban el pecho leyendo a Lenin, o los DC leyendo a Maritain, todos confundiendo la promesa trascendental del cristianismo con una revolución intramundana. Recuerdo un libro de Frei Montalva que se llamaba Un mundo nuevo, escrito poco antes del Golpe. Bueno, creo que ese espíritu utópico impidió las soluciones de compromiso que son inevitables en una democracia”.

Para Peña, incluso la derecha, “cuando se hace del poder, demuestra estar bañada por un espíritu utópico”.

“Es la índole de la época. Pero el papel de la DC es clave para entender lo que ocurrió. Arturo Valenzuela ha insistido mucho en esto: la DC opta por el camino propio, no es un partido de centro. Es un “centro excéntrico”, como dice Giovanni Sartori, que se alimenta de los extremos, pero del cual los extremos huyen apenas ven la oportunidad. Y eso fue lo que pasó: todos se radicalizaron. Primero unos hacia la izquierda, con el MAPU y la Izquierda Cristiana, luego los otros a la derecha. Se radicaliza también la Iglesia, recordémoslo. Y esto priva al sistema político de ese centro mediador que era la clave del Estado de compromiso”, analiza.

“Otro factor evidente, que ya lo comentamos, es esa derecha que ve amenazado su modo de ser y reacciona ‘como un animal herido’, según dice Aylwin en su libro”.

El papel de Allende

Peña además agregó el papel de Allende.

“La hagiografía hizo de Allende una especie de santo laico, lo cual es comprensible, pero no es cierto. ¡Es un político muy complejo! Por un lado, es un parlamentario cuyos hábitos, cuyas prácticas de comensalidad, son profundamente burgueses. Con tintes de frivolidad, ¿no? De frivolidad trágica, incluso”, manifestó.

“Pensemos en esta imagen. Su hija Isabel, en el bellísimo libro que publicó recién, donde relata su última semana, parte contando la petición que le hace Allende cuando ella va a viajar a México: que por favor le traiga una chaqueta de verano. Y en cuanto ella regresa, lo primero que él hace es probarse la chaqueta, no sé, 12 horas antes del Golpe. Eso es muy significativo de una personalidad. Y agrego otra escena que dice mucho de su cultura política. Cuando el Congreso está debatiendo las Garantías Constitucionales, para resolver si lo nombra presidente, Allende interviene y dice: “Yo doy mi palabra de honor de que se van a cumplir estas garantías”. Y entonces el Marqués Bulnes, Francisco Bulnes, el gran senador de la derecha, interrumpe el debate y dice: “Eso para mí es suficiente”.

“¿Te das cuenta? Esto refleja que la democracia chilena de 1973 seguía siendo una democracia de salón, de alguna manera, entre grupos que practican los mismos ritos, que se entretienen con las mismas cosas y por lo mismo tienen fuertes confianzas entre ellos. Allende es eso, está impregnado de esa cultura y es brillante en ese juego. Pero al mismo tiempo habita en él un revolucionario, un sujeto cuyo ideal del yo es conducir una vanguardia que redima a las grandes mayorías. O sea, su subjetividad está empapada de estas dos dimensiones en conflicto. Y él nunca decide a cuál de las dos va a homenajear. Es verdad que el acuerdo de la UP era que los partidos mandaban…”.

Presidencialismo real

Peña recordó que el presidencialismo como hoy se conoce, debilitado, era inconcebible.

“Allende era un líder de asamblea, donde se vota por mayoría y los dirigentes son voceros, vicarios del colectivo. Eso podría, en parte, exculparlo de la actitud que tuvo. Pero igual creo que, con el liderazgo que tenía, debió tomar una decisión y nunca la tomó. En ese sentido, no en todos, fue un mal político. Joan Garcés, en ese libro estupendo que es Allende y la experiencia chilena, dice que Allende nunca fue partidario de que la Izquierda Cristiana y el MAPU entraran a la UP. ¿Por qué? Porque si ellos eran parte del gobierno, la DC se iba a ver forzada a aliarse con la derecha, tal como ocurrió. O sea, Allende sabía de antemano que radicalizar tanto el sistema no iba a funcionar. Pero dudó hasta el final. Y eso lo pueden hacer los intelectuales, porque no afectan la vida de nadie con sus dudas. Los políticos se tienen que decidir”.

“Creo que ahí Altamirano tenía razón, fíjate. Si no recuerdo mal, él cuenta que cuando Allende le confesó su propósito de suicidio, le habría dicho: “Pero Salvador, eso resuelve de manera individual un problema que es colectivo”. Es decir, el suicidio de Allende salva, sin ninguna duda, su propia figura, y favorece una hagiografía que hasta cierto punto es justificada. Bueno, pero no salvó nada más. La democracia cayó, amplios sectores populares fueron perseguidos y masacrados. Mi opinión –claro, luego de 50 años– es que él debió arriesgar su capital político y oír más al PC, un partido revolucionario que apostaba por el reformismo gradual… O sea, si la racionalidad consiste, como dice Freud, en postergar la satisfacción inmediata, el PC era por lejos la más racional de las fuerzas políticas”.

“En el siglo XX chileno, para mí hay dos figuras que alcanzan una estatura mayor que todas las demás. Una es Arturo Alessandri, que transforma la política en lo que luego sería un fenómeno de masas. Y el otro es Allende, cuyo papel, mirado a la distancia, fue convertir a la masa en sujeto. Basta ver La batalla de Chile, a esas personas pobres y desdentadas erigidas en individuos dueños de sí mismos, con conciencia de clase, para advertirlo. Casa de campo de José Donoso podría ser la obra literaria donde esa experiencia de autonomía colectiva se ficciona. Ese es el notable logro de Allende: proveer de esa experiencia de ser sujeto, la experiencia moderna por excelencia, a la masa proletaria. Y es probable que la represión indiscriminada de la dictadura estuviera animada por el propósito de desmovilizar, de acabar con esa experiencia que es el gran legado de Allende”.

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