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Chile de cara al Mundial Sub 17: más sudor que brillo

Chile de cara al Mundial Sub 17: más sudor que brillo

La cohesión colectiva es la única herramienta posible con la que la selección sub 17 puede encarar el mundial de la categoría. No hay individualidades para confiar en un lucimiento digno de un anfitrión.


Si el Mundial sub 17 que empieza dentro de 22 días se hubiese disputado en otro país, Chile lo habría mirado por televisión, tal como ha ocurrido en las últimas ocho citas globales, a partir de 1999.

Solo su localía le permitirá estar presente, puesto que en el Sudamericano de Paraguay -al que concurrió como invitado- terminó último en su grupo, perdiendo todos sus partidos.

Ese fracaso fue la gota que rebasó el vaso y que decidió la salida del argentino Alfredo Grelak de la conducción técnica.

En buena hora. Porque de haber seguido Grelak, las posibilidades de mejorar el deslucido rendimiento hubiesen sido nulas. Tanto, como seguro el fracaso que sobrevendría en el mundial.

La llegada de Miguel Ponce reanimó el ánimo que estaba por los suelos.

Más conocedor del medio que su colega trasandino, el “Chueco” entendió que esta generación nacida en 1998 no ofrece figuras de relieve que oculten la inmadurez propia de nuestras selecciones sub 17.

Con esa certeza, resolvió lo único cuerdo: apostar por la fuerza colectiva y sostener en ella las posibilidades de evitar un papelón.

Cambió algunos nombres, pero no tantos. Como está dicho, la brillantez no abunda.

A su treintena de escogidos en los últimos meses Ponce les ha machacado el andamiaje grupal, fortaleciendo sobre todo un sistema defensivo que hasta su llegada hacía agua. Desde allí ha procurado remediar la grave incapacidad para generar juego. Sobre todo en el sudamericano guaraní, pero también en los amistosos previos, el equipo era notablemente débil para hacerse de la pelota y controlar el ritmo del partido. Hasta los rivales más precarios le escondían el balón y el equipo se limitaba a correr detrás de él y a intentar parchar los orificios que proliferaban en el área propia.

Al parecer, algo se ha avanzado. Mejoró el rendimiento estadístico, aunque hubo por allí algunas goleadas propinadas por Ecuador y Brasil que hacen persistir las dudas sobre el resultado final de esta aventura.

De todos modos, los mejores resultados hicieron crecer la autoestima y, con ello, el nivel de juego. Chile ahora se propone dominar y a veces lo consigue.
Algo es algo.

Lo malo es que el desafío mundialista es de temer. Sus rivales en el Grupo A no representan ningún cariñito regalado para el anfitrión. Al revés. Nigeria es el actual campeón mundial y Estados Unidos y Croacia son rivales de fuste a nivel juvenil.

Un análisis objetivo sería duro con la Rojita. Si ha sido incapaz de predominar a nivel sudamericano, no tendría cómo desafiar a equipos potentes de otros lares.

En los últimos días –en una valorable señal de amor propio- los muchachos de Ponce han cuajado una gira a Inglaterra y Sudáfrica con resultados alentadores. En tierras británicas ganó al Queens Park Rangers y a la Bisham Academy e igualó con el West Ham United, todos con planteles sub 20. Luego derrotó a Sudáfrica.

Todo indica que la apuesta de Ponce, y de paso de la ANFP, es hacer un papel digno. En castellano simple, pasar la primera ronda, algo que Chile no ha conseguido ni una sola vez en los últimos ocho sudamericanos.

Conseguido ese objetivo mínimo, lo que venga después es un regalo.

Pero para comenzar el camino cuesta arriba primero habrá que debutar el 17 de octubre ante Croacia.

Que no pase lo mismo que en 1987, cuando la Roja sub 20 debutó en el mundial jugado en Chile perdiendo inapelablemente ante la Yugoslavia de Mirko Jozic.

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