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Mundial Sub 17: México, el rival que nadie quiere tener al frente

Mundial Sub 17: México, el rival que nadie quiere tener al frente

Por estaturas parecidas, mañana en Chillán al menos los chilenos no tendrán que mirar hacia arriba a los aztecas. Sí deberán correr mucho y rápido para contrarrestar el vértigo mexicano. Es un duelo donde la palabra desafío cobra su máxima expresión.


El duelo de mañana en Chillán es el símbolo del desequilibrio.

De un lado, una potencia futbolística consolidada, que ha sabido impregnar a todas sus selecciones, adultas o menores, de un mismo estilo de juego basado en la resistencia física y el equilibrio colectivo.

Del otro, un fútbol emergente, que hoy puede pavonearse del alto nivel de juego de su selección adulta, pero cuyas debilidades estructurales le han impedido traspasar esa calidad a sus selecciones inferiores.

Es una desigualdad que concede a México dos títulos mundiales (2005 y 2011) y un sub título Sub 17 (2013), un tercer lugar Sub 20 (2011) y un oro olímpico Sub 23 (2012). Estirpe a la que Chile solo puede replicar con un tercer lugar Sub 17 (1993), un tercer y cuarto lugares Sub 20 (2007 y 1987) y un bronce olímpico Sub 23 (2000).

A simple vista, distancias amplias que se alargan aún más si se repara en que en el resto de las participaciones los aztecas suelen estar varios peldaños más arriba que los chilenos. Por ejemplo, han participado en 12 mundiales de esta serie, contra 3 de los chilenos.

En resumen, en el ranking histórico Sub 17 México se sitúa en el quinto puesto.

Por eso, de apegarse a la lógica, el triunfador del encuentro de mañana por octavos de final entre el Tri y la Rojita debería ser el primero.

Y no solo por su respaldo histórico, sino que también por el rendimiento vigente del equipo adiestrado por Mario Arteaga.

Segura de sí misma como es desde que asimiló en las últimas décadas un fútbol rápido, vigoroso y solidario, la selección mexicana disputó el difícil Grupo C de este mundial sin complejos ni temores. No le importó que entre sus tres rivales estuviesen Argentina y Alemania.

Les ganó a ambas, con solidez y suficiencia. A los argentinos los superó 2-0 y a los alemanes 2-1, resultados que demostraron la madurez del plantel en una categoría donde priman los desequilibrios adolescentes. No es el caso mexicano, cuya estructura defensiva resistió casi sin fisuras los embates de dos potencias mundiales.

Un consuelo: la igualdad 0-0 con Australia abona la sensación de que su poderío ofensivo puede ser contrarrestable si se le opone una concentración máxima para no ceder ante sus transiciones vertiginosas.

Para salir exitosa de este desafío, la Rojita deberá mañana jugar el partido de sus vidas. Tal vez su única condición favorable sea que físicamente hay cierta equiparidad, no como contra Nigeria. Al menos en estatura, porque los mexicanos no son más altos que los chilenos. Por lo mismo, sus zancadas no les cunden tanto más.

El meollo pasa, entonces, por otros factores. En velocidad, los aztecas saben ser más precisos, porque hace muchos años que juegan así. En hostigamiento son feroces y su desdoblamiento muy difícil de controlar. Algo más: su ensamblaje es favorecido por ser un plantel formado en torno a pocos clubes: Guadalajara (5), Pachuca (5), Santos Laguna (3), América (2) y Monterrey (2) hacen de columna vertebral.

Individualmente también tienen para lucir. Su arquero Abraham Romero (Los Ángeles Galaxy) es seguro y fue formado en una cantera perfeccionista como la estadounidense. En defensa su central Francisco Venegas (Pachuca) es el goleador del equipo con dos tantos, y se entiende muy bien con el capitán José Esquivel (Mineros de Zacatecas). Sus laterales Diego Cortés (Guadalajara) y Ulises Torres (América) responden al patrón mexicano en ese puesto. Hostigosos en la marca y rápidos para subir y desbordar.

Al medio Alan Cervantes (Guadalajara) y Kevin Lara (Santos Laguna) forman una línea quitadora e infatigable. También se arriman al ataque para ayudar al cerebro del equipo, Pablo López (Pachuca).

Los tres atacantes son peligrosos porque se desmarcan y pican al vacío con sorpresa. Eduardo Aguirre (Santos Laguna) corre por la derecha, Claudio Zamudio (Morelia) va por el medio y Kevin Magaña (Guadalajara) desborda por la izquierda.

No es fácil anticipar si la Rojita podrá contrarrestar a este rival. No se la pudo con la velocidad y vigor físico de los nigerianos. Apenas consiguió emparejar en algunos pasajes contra los croatas. Solo contra los estadounidenses logró predominar a partir del empate parcial.

En rigor, más allá de si Miguel Ponce asumió muy tardíamente la conducción, las debilidades de la Rojita reflejan el desbalance del fútbol chileno. Campeona de América, Top Ten mundial y elogiada hasta el cansancio la selección mayor, pero carente de pergaminos en sus otros niveles.

No es antojadizo, entonces, anticipar que, a diferencia de lo que debería ocurrir en un enfrentamiento adulto, el Chile-México de mañana -a partir de las 17 horas, en el estadio Nelson Oyarzún- se jugará más en campo rojo que verde; que la pelota la controlará más el Tri que la Rojita y que la oportunidad nacional para salir vencedora radicará en su cohesión defensiva en toda la cancha y en su capacidad para salir en contragolpe. Porque no será mucho el tiempo que el balón estará en pies nacionales, a menos que los mexicanos conviertan rápido y decidan replegarse para matar de contra.

En el único partido entre ambos equipos, jugado a comienzos de octubre en el Estadio Nacional, los chilenos arrancaron un empate 1-1. Pero se trató de un amistoso, de esos que se juegan prudentemente para no arriesgar lesiones antes del torneo de verdad.

Mañana será otra cosa.

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