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Matanza de Tamaulipas acabó con el sueño de hondureños de salir de la pobreza

El presidente Porfirio Lobo, quien acompañó a los dolientes en la Fuerza Aérea, dijo que la matanza en México supone una «inmensa tragedia» para su país.


El hondureño Miguel Ángel Cárcamo partió a EE.UU. en busca de un trabajo mejor porque sacar arena de un río apenas le permitía sobrevivir con su familia, pero su cadáver fue repatriado este miércoles, víctima de la matanza en México que acabó con sus ilusiones y las de otros 71 emigrantes latinoamericanos.

Cárcamo es uno de los 16 hondureños asesinados el 24 de agosto en un rancho del estado mexicano de Tamaulipas, junto a otros 56 latinoamericanos que iban rumbo a Estados Unidos en busca de trabajo.

Miguel Ángel vivía con su familia en la aldea El Guante, a poco más de 100 kilómetros al noreste de Tegucigalpa, pero con alguna frecuencia viajaba a la capital a extraer arena que se utiliza en la construcción, para sustentar a su esposa y sus cuatro hijos.

«Él era un hombre de hogar, se esforzaba para que a sus hijos no les faltara nada, aunque ganaba muy poco dinero», relató a Efe la esposa de Miguel Ángel, Marleny Suárez, mientras esperaba sus restos en la sede de la Fuerza Aérea Hondureña en Tegucigalpa.

«Me decía que quería que arregláramos la casa, que solamente tiene dos cuartos de madera; se fue el 2 de agosto y tenía como 13 días de estar cerca de la frontera con Estados Unidos, la última vez que hablamos me dijo que no me preocupara», agregó Marleny con los ojos inundados de lágrimas.

Cuando no extraía arena, Miguel Ángel se dedicaba a otros trabajos de la pobreza en El Guante, como limpiar cultivos de fríjoles, o en algún aserradero, según el relato de Marleny, quien hoy se desmayó durante la dolorosa ceremonia de entrega de los 16 cadáveres a sus familiares.

Cárcamo salió de Honduras en compañía de su cuñado Luis Suárez, hermano de Marleny, con quien viajó hasta Guatemala, donde les esperaba Rogelio, otro hermano de su esposa que vivía en Estados Unidos.

«Rogelio vino a Guatemala para ayudarles a llegar a Estados Unidos, pero al final mi hermano Luis fue capturado en México y deportado, mientras que Rogelio no aparece, y a mi esposo lo mataron en Tamaulipas», afirmó Marleny.

Decenas de familiares de las 16 víctimas, entre padres, hijos, hermanos, sobrinos y tíos, así como amigos y representantes de organizaciones religiosas solidarias, acudieron hoy a la Base Aérea, donde el momento más desgarrador fue el de la entrega de los cadáveres, que llegaron en ataúdes de color gris en un avión de la Fuerza Aérea Mexicana.

Sobre cada ataúd venía escrito un número, el nombre de cada fallecido y el pasaje bíblico: «Dios es más grande que nuestros problemas».

Miguel Ángel deja a su esposa y cuatro hijos: Petrona, de 16 años, Ángel Rogelio (13), Jessica (5) y Luis Miguel (3).

El presidente hondureño, Porfirio Lobo, quien acompañó a los dolientes en la Fuerza Aérea, dijo que la matanza en México supone una «inmensa tragedia» para Honduras.

La pobreza y la necesidad de un trabajo en su país también obligó a Víctor Manuel Escobar, otra de las víctimas, a irse a Estados Unidos, donde vivió durante 20 años, pero hace tres meses había sido deportado, según relató a Efe su hermana Glenda.

«Yo no hablaba con él desde hacía un mes porque me oponía a que viajara a Estados Unidos por el peligro y porque lo soñé muerto», indicó Glenda, mientras con un hijo menor suyo abrazaba la caja mortuoria con los restos de su hermano, quien en Estados Unidos se ganaba la vida haciendo trabajos de carpintería.

Dos de los hijos de Víctor Manuel, quien residía en San Pedro Sula, en el norte de Honduras, están en el país, mientras que los cuatro restantes viven en Estados Unidos.

Otra de las 16 víctimas hondureñas de la masacre de Tamaulipas es Sabas Ramón Oliva, un labrador que intentó conquistar el «sueño americano» en cuatro ocasiones, según dijo a Efe su hermano José Teodoro, quien añadió que «en la tercera entró a Estados Unidos, pero lo deportaron».

Sabas Ramón era originario de San Esteban, municipio del departamento oriental de Olancho, donde deja mujer y tres hijos.

Según la Cancillería de Honduras, otros cinco hondureños cuyos cadáveres han sido «preidentificados» también murieron en el crimen múltiple de Tamaulipas.

Cada año miles de hondureños jóvenes y pobres se arriesgan a viajar de manera ilegal a Estados Unidos ante la falta de oportunidades de trabajo en su país.

Las autoridades de Tegucigalpa calculan en alrededor de un millón los hondureños que viven legal o de manera ilegal en Estados Unidos, de donde cada año envían a sus familiares más de 2.500 millones de dólares.

Sus remesas son un ligero alivio para la economía de Honduras, uno de los países más pobres de América Latina. EFE

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