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La renovación de los liderazgos políticos


Las discusiones y negociaciones en las plantillas parlamentarias son la ocasión para preguntarse si no ha llegado el momento de buscar una renovación de los liderazgos políticos y, más específicamente, de los miembros del Parlamento.



Pareciera indispensable hacerse cargo de datos empíricos, aunque muy injustos en algunos casos, que son conocidos en relación con el desprestigio de la política y, muy especialmente, de los parlamentarios y los partidos.



Muchos analistas concuerdan en este acierto a partir de numerosas encuestas. Recordemos solamente la del Programa de Naciones Unidas para el desarrollo (PNUD) en su último Informe de Desarrollo Humano 2000. El 78,4% de los entrevistados tiene poca o ninguna confianza en los parlamentarios y el 84,2% en los partidos.



Encuestas tan diversas como la del Estudio Mundial de Valores de la Universidad de Michigan o la del Centro de Estudios Públicos (CEP) coinciden en el mismo resultado. Por alguna razón en la última encuesta del CEP (noviembre-diciembre del 2000), entre los personajes públicos peor evaluados están los presidentes de los partidos políticos.



Los dirigentes tienen, entonces, una opción clara y simple: seguir el proceso de decadencia con los mismos actores o renovarse.



Resistencia



Pero cuando se plantea este tema, existe una resistencia muy acentuada en los mismos actores que han logrado tan impresionante performance.



Para analizar este fenómeno de desprestigio de algunos políticos normalmente se recuerda con razón a Robert Michels, en su libro sobre Los Partidos Políticos. Max Weber, su íntimo amigo, escribió sobre la «jaula de hierro» de la burocracia como una de las características que deberían enfrentar el Estado, la sociedad y la política. Michels planteó, por su parte, lo que llamó «la ley de hierro de las oligarquías». Dos peligros que rodean el poder, sea de los gobiernos o de los partidos.



En estos tiempos vale la pena recordar algunas citas del libro de Robert Michels, porque pueden dar luz a situaciones que es necesario prevenir o corregir. «Quien alcanzó una vez el poder, señala, ya no estará dispuestos a regresar a la situación relativamente oscura que ocupó antes». Y en otra de sus frases memorables escribe: «Quien ha adquirido poder se esforzará siempre por consolidarlo y extenderlo, por multiplicar las murallas que defienden su posición y por sustraerse del control de las masas».



No cabe duda que la decadencia de los partidos pasa por esta tendencia, que se ve con impresionante nitidez en los antecedentes empíricos antes citados, muchas veces sin ninguna conciencia de que es indispensable la renovación. Una de las razones que explican esta tan acentuada resistencia de la clase política por darle espacio a nuevas generaciones, Michels la encuentra en que «cuando los líderes no son personas de medios, no tienen otra fuente de ingresos, se aferran firmemente a sus puestos por razones económicas y llegan a considerar las funciones que ejercen como propias por derecho inalienable».



Partidos vs. sociedad



En América Latina la situación de la falta de sustentabilidad de muchas democracias pasa por la brecha creciente entre partidos y sociedad. La crisis de representación es la antesala al populismo, que tiende a personalizar en un líder aspiraciones que «los representantes» no supieron defender, sugerir o transformar en propuestas.



La última elección municipal dio una señal: la gente -en muchos casos- prefirió caras nuevas, con la expectativa de nuevos estilos y nuevas formas. Está cansada de ver en la televisión la lucha política como una disputa inacabada y autorreferida. A nadie le importa este tipo de refriegas.



Pareciera claro que la renovación es un camino necesario y urgente para muchos partidos. El problema es que funciona «la ley de hierro de las oligarquías». Y, según Michels, el abandono de una situación conquistada muchas veces con mucho sacrificio y esfuerzo, después de varios años de lucha, «es un lujo que sólo un grand seigneur» puede ser capaz de realizar.



La palabra «renovación» de la política ha sido muy usada y poco realizada. Muy especialmente en momentos de campañas electorales internas o externas se plantea que no deben existir grupos o no deben aferrarse a los mismos cargos los mismos dirigentes. En muchos partidos cambian de líderes y las cosas siguen igual. Como lo recuerda irónicamente Michels, lo que pasa es lo que insinúa el proverbio italiano: Si cambia il maestro de capella, ma la musica č sempre quella. La renovación tiene que tener contenidos, propuestas y miradas hacia el futuro que los dirigentes van a encontrar en el corazón de la sociedad, de la sociedad cotidiana.



La renovación en serio de las člites políticas, capaces de incidir en los acontecimientos de una nueva época que emerge, requiere de dirigentes más preparados, capaces de interpretar las grandes transformaciones e imaginar nuevas formas de crear capacidad de innovación, proponer soluciones imaginativas para un futuro en cambio rápido y cada día más acelerado.



Pero los partidos siguen con las mismas ideas para tiempos pasados. Con ideas gastadas no es posible construir el futuro. ¿No será necesario preguntarse si con los mismos políticos no seguiremos más apegados al pasado sin nuevas ideas? En muchos partidos han pasado, año tras año, nuevos liderazgos, pero se repite el proverbio italiano: Si cambia il maestro de capella, ma la musica č sempre quella.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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