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Un acuerdo nacional para reducir el desempleo

¿Qué hacer en este nuevo escenario? ¿Cómo recuperar la senda que supuestamente traíamos en los años 1990-98, de alto crecimiento y bajo desempleo? Quizás lo primero y fundamental es recordar que la Concertación de Partidos por la Democracia llegó al gobierno, para «democratizar» el país y para construir una «economía social de mercado».


La economía chilena esta ciertamente estancada, no solamente ahora, sino que desde hace ya cuatro años, siendo el año 2002 el quinto año de bajo crecimiento y alto desempleo. Como es sabido, entre los años 1990 y 1998 tuvimos un periodo altamente positivo en que la economía creció en promedio cerca de un 7% al año, se aumentó la inversión y el empleo, disminuyó la inflación, aumentaron las exportaciones, se fortalecieron los equilibrios macroeconómicos y además, en ese periodo la sociedad chilena recuperó el estado de derecho, sin violencia política y sin el caos macroeconómico que se presagiaba antes de esa fecha.



Ese periodo altamente favorable, lamentablemente se detuvo y desde 1999 en adelante hemos estado con una economía estancada, con una tasa de crecimiento que ha caído a menos de la mitad del periodo anterior, cercana a un 3% en promedio anual. Hoy, los niveles de ocupación son idénticos a los que teníamos hace 5 años y no hemos logrado resolver o atenuar el problema del desempleo que se perfila como el más urgente y más importante para la mayoría de la gente.



Entre 1989 y 1998, la ocupación total se incrementaba aproximadamente en un 2,6% promedio anual, equivalente a la creación de unos 122.000 nuevos empleos por año. Al ser esta expansión superior al número de personas que se incorporaban al mercado laboral, se generaban las condiciones para un mejoramiento simultáneo de los salarios, lo que a su vez llegó a incentivar importantes inmigraciones desde los países vecinos.



Este proceso de creación de puestos de trabajo, desafortunadamente también se detiene a partir de 1998, por lo cual entre ese año y el actual no se han creado nuevos empleos en términos netos. En particular, durante el primer trimestre de 2002 existen prácticamente la misma cantidad de personas con empleo que en igual fecha de 1998, lo que frente a la natural expansión de la fuerza laboral nos ha conducido a tasas de desempleo que -descontados los Programas de Empleo de Emergencia del Gobierno- fluctúan entre 10 y 12% por año.



El problema con el nivel del desempleo actual, es aún más grave que lo que indican las estadísticas oficiales. Según los estudios realizados por la Universidad de Chile y otras Instituciones de Investigación, indican que los indicadores del INE están mal calculados, fundamentalmente, porque subestiman la fuerza de trabajo y, en consecuencia la tasa de desocupación. Si se comparan las encuestas de la CASEN (Encuesta de Caracterización Socio Económica Nacional) con las cifras del INE, se producen importantes diferencias -de aproximadamente un 2% o más en el nivel de desempleo- a partir de 1999 en adelante. Por lo tanto, el promedio anual de la tasa de desempleo ha oscilado entre un 11,5 a un 12% en los últimos años.



Esta mayor magnitud del desempleo nacional frente a lo que dicen las cifras oficiales, se puede confirmar claramente en la opinión de la gente, manifestada a través de innumerables encuestas de opinión a lo largo de los últimos 2 a 3 años, en las que de lejos se expresa que el principal problema nacional que se enfrenta es el alto desempleo, la inseguridad laboral y las bajas remuneraciones. Es importante recordar que el desempleo desde 1999 en adelante alcanza, según las cifras oficiales a una magnitud cercana al doble del nivel observado en la década pasada, entre 1990 – 1998.



Quizás lo más adverso en el momento actual y que contribuye al clima de pesimismo y de desesperanza que se observa en la mayoría, es que las políticas que se han seguido se han mostrado tardías e insuficientes, como ha sido el caso con la política fiscal, o inefectivas o no adecuadas como ha sido el caso con la política monetaria. A su vez la Agenda Pro-Crecimiento del sector privado, si bien contiene disposiciones necesarias para el desarrollo de las empresas en el futuro, no tiene mayor efecto previsible en la recuperación del empleo y en la creación de nuevos puestos de trabajo.



A la vez, las autoridades económicas del sector público y privado cifran ahora las esperanzas de recuperación económica en la economía internacional, lo que tampoco es una solución clara o tangible para los próximos 2 años, en primer lugar porque ya el magro crecimiento actual de la economía chilena (2,8% en el 2002) se debe principalmente al sector externo, el cual pesa sólo un 24% de la demanda agregada total del país y, aunque la proporción del sector externo fuera mayor, la recuperación de la economía mundial se producirá en forma más lenta y paulatina que lo pronosticado hasta la fecha.



En definitiva, deben reorientarse muy articuladamente los enfoques y las políticas hacia una recuperación sólida de la demanda interna, la cual se encuentra fuertemente por debajo del producto potencial de la economía. En esta etapa se debe lograr una movilización concertada de todos los recursos posibles de origen público y privado en la búsqueda de un gran «Acuerdo Nacional para Reducir el Desempleo».



Es fundamental concordar un enfoque común que reconozca que el factor más importante que está frenando la economía hoy es el alto desempleo. La gente no gasta porque esta desempleada o por inseguridad laboral; a su vez, las empresas no invierten porque tienen sobre-capacidad instalada y porque observan que la gente no gasta por el alto desempleo y por la inseguridad que experimentan. En definitiva, la economía nacional de encuentra en «una trampa a bajo nivel» que es necesario romper y superar a la brevedad posible.



No es con pensamientos positivos ni con políticas ortodoxas que saldremos de este estancamiento. Serán necesarias políticas sólidas, innovadoras, verdaderamente anticíclicas, y concertadas -entre sector público y sector privado- como respuesta seria y sensible a lo que empieza a transformarse en una lenta, encubierta y prolongada tragedia nacional.



* Ingeniero Civil de la Universidad de Chile y Doctor en Economía en la Universidad de Cornell, consultor internacional, miembro de la Comisión Económica y Social de la DC, ex director del BID.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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