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Valparaíso, entre la nostalgia, el cansancio y el futuro

Desde el mar, la vieja caleta fue creciendo a los ritmos del comercio y se fue poblando con construcciones que transferían la nostálgica visión de los inmigrantes. En torno al puerto, centro neurálgico de la actividad ciudadana, se fueron asentando los bulevares de la noche porteña, que agasajaban a los marineros por largas jornadas, mientras los buques se apacentaban de crepúsculos, deslumbrados por la belleza de esta arcada que tenía palafitos increíbles colgando como jaulas de pájaros desde l


Valparaíso ha sido nominada por UNESCO patrimonio cultural de la humanidad. Una ciudad que tiene en su historia de cinco siglos esa espontaneidad que significó florecer hacia arriba en la más ordenada anarquía, con sinuosidades que fueron el derrotero diario de los pioneros, de las personas que se avecindaron en la arcada y que bajaban al plan y a los aristocráticos pies de cerro, a entregar sus servicios y sus productos.



Desde el mar, la vieja caleta fue creciendo a los ritmos del comercio y se fue poblando con construcciones que transferían la nostálgica visión de los inmigrantes. En torno al puerto, centro neurálgico de la actividad ciudadana, se fueron asentando los bulevares de la noche porteña, que agasajaban a los marineros por largas jornadas, mientras los buques se apacentaban de crepúsculos, deslumbrados por la belleza de esta arcada que tenía palafitos increíbles colgando como jaulas de pájaros desde las colinas que rodeaban la bahía.



Ese fue Valparaíso, el de la colonia, el de la independencia, el de la República soberana. Plataforma de un Chile que se plantaba con fuerza sobre el Pacífico, que soportaba el bombardeo de la escuadra española, que entregaba sus mejores hombres para las dos guerras del Pacífico. Valparaíso que supo recuperarse del terremoto que lo destruyó, que fue ganando espacios al mar, que construyó su molo de abrigo y se perfiló como atractiva recalada en los tiempos en que el cruce por el estrecho de Magallanes era ruta obligada. Valparaíso tiene, se estima casi 500 años. Nuestro país independiente cumple el 2010 su bicentenario.



Esta ciudad de emprendedores supo levantar las banderas de una sociedad libre. Quizás las ideas libertarias fueron quedando como panfletos románticos en cada viaje que hacían los bergantines hacia nuestras costas. Los sentimientos corsarios en contra de la dominación española, deben haber calado en la formación de nuestros próceres. Quizás la ilustración francesa también se acodó en algún lugar de la bohemia porteña y supo dejar sus mensajes de libertad, igualdad y fraternidad en el pecho de jóvenes de esta costa sureña, de esta costa de acantilados, donde se empinaba contra toda lógica una ciudad de vientos y naufragios.



El Valparaíso de la plaza Victoria, en los sesenta y setenta, era un espacio de viva democracia, de activismo gremial, cultural, universitario y político. Valparaíso era más ciudad universitaria que ahora, porque la universidad estaba perfilada hacia la ciudad y la comunidad se fusionaba con ella en un debate abierto.



Valparaíso no pretendía ser una ciudad pintoresca, había cuestiones más de fondo, en los cerros se construía a través de cooperativas donde los propios pobladores trabajaban levantando sus sólidas casas; las juntas vecinales eran la democracia de base para una población comprometida con su barrio, su historia y su futuro. Se planteaban en esta ciudad las banderas de la reforma universitaria y así, Valparaíso escribía su propia utopía de ciudad democrática, libre, descentralizada y provocadora de hechos políticos que debían seguir los capitalinos.



Posteriormente, vinieron los hechos de todos conocidos, en donde hay situaciones ligadas a la historia callada de esta ciudad, que es preciso iluminar. Porque fue en Valparaíso en donde hubo un grupo de marineros que se plantearon frente a la oficialidad denunciando la existencia de un complot para derrocar al gobierno. Y fue en Valparaíso donde fueron encarcelados por insubordinación esos marineros, meses previos al 11 de septiembre. Fue en Valparaíso donde partió el impulso principal para el derrocamiento de Allende. Sin lugar a dudas, hasta en esos episodios hubo un protagonismo porteño y los capitalinos generales reconocieron muchas veces el liderazgo que tuvo la institución naval en el denominado pronunciamiento.



Descorrer esa bruma que semi oculta episodios que se vivieron hace treinta años, cuando en el fraternal molo de abrigo, donde los domingos se podía ir a admirar la flota naval, en las semanas posteriores al quiebre de 1973, atracaron los buques Lebu y Maipo, convertidos a la sazón, en cárceles flotantes.



El propio buque escuela Esmeralda fue convertido en durísimo centro de interrogatorios. Creo que es un momento de inflexión que pesa sobre nuestra historia de ciudad. Desde esos buques muchos chilenos divisaron la bahía con miedo y dolor, en medio de rigores que debían callar.



En esas noches interminables de toque de queda, hubo en esa arcada pestañeante, miles de familias llorosas por sus seres queridos, hacinados en esos buques, sumidos en escenarios de nadie quiere recordar, que han quedado como paréntesis que no se han develado. En esa etapa de su historia, Valparaíso perdió mucha de esa energía promotora de cambios que se extendían al resto del país.



Siempre Valparaíso fue adelantado, una ciudad de primeras piedras, que irradiaba sus avances al resto del país. Creo que era necesario hacer mención a esa etapa de nuestra historia, puesto que no se ha superado en la memoria ciudadana y afecta las energías y las confianzas para afiatarnos como localidad.



Son hechos que deben ser superados, porque ahora las personas construyen sus confianzas en factores como la integridad, la legitimidad, la honestidad, antes que en coincidencias ideológicas. Para que resurja con bríos la expresión cultural y creativa en este Valparaíso, Patrimonio Cultural de la Humanidad, es preciso destrabar estos lastres de la memoria y abrir de par en par los portales de la ciudad para que fluya la expresión creativa en todas sus expresiones.



Recordar por ejemplo esas mesas amplias que hasta los noventa, agrupaban en nuestra ciudad a los Poetas, Artista e Intelectuales por la Democracia, y contrastar esos escenarios de esperanza, con la administración sosa de los siguientes doce años, cuando los poetas nunca llegaron a tener espacios de real participación, deja ese gusto amargo de frustración y explica el porqué esta ciudad ha llevado al inmovilismo.



Quizás hoy lleguen a Valparaíso más espectáculos desde la capital, pero en el plano local se mantiene un dejo de escepticismo que atenta en contra de un compromiso colectivo para una ciudad de futuro. Creernos el cuento de ser capital cultural, es mucho más que cantarle a las imágenes de nuestra hermosa geografía; significa recuperar nuestra autoestima y ser protagonistas de nuestro futuro, con un fortalecimiento de la participación ciudadana.



Desde el punto de vista político, el centralismo en democracia nos ha pesado tanto o más que en el régimen militar y se nos siguen imponiendo candidatos, que con absoluta soltura de cuerpo se avecindan legalmente para luego pretender representarnos. Esa ha sido la tónica que quizás demuestre en forma palpable el estilo resignado que ha tomado esta ciudad, debilitada su autoestima.



Este galardón internacional podría ser una oportunidad para un cambio cualitativo.





(*) Consultor internacional, escritor y columnista



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