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Hitos limítrofes

Lo que resulta paradojal es que el propio Juan Carlos Latorre no lo entendió así. En vez de quedarse callado, optó por hablar. ¿Por qué uno esperaría que se hubiese quedado callado? Porque él, que ha hecho de la política su oficio, debería saber que a los cargos de confianza política se accede por capricho del Presidente y se sale por igual motivo.


La salida de Juan Carlos Latorre desde la subsecretaría del Ministerio de Obras Públicas ahora se está leyendo en clave de pugna entre el gobierno y el senador vitalicio Eduardo Frei Ruiz-Tagle y, también, desde una lógica de enfrentamiento al interior de la Democracia Cristiana: la de la instalación de figuras afines a Adolfo Zaldívar en puestos de importancia, desplazando a freístas como Latorre.



Nadie, por ahora, ha querido ahondar en cosas más pedestres: que se trata de un cargo de confianza política del Presidente de la República, que Latorre no era -y estaba claro- el mejor acompañante del ministro Javier Etcheberry y se supone que la idea es que el ministerio funcione, lo que remite a la conclusión de su petición de renuncia.



Lo que resulta paradojal es que el propio Juan Carlos Latorre no lo entendió así. En vez de quedarse callado, optó por hablar.
¿Por qué uno esperaría que se hubiese quedado callado? Porque él, que ha hecho de la política su oficio, debería saber que a los cargos de confianza política se accede por capricho del Presidente y se sale por igual motivo.



Concluido el ciclo sólo cabe dar las gracias -gracias, por ejemplo, por haber tenido una pega estable en un tiempo de tanto desempleo e incertidumbre laboral- y reprimir la veta «picota» que, es humano, puja por salir. Lo otro es suponer que el funcionario llegó a creer que el puesto le correspondía en virtud de algún extraño derecho. Una suerte de apropiación, de privatización de un cargo público.



Latorre dijo, entre otras, dos cosas discutibles.
La primera, que se iba por «convivencia» y no por «talento», haciendo un símil con los reality show que, entre paréntesis, son tan recurridos por los políticos que uno se pregunta si, de verdad, no están entendiendo la política como una reality. Lo que dijo Latorre puede ser cierto -se comentaba hace tiempo las malas relaciones de él con Etcheberry-, pero en los realitys es el público el que vota y determina las razones de la descalificación de un concursante. ¿Cómo habría votado la gente? ¿Le adjudicaba talento a Latorre? Como sea, no era él el que debía decidirlo, si de verdad se trataba de un reality. Pero no lo era, así es que resolvió Ricardo Lagos.



Lo segundo que señaló el ex subsecretario, haciendo alusión a la manida y marqueteada parka roja que usó en las situaciones de emergencia que lo llevaron a terreno y le dieron cobertura televisiva, es que se llevaba la prenda para la casa porque nadie daba la talla ni tenía el compromiso que la parka exigía.



Aparte de la soberbia y la autoestima elevada, lo que Latorre dijo -y ante los funcionarios del Ministerio- es que nadie en el MOP era capaz de desempeñar la subsecretaría con al eficiencia y entrega que él estima que desplegó. Lo insólito es que los funcionarios del MOP aplaudieran esas palabras, sin percatarse que Latorre los estaba ninguneando.



La salida del democratacristiano de la subsecretaría es, en verdad, un incidente menor, que casi no debiera merecer mayores comentarios. Pero vale la pena analizarla si reconocemos en sus adornos un cierto espíritu que ha ido impregnando a la Concertación después de 13 años de ejercicio del poder.



Ese espíritu se caracteriza por poner lo personal, en sus términos más egoístas, por sobre el proyecto colectivo -otra forma de privatización de la política- y, por ejemplo, salir de un cargo haciendo alardes de los méritos propios sin reconocer el programa político que lo instaló allí, y que obliga a la discreción que se desprende de la adhesión al mismo.



Algunos dirán que no puede ser discreto quien tiene ambiciones -legítimas- en el campo de la política. Pero también se podría argumentar que hay un sutil límite que marca cuándo esas ambiciones ya no están al servicio del actual conglomerado de gobierno o de su proyecto. Límite muy difícil de precisar quizás porque ya no hay proyecto.



* Jefe de Prensa de Radio Bío Bío de Santiago.



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