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Algo más sobre la cuestión energética


Otra vez vemos que en Chile se produce una explicable preocupación en torno al abastecimiento de energía eléctrica, y por causa similar a ocasiones anteriores: posibilidades de inminencia de desabastecimiento de una de las dos fuentes principales y el consecuente riesgo de racionamiento eléctrico. Sin embargo, el tema merece que sea objeto de un análisis integral e informado para poder generar una propuesta consistente de mediano y largo plazo, y que comprometa armónicamente las acciones a cargo del gobierno y las que corresponden en manos del sector privado.



Respecto de la particular situación chilena, hemos visto y oído diversas opiniones, en que unas se refieren a cómo resolver el problema inmediato, y otras menos, respecto de cómo enfrentar la situación a futuro.



Por otra parte, no resulta apropiado que esta discusión se deba dar únicamente en el contexto de una situación con amenaza de crisis, ni tampoco que las soluciones que se planteen se puedan dar a un horizonte de corto plazo. Lo que sí, el mérito de estas situaciones de inquietud es que puedan servir de catalizador para generar tal análisis o debate.



Como sea, el resultado esperado de este análisis es que debería traducirse en: una política energética, un plan coherente de identificación y empleo de fuentes de energía, una política de investigación y desarrollo en energía y fuentes alternativas, y un programa de construcción de centrales. Todo lo cual, evidentemente trascenderá los plazos de los períodos de duración de los gobiernos. O sea, deberá ser definido en un momento y llevado adelante en forma optimizada y actualizada por los gobiernos de allí en adelante.



Lo más importante que se debería reconocer es que la fórmula logre por un lado, satisfacer la demanda de la población (entiéndase personas, empresas y organizaciones, medio ambiente) en altos niveles de seguridad y calidad de suministro, así como en cantidad y precio asequibles, como por otra parte favorecer o permitir el legítimo beneficio del negocio para el inversionista y tal que agregue valor a su empresa. Seguro que el punto de equilibrio se alcanzará en donde unos tendrán que pagar un poco más, y los otros ganar un poco menos. Pero, al final todos deberán ganar.



Lo que sí cabe es tener presente que, dadas las circunstancias, a las que me referiré enseguida, las alternativas que se definan serán una solución de compromiso. Junto a esto, es que en la discusión será imprescindible la mayor objetividad y racionalidad posible, en donde las legítimas aprehensiones emocionales o de sensibilidades subjetivas se deberían ver, lamentablemente, subordinadas a la realidad más bien dura de nuestra situación futura. ¿Y cuáles serían esas circunstancias?



En primer lugar, Chile hasta ahora sólo dispone hoy, como recursos propios explotables para generar electricidad, de agua y carbón en menor proporción, que en términos de buscar un alto grado de «independencia» con estos recursos, si bien podría satisfacerse nominalmente con ellos la demanda, para asegurar el suministro requeriría una capacidad en exceso, que haría muy caros los precios de la energía. Pero sería posible. Por ello, siguiendo las condiciones de mercado eléctrico, se opta por recursos de más bajo costo final, como son el diesel y el gas natural, ambos importados, incorporándose entonces un alto grado de dependencia externa.



En segundo término, la situación presente es que Chile empieza a carecer de suficiente capacidad instalada eléctrica de base, por lo que se debe disponer de centrales eléctricas de cierta potencia, 300Mw hacia arriba, y que permitan funcionar lo más prolongadamente posible a régimen estable a su potencia de diseño. Hoy las opciones tecnológicas energéticas comercialmente disponibles, que reúnen estos requisitos, son las hidráulicas, las que queman combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas derivado, gas natural) y las nucleares.



Las otras tecnologías que se mencionan con frecuencia, como geotermia, eólica, solar, biomasa, dados sus niveles de desarrollo, resultan interesantes en otras condiciones de requerimientos, tales como, pequeños consumos, para localidades alejadas, o para combinarse o complementarse opcionalmente con otras fuentes, en los lugares en que estas fuentes energéticas son favorables y en que la inestabilidad natural de esas fuentes no es vital. Por lo tanto, su consideración debe conciliarse con las necesidades y las reales posibilidades técnicas que es posible lograr de ellas.



Luego, mantener una matriz energética eléctrica durante los próximos 5 a 10 años, basada principalmente en dos fuentes, agua en embalses y gas importado, recursos cuya disponibilidad no es suficientemente controlada, presenta un evidente alto riesgo de inseguridad. Por ello, más que incrementar la participación de cualquier de ellas, lo que corresponde es diversificar, es decir, incorporar otras fuentes adicionales a las en uso, con lo cual se reduce el impacto individual de cada una de las fuentes de energía. Y esto, reforzado porque cualquier sea la fuente, deberemos recurrir del suministro extranjero.



Por último, a cualquier opción energética se le imponen crecientes requisitos ambientales que no sólo afectan a la instalación o central, sino forman parte de un cuadro de política de país reflejado en y extendido a los compromisos comerciales y políticos internacionales: protocolo de Kioto, acuerdos comerciales, tratados de libre comercio, etc.



Las consideraciones anteriores conducen a que, sin perjuicio de continuar incorporando centrales hidráulicas y de gas ciclo combinado en el corto plazo, otras tecnologías deben ser consideradas desde ya para un futuro no muy lejano de 10 años, tomando en cuenta que construir una central de cualquier tipo toma normalmente no menos de 4 años.



En ese horizonte, entonces, ¿cuáles son las otras opciones para generar electricidad disponibles, aptas para satisfacer las exigencias nacionales, referidas a cantidad de energía, relación costo/beneficio atractiva, precios al alcance de la población, seguridad en el suministro? Aquí es donde surge que la más asequible que se tiene en el mercado mundial, objetivamente, es la energía nuclear.



Y para esto, ¿está Chile preparado? No, en la actualidad. El sector nuclear chileno es pequeño y está reducido a la Comisión Chilena de Energía Nuclear, cuya actividad es por ahora a nivel experimental. Sin embargo, se tiene que considerar la experiencia que poseen en sus países de origen en manejo de centrales nucleares las empresas que operan en el sistema eléctrico nacional.



Parece evidente entonces que Chile debería emprender sin demora, integralmente como país, un análisis objetivo y amplio que conduzca a soluciones estables respecto de las condiciones, tecnologías y condiciones para abastecer al país de energía, apropiadas para no poner en riesgo la actividad nacional, con todas las opciones de generación de electricidad que se tienen, las que se podría disponer y determinar cuáles serían las más ventajosas para el país a largo plazo.



Al Estado le cabría encabezar y promover este análisis, ya que no obstante la participación privada, al Gobierno le cabe siempre e ineludiblemente asumir los costos políticos de las situaciones de crisis.



Cabría anticipar en este momento que, a diferencia de otras opciones de generación eléctrica, la incorporación de la energía nuclear de potencia, o sea, de centrales nucleares, aparte de tener que ser competitiva económicamente y atractiva como negocio para el inversionista, impone ciertos requisitos importantes al Estado receptor en su conjunto. De partida, el país debe alcanzar otros niveles en una serie de aspectos: legales, reguladores, infraestructura civil y tecnológica, educación, información pública, etc. Disponer de estas capacidades será determinante para la aceptación y confianzas públicas, que son lógicamente hoy decisivas frente a toda iniciativa empresarial.



Dado que la energía nuclear provoca controversia en algunos sectores de opinión respecto de la seguridad de las centrales y la gestión de los desechos radiactivos, materias que en su oportunidad deben ser abordados, obviamente, la transparencia en la transmisión de información y atención de las legítimas inquietudes de la opinión pública, forman parte de una cultura más que democrática.



En suma, Chile tiene un desafío frente a sus puertas que, sin perjuicio de superar las situaciones de contingencia, debe ser abordado sin demora. Las oportunidades también están.









*Gonzalo Torres Oviedo es ingeniero cvil mecánico, ingeniero nuclear y master en gerencia pública. Especialista en reactores nucleares y en administración de proyectos; director ejecutivo de la Comisión Chilena de Energía Nuclear de 1997 a 2001, y consejero científico en la Embajada de Chile en Austria, ante el Organismo Internacional de Energía Atómica, desde el 2001 al 2003. Hoy está a cargo en la CCHEN del programa de energía nuclear. Es miembro de la American Nuclear Society, Sección Latinoamericana.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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