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La democracia que no llega


Desde hace algún tiempo viene creciendo una demanda por mayor participación ciudadana, de la mano de diversos hitos públicos. Uno de ellos fue el primer Foro Social Chileno, una actividad gestionada por más de 200 organizaciones de la sociedad civil, que congregó en su jornada a más de 50 mil personas en una marcha por las calles de Santiago. Adicionalmente, se desarrollaron más de 200 mesas de debate con la asistencia de casi 10 mil personas, quienes, como nunca antes se había visto, pudieron participar e informarse de los principales problemas que recorren a nuestra sociedad, tales como desigualdad social, educación, salud, empleo, medio ambiente, democracia, discriminación y nuestra singular economía y modelo de desarrollo.



Sin duda, la convocatoria superó todas las expectativas y corresponde a la manifestación más grande que se ha realizado en Chile desde el inicio de la transición a la democracia, acuñando el slogan: «Otro Mundo es Posible, Otro Chile También».
A pesar de la escasa cobertura por parte de los diversos, pero homogéneos medios de comunicación, llama la atención cómo fue posible congregar tal cantidad de personas a una jornada de reflexión, información y creatividad. Da la impresión de que podríamos estar en la presencia del primer paso para la consolidación de una democracia verdadera en la que participe explícitamente el grueso de los ciudadanos. Sin embargo, a continuación presentamos las dificultades que podrían bloquear tal precioso anhelo y que es necesario tener en consideración.



1) La Corporación Participa, junto con Adimark, lanzaron hace poco los resultados del Índice Anual de Participación Ciudadana aplicado en 7 países de Latinoamérica. Las conclusiones son engañosas: si bien Chile se ubica en el segundo lugar dentro de la muestra, al mismo tiempo, en lo que refiere específicamente a la participación política, ocupa el segundo peor resultado después de Brasil, curiosamente los dos países con mayores niveles de inequidad distributiva en la investigación.
Además, todos los países en que se llevó a cabo el estudio presentan niveles de participación medio-bajo, lo cual relativiza la obtención de puestos de privilegio.



El déficit en lo que compete a los niveles de participación política es un fiel reflejo de que las personas no creen que puedan influir en las decisiones públicas con su participación. Por ello, no es de extrañar que sólo el 41,8% de los encuestados haya declarado que participar es pertenecer a un grupo y un 29,4% ayudar o colaborar. Sólo un 7,2% lo asoció con la idea de comprometerse, involucrarse o actuar -a diferencia de Argentina que muestra un 33,2%- y un 3,6% con apoyar una causa o luchar por un ideal.



2) Por otro lado, se conocieron los resultados de la primera encuesta de «Consumo Cultural y uso del Tiempo Libre», aplicada entre junio y julio de 2004 en la Región Metropolitana a 1.524 personas mayores de 15 años. Lamentablemente aquí tampoco tenemos noticias muy auspiciosas:



– El 15,4% de los hogares no tiene ningún libro en su casa; un 24,9% de los encuestados no ha ido nunca al teatro; un 34,7% no conoce los espectáculos de danza y 6 de cada 10 personas no ha leído un sólo libro en el último año. Hay una profunda inequidad en materia de consumo cultural. Así, mientras en los sectores de menores recursos sólo el 5,9% ha ido al cine y al teatro en el último año, el 5,2% a conciertos, el 3,7% a exposiciones y el 3,2% a danza, en los niveles socioeconómicos (NSE) alto y medio alto se observan porcentajes incluso diez veces más elevados. De hecho, la brecha socioeconómica llega a ser tan dramática, que mientras en los sectores más pudientes todos los hogares cuentan por lo menos con un libro, en aquellos más pobres el 41,4% de los hogares no posee ningún ejemplar.



3) Existen serios problemas en el acceso a la información pública y a la libertad de expresión, debido a la excesiva concentración de los medios de comunicación, especialmente los escritos, y a la participación real de las personas en las decisiones que se plasman en los municipios. Por si fuera poco, detentamos un sistema electoral de carácter binominal que no da el más mínimo espacio para que las ideas que representan a un 10% o a un 15% de la población se concreten a través de escaños en el parlamento, aportando con pluralidad y creatividad.



4) Por último, existe una serie de impedimentos sociales de carácter estructural que dificultan enormemente el pleno ejercicio de la democracia por parte de muchos de los ciudadanos chilenos, que ante la presión del desempleo y los sueldos precarios y el temor a la delincuencia efectiva y a su profundización por parte de los medios de comunicación, prefieren optar por la desconfianza y ocupar el poco tiempo que les deja el trabajo para estar con la familia.



Por tanto, el gran desafío es reinventar la democracia y hacerla realmente participativa, pero sin lugar a dudas las barreras son múltiples: chilenos desinformados que no leen ni tienen acceso a libros, que renuncian a la participación política porque no vislumbran el impacto directo en sus vidas, que no tienen tiempo porque el trabajo absorbe más del 80% de su día normal, que no se organizan por temor a represalias y desconfianza en el otro, que viven en una de las diez economías más inequitativas del mundo y que cuentan con una institucionalidad y una cultura marcadamente antidemocrática que no puede traducir las buenas intenciones del papel en avances democráticos reales.



Marco Kremerman. Economista, Fundación Terram.


  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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