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La ignorante autocomplacencia de la Conama


La positiva evaluación hecha por la directora de la Conama, Paulina Saball, del desempeño de este organismo durante el 2005, sorprende por su extrema autocomplacencia, especialmente si se piensa en casos como Celco en el Santuario del Río Cruces, el de Barrick Gold con su proyecto minero Pascua Lama o los constantes derrames de hidrocarburos en Antofagasta.



Todos estos casos son pruebas claras de que la principal preocupación de la administración ambiental ha sido el crecimiento económico y no la protección del medioambiente para la que fue creada. En el caso Celco, una y otra vez se burló la ley a favor de la industria para protegerla de multas, mejoras tecnológicas o del término de la actividad de manera indefinida.



Algo similar ocurre con Pascua Lama, un proyecto que está a punto de ser aprobado, pese a que en su primera presentación la minera Barrick «olvidó» mencionar en su informe que tres glaciares serían afectados por el proyecto, y pese también a que la Corema de la Tercera Región rechazó un segundo informe, por considerar que Pascua Lama «no es capaz de sustentar que no afectará de manera adversa y significativa la cantidad y calidad de los recursos naturales renovables, en especial el agua».



De estos casos emblemáticos, y de otros menos conocidos, se desprende que el concepto de desarrollo sustentable usado por Conama está lejos de la definición aceptada internacionalmente. El paradigma de la sustentabilidad propone un nuevo modelo de desarrollo económico, lo que se manifiesta en un cambio en las formas de producción y en los hábitos de consumo de las sociedades modernas donde la conservación del capital natural, la capacidad de carga de los ecosistemas y la equidad social son los pilares fundamentales.



Por lo tanto, el desarrollo sustentable significa mucho más que compatibilizar el crecimiento económico con la protección del medioambiente; teniendo como eje central de su accionar la crítica y revisión constante de cómo las sociedades crecen económicamente. Es más, desde la sustentabilidad uno podría, con el sólo dato de que Lagos fue el presidente que más ha gastado en armamentos desde 1896, y siendo Chile el décimo país con la peor distribución del ingreso en el mundo el 2005, catalogar al Gobierno de Lagos como uno de los cualitativamente más insustentables de nuestra historia republicana.



De acuerdo a lo anterior, la problemática ambiental no se acota a la esfera institucional como lo plantea Paulina Saball, sino que más bien abarca la estrategia de desarrollo que ha seguido Chile como país, donde obviamente la institucionalidad es una dimensión importante, pero una entre muchas otras. De hecho, desde la óptica del desarrollo sustentable es mucho más relevante evaluar la gestión de los ministros de Economía y Hacienda, para evaluar la gestión ambiental del Gobierno de Lagos ya que son ellos los que determinan finalmente la pauta de desarrollo que seguirá nuestro país.

En este sentido, exigir más recursos y facultades para un organismo como Conama, que es más bien un adorno -para no decir un estorbo- dentro de la política económica que ha seguido la Concertación solventada fuertemente en las exportaciones y en las inversiones extranjeras, basadas ambas en la explotación de nuestro capital natural, es no entender la actual dinámica económica y menos la crítica desde la sustentabilidad.



Prueba de lo último es que Saball suma entre sus triunfos la evaluación de desempeño ambiental de la OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos), cuando la verdad es que en ese informe Chile cayó siete lugares y dejó planteados enormes desafíos en prácticamente todas las esferas involucradas: política fiscal para un desarrollo sustentable, ordenamiento territorial, gestión ambiental integral, inserción ambiental internacional, etc.



Los éxitos que muestra Saball en materia medioambiental se circunscriben exclusivamente a temas conservacionistas (Política Nacional de Áreas Protegidas, Estrategia Nacional de Humedales, Política Nacional de Especies Amenazadas, etc.) que indudablemente constituyen avances, pero que son por sí solos absolutamente insuficientes para hablar de una estrategia nacional hacia un desarrollo sustentable. Por ejemplo, la Estrategia Nacional de Humedales no se hubiese concretado de no haber ocurrido el desastre del río Cruces, y ni siquiera ha probado su eficacia, pues ya la Corema de la Décima región autorizó un proyecto para descargar aguas servidas en el Humedal del Estero Carrión, en Maullín.



Pero lo que menos se entiende de la autoevaluación de Conama, es que reconoce como un triunfo propio la mayor participación ciudadana en materia ambiental, cuando la verdad es que los hechos demuestran todo lo contrario: en proyectos tan importantes como Celco y Pascua Lama, la ciudadanía ha estado ausente en las esferas donde se toman las decisiones y han tenido que expresar su preocupación y descontento (contra las empresas y el Gobierno que Paulina Saball representa) principalmente a través de las movilizaciones y una sólida organización de la base social, constituyéndose esto último, sin lugar a dudas, en lo más trascendental en materia ambiental del año pasado.





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Antonia Fortt, ingeniera ambiental de Oceana.



Cristián Gutiérrez, economista de Oceana.



  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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