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Socialistas: Coraje, la esperanza nunca es vana


El título de esta nota, parafraseado de Jorge Luis Borges, es la condición subjetiva fundamental para que los socialistas enfrentemos de manera adecuada los desafíos que nos impone la injusta realidad social chilena, escandalosa según el arzobispo de Santiago, y los ideales que nuestros programas y acuerdos congresales señalan.



No podemos seguir siendo la «fuerza tranquila» del socialismo. Consigna acuñada por el Presidente Mitterrand y que en definitiva llevo al socialismo francés a tener que votar por la derecha para detener a la ultraderecha en las ultimas elecciones presidenciales. Si de administrar el neoliberalismo se trata, que lo hagan los originales.



Dos hechos apremian al socialismo chileno en lo inmediato: la evidente pérdida de sintonía entre la actual dirección partidaria y la Presidente Michelle Bachelet y la necesidad de poner término a nuestras evidentes debilidades frente al modelo neoliberal y de complacencia con la conducta del Imperio norteamericano en el ámbito internacional.



El socialismo debe leer los muchos indicadores de la realidad social que no pueden sino intranquilizar su espíritu. Si se trata de llevar ideales a la realidad y no simplemente de acogerse al calorcito del aparato estatal.



Vivimos un mundo profundamente injusto: 810 millones de personas sufren hambre o desnutrición crónica, 1300 millones de personas viven con menos de un dólar diario, y 843 mil de ellos son chilenos, según la siempre atemperada encuesta Casen; EEUU y Europa gastan más en comida para animales domésticos que lo que se necesitaría para llevar agua potable y salud primaria en los lugares del mundo en que faltan.



Los tres fortunas individuales más grandes del mundo suman más que los ingresos anuales de los 55 países más atrasados, que involucran a 2.500 millones de personas.



Tres chilenos han ingresado al superclub de los multimillonarios de América, las AFP acumulan ganancias millonarias y pagan pensiones miserables que en promedio son inferiores en un 50% a las que paga el INP. Los militares, por su parte, siguen en el antiguo sistema con su Capredena.



Chilenos pobres con sus ahorros previos en regla deben recurrir a tomas de sitio para dejar de vivir allegados. ¿Dónde estamos? ¿En la década del 60 o preparando las fastuosas celebraciones del bicentenario?.



Ese es el capitalismo que sería eterno según Fukuyama.



El flamante ministro de Hacienda Andrés Velasco ha dicho que el modelo neoliberal funciona estupendo. Le respondo como lo haría mi padre en los sesenta: ¿estupendo para quién?



Vivimos una sociedad donde el miedo a perder el empleo, enfermar o envejecer, se extienden como una plaga por todas nuestras redes. Se consumen las mayores cantidades de somníferos de Amčrica Latina, los jóvenes consumen alcohol y drogas en inmensas cantidades, Santiago es la ciudad mÅ•s depresiva del continente. El individualismo se derrama desde todas nuestras instituciones: previsionales, de educación, de salud… Sálvate sólo es la consigna. Pero un Chile solidario surgirá, como en el pantano puede nacer la más bella flor.



No se está en condiciones de luchar sinceramente contra el neoliberalismo desde los directorios de empresas monopólicas que día a día esquilman a sus consumidores cautivos. Los directorios de las Afps no son la mejor trinchera antineoliberal. No predico la pobreza, convoco a la coherencia.



Estados Unidos viola sistemáticamente la legalidad internacional y de esta manera mantiene ocupados militarmente dos países, Irak y Afganistán, y bajo amenazas de agresión a Irán, Siria, Corea del Norte, Cuba, Colombia, Venezuela. Cuba, por su parte, soporta un bloque económico que le ha significado no menos de 60 mil millones de dólares en pérdidas.



Luego de la implosión de la URSS y cuando los liberales, resucitando a Kant planteaban la «Paz perpetua», EEUU ha agredido militarmente a Somalia, Haití, Panamá, Yugoslavia, Irak y Afganistán.



No podemos transformarnos en el abanderado mundial de quienes luchan contra los estropicios del Imperio más poderoso de la historia, pero el más elemental decoro nos obliga a plantearnos distantes de esas políticas agresivas. Nuestro gobierno no puede apoyar golpes de estado, militares-empresariales como el de Venezuela o agresiones diplomáticas a Cuba en Naciones Unidas como lo hizo el gobierno de Ricardo Lagos.



Hay un desastre ecológico ad portas, perceptible hasta para el observador menos advertido, sin embargo EEUU, el principal contaminador, se niega a firmar el tratado de Kyoto. Los estropicios ecológicos al interior de nuestro país ya son parte de la cotidianeidad noticiosa.



Es necesario profundizar la vigencia de los Derechos Humanos. En Chile se agradece como gran cosa la disposición, que casi siempre es puramente verbal, de los mandos militares para colaborar en el esclarecimiento de las violaciones a DDHH, Sin embargo, simultáneamente estos les prestan asesoría legal a torturadores y criminales. En Argentina son los propios mandos militares los que condenan la dictadura militar.



El ex senador Gabriel Valdčs lo ha dicho recientemente en entrevistas a El Mercurio, explicando lo larga y timorata de la transición: «estábamos asustados». Confesión que tiene el valor de la sinceridad. Por ello decimos a quien pueda recoger el planteo: coraje, la esperanza nunca es vana.



Debemos crear las condiciones que permitan airear culturalmente nuestra conservadora sociedad. Una concepción posmoderna y libertaria debe inundar Chile permitiendo el matrimonio entre personas de igual sexo y el aborto como expresión del derecho de toda persona a disponer de su propio cuerpo, todo ello como inicio de otras descontrucciones.



Tenemos enormes esperanzas en Michelle Bachellet, como todo enfermo tiene esperanzas en mejorar. Pero al médico hay que ayudarlo.



No le podemos ofrecer incondicionalidad. Esta es inaceptable éticamente pues implica una negación/ enajenación absoluta de quien la ofrece y en nada ayuda a quien la recibe a hacer las correcciones que toda obra humana requiere.



Nuestra presidenta debe saber que no compartimos el nepotismo desatado que se vivió durante el gobierno de Ricardo Lagos.



Los socialistas hemos hecho cosas importantes. Gracias a nosotros se instaló el Royalty minero, que aunque muy pequeño, es un punto de partida. Evitamos la instalación de la flexibilidad laboral, ayudamos a impedir nuevas ley de impunidad, fuimos el motor para aumentar el gasto social. Es mucho en un mundo donde reinan los empresarios, y donde hay socialistas reciclados que no los detestan sino los envidian, pero es muy poco para los que sufren y para lo que es nuestra historia gloriosa partidaria.



Quien esté de acuerdo con nuestras ideas es nuestro compañero, por ello los intentos de fusión con el Partido Por la Democracia, donde el liberalismo prima en lo económico y lo valórico libertario como simple pivote mediático, deben ser rechazados.



Un ser en el mundo es un ser en el tiempo. La negación vergonzante que se ha venido haciendo de nuestra historia y en particular del gobierno del Presidente Salvador Allende no debe continuar. Nada hay de que arrepentirse de aquél periodo en que uno de cada cuatro chilenos votaba por el Partido Socialista.



La vieja nomenclatura disputa entre sí. Su racionalidad, hija de padre pusilánime y madre interés, ya tiene escaso eco en La Moneda. Es posible que la era esté pariendo un corazón.



Estas son nuestras ideas, más temprano que tarde triunfarán.



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Roberto Ávila Toledo, abogado y concejal. Candidato a la presidencia del Partido Socialista de Chile.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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