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El último tango de la Concertación


Nunca antes en la historia el Estado había poseído tantas utilidades para guardarlas bajo el colchón. Más de 22 mil millones de dólares retenidos por la regla del superávit. Al igual que una empresa sin responsabilidad social, el Estado de Chile actúa bajo el imperativo categórico de crecer porcentualmente para competir en el concierto internacional.



El Estado ha crecido. Se han creado nuevas regiones, y con ello jurisdicciones que amplían el número de personeros, existen más ministerios -Cultura y Medio Ambiente-. Además, las Fuerzas Armadas y de Orden suman cada día más efectivos prestos a controlar cualquier «crisis» y a esto debemos agregar los tantos honorables que van a ascender en número, si es que se logra concretar la abolición del binominal.



Nunca en la historia el Estado de Chile representó tantas plazas de trabajo. Por ello, es increíble que algunos sigan enarbolando frases como «Estado pequeño, pero musculoso». El Estado chileno se ha convertido en una exitosa empresa privada. Una más de tantas, con inversiones millonarias, con utilidades exorbitantes, con un organigrama en donde los cargos de primera línea y nivel superior ganan mucho más que los trabajadores de nivel medio y bajo, que son subcontratados, trabajan a par time, boletean y no tienen, por consiguiente, derecho a salud ni jubilación.



Tanto ha cambiado en esta dirección el Estado desde la contra-revolución capitalista y se ha reforzado durante la eterna transición concertacionista, que es socio mayoritario de los grandes empresarios. Para muestra un botón: El BancoEstado entregó un crédito de US$ 150 millones al grupo Lucksic para la compra del Banco Chile, aumentando el monopolio de la banca y contribuyendo incoherentemente con la competencia.



El Estado chileno se ha hecho cómplice de las transnacionales, levantado proyectos con urgencia, como el de depreciación acelerada, que benefician la inversión extranjera a costa de nuestros recursos naturales y nuestra gente. Atrás quedaron los royalty, como si no fuera urgente la situación que vive la educación, la salud o la vivienda.



Como será de bueno estar en el engranaje estatal que los empresarios más exitosos del país se frotan las manos con la idea de obtener la gerencia y no resulta incompatible para nadie que se precie de moderno tener a un empresario en el poder, o a cualquiera que «tenga camiones» -o aviones. Si este gobierno de Concertación continúa como el Tío Rico, tirándose piqueros en las bóvedas estatales, terminará haciendo tributo a la vieja frase «nadie sabe para quién trabaja» y de verdad harán eco las expresiones de Alvear, «esto no da para más».



El epílogo de la Concertación será el mismo del tangoÂ… «veinte años no es nada, que febril la mirada, errante en las sombras, te busca, te nombra» -oh poder-, pues se les habrá hecho poco el tiempo para cumplir las misiones que se prometieron en las distintas campañas electorales, con eslóganes tan conmovedores como «la alegría ya viene», «crecer con igualdad» o «estoy contigo».



Después de tanto tiempo de «mostrar la hilacha» sabemos que el candidato que venga vestirá el viejo hilo negro capitalista y las hebras de un traje «desastre». Si la Presidenta no demuestra en este preciso momento que pueden reconocer su soberbia y dar un giro en 180ÅŸ hacia una verdadera agenda social, le costará el poder -pulsión más fuerte que el eros o el thanatos en nuestra clase política. Recuperar el Estado de Chile, ése que garantiza condiciones básicas para todos los ciudadanos, es la misión que tiene que cumplir, no un candidato de la Alianza o la Concertación, sino que hoy mismo la Presidenta de Chile.



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Karen Hermosilla, periodista

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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