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Un debate indispensable


El entorno laguista inmediato ha salido en defensa de su líder. La réplica hace énfasis en el temor de la derecha por sus potencialidades como futuro candidato. Carolina Tohá, en cambio, va más allá en El Mostrador.cl. Acusa a la derecha, defendiendo las realizaciones del ex Presidente, pero además reconoce la existencia de una crítica de izquierda, aunque la descalifica por no entender el delicado arte de gobernar. Carolina ha abierto el debate y acepto su desafío.



Creo, como ella, que todo gobierno se ve obligado a hacer concesiones. Pero Lagos concedió demasiado, renunciando con ello al programa que ofreció a la ciudadanía. Favoreció fundamentalmente a los grandes empresarios, aisló al país de América Latina y, lo más lamentable, durante su gobierno salieron a la luz variados hechos de corrupción.



A diferencia de Carolina, pienso que la revisión del pasado es la que permite construir un mejor futuro, como se lo hemos dicho hasta el cansancio a una derecha olvidadiza. El pasado de Lagos es lo que hizo y lo que no hizo en su gobierno. Criticarlo no significa desconocer los aspectos positivos de su Administración. Comparto con Carolina el avance en favor de las libertades públicas con la eliminación de la censura cinematográfica, la ley de divorcio y la protección de la mujer frente a la violencia intrafamiliar. Coincido con valorar la modernización que significó la ampliación del Metro y el financiamiento público de las campañas políticas. Sin embargo, no puedo dejar de cuestionar a su gobierno, a los precedentes y al actual, por cerrarle las puertas a la prensa independiente, favoreciendo con publicidad estatal exclusivamente a los periódicos, radios y canales de televisión de los grupos económicos. Lagos, en particular, está pagando ahora este error. Ni su carta a Agustín Edwards ni el amor que le profesan los empresarios le han servido para que la prensa del pensamiento único inhiba sus cuestionamientos.



La eliminación de los senadores designados y vitalicios, valorado por la diputada, es de suyo positivo. Pero, hay que decir que no corresponde a un republicano firmar una Constitución que no ha sido discutida con la ciudadanía y que no ha sido plebiscitada. Además el maquillaje de Lagos a la Constitución de Pinochet dejó intocado el sistema electoral binominal y redujo injustificadamente a cuatro años el periodo presidencial. Esa misma reforma dejó pendiente la iniciativa popular de ley y ni siquiera discutió el Artículo 19 que impide al Estado desplegar iniciativas económicas. La obsesión de Lagos por colocar su rúbrica en la Constitución del 80 ha obstaculizado la tarea por democratizar efectivamente nuestro país, el que exige una nueva carta fundamental.



Los Tratados de Libre Comercio con los países industrializados, convertidos en prioridad de la política exterior de Lagos, pueden ser positivos en su ámbito específico, pero como esa política no fue capaz de construir simultáneamente relaciones fluidas con el entorno regional, nuestro país se quedó aislado. Las difíciles relaciones con Brasil, Argentina, Perú, Bolivia y Venezuela, encuentran su origen en esa concepción internacional que valoró la inserción económica en el mundo industrializado y dejó en un segundo plano la relación con nuestros vecinos. El actual gobierno ha sufrido los costos de esa política equivocada.



Política y negocios



Durante el gobierno de Lagos quedaron de manifiesto hechos de corrupción que lamentablemente le bajaron el perfil al aberrante enriquecimiento de políticos y economistas del régimen de Pinochet. En efecto, connotados directivos del gobierno de Lagos aparecieron comprometidos en los casos GATE, Coimas y CORFO-Inverlink, a los que se agregaron posteriormente algunos otros hechos sujetos a investigación.



Estos hechos forman parte de una culminación de errores y falta de prolijidad que el talentoso segundo piso de Lagos no pudo o no quiso controlar. Porque era desprolijo que ex-ministros recorrieran los edificios públicos promoviendo negocios con empresas privadas al mismo tiempo que asesoraban a altas autoridades. Fue un error que Fernando Bustamante actuara como miembro del Directorio de la Telefónica y al mismo tiempo fuese director del BancoEstado o Presidente del Metro. Fue gravísimo que el BancoEstado, respaldado por La Moneda, otorgara al Grupo Luksic un préstamo de US$ 130 millones para comprar el Banco Chile y fusionarlo con el Banco Edwards, favoreciendo así la concentración bancaria. Años después, Jaime Estevez que, como Presidente del Banco del Estado, había otorgado el préstamo, se convertiría en miembro del directorio del Banco Chile.



Asimismo, Alvaro García, siendo ministro de la Presidencia de Lagos, constituyó una sociedad de inversiones con su padre, quien recién había decidido no devolverle al Estado el dinero de su indemnización en ENAP. En este caso, hay un problema ético que hace inaceptable el silencio, y luego resulta impresentable su ulterior nombramiento como embajador en Suecia.



Podríamos extendernos largamente sobre autoridades que han dejado el sector público para dedicarse a los negocios privados, aprovechando contactos e influencias. En el gobierno de Lagos no existió diseño político ni voluntad real de romper con los vasos comunicantes entre actividad pública y negocios privados. Por el contrario, hubo una actitud contemplativa que llevó al extremo la confusión entre lo público y lo privado. Ello ha debilitado la fuerza moral de la Concertación y facilitado los ataques de la derecha.

Compromisos incumplidos



Lagos, como candidato, se propuso defender los derechos de los trabajadores, apoyar a los pequeños empresarios, nivelar la calidad de la enseñanza, proteger el medioambiente, modificar el sistema binominal y vincular al país más estrechamente con nuestros vecinos. Fueron compromisos incumplidos.



La reforma laboral de Lagos dejó de lado el fortalecimiento de la negociación colectiva, que defendió vigorosamente en su campaña electoral. Esa reforma además protegió a los empleadores, permitiéndoles continuar con sus prácticas de contratación de «reemplazantes». Es rescatable, sin embargo, el seguro de desempleo, aunque sus beneficios a la fecha se han probado limitados.



El programa Lagos consideraba que el Banco del Estado debía jugar un rol preponderante en el apoyo a las pequeñas empresas, reorientando su política comercial. Sin embargo, optó por un camino distinto. Su accionar ha sido similar a un banco privado, privilegiando el crédito a las grandes empresas. Ha hecho cierto esfuerzo a favor de los pequeños empresarios, pero persevera en aplicarles tasas de interés expoliadoras que impiden masificar la incorporación de los emprendedores a la vida productiva.



El apoyo y activismo gubernamental en favor de la empresa McDonald’s fue probablemente el hecho de mayor vergüenza en el gobierno de Lagos y además simbólico sobre el compromiso de su gobierno con las transnacionales. Con la presencia física de ministros y subsecretarios disfrutando comida chatarra, el gobierno intentaba demostrar que los niños, que habían sufrido una grave intoxicación, mentían y que nuestro país privilegiaba las inversiones de esa gran empresa.



En el medioambiente y los recursos naturales el desastre fue inocultable. Las carreteras que cruzan Santiago han avasallado la libertad de los vecinos, levantan polvo y contaminan y, ahora, las empresas concesionarias no tienen inhibiciones para subir las tarifas y aplicar multas millonarias. Al mismo tiempo, la celulosa Arauco del Grupo Angelini destruyó el río Maule, asesinó a miles de cisnes de cuello negro, habitantes de un santuario de la naturaleza, crimen recientemente reeditado en el río Mataquito. Tardíamente se aplicaron algunas sanciones por exigencias de la OECD. Por otra parte, el llamado royalty a la minería, no se implementó como un derecho a la explotación del recurso sino como una modesta compensación impositiva por la elusión sistemática de impuestos de las transnacionales. Y para que nadie se olvidara de la superioridad de la opción del crecimiento por sobre el medioambiente, Lagos despidió a Adriana Hoffman, Directora Ejecutiva de la Conama, profesional intachable en la defensa de la naturaleza.



En noviembre del 2004, el Presidente Lagos hizo un gran acto comunicacional a favor del Transantiago y luego lo inauguró en octubre del 2005, lanzando a la calle los buses articulados. Junto a sus ministros, Etcheverry y Estévez, no puede eludir su responsabilidad en el desastre del Transantiago. La urgencia de su inauguración, sin que estuviesen construídas las vías exclusivas, los paraderos y otras obras de infraestructura indispensables, sólo puede explicarse por un concepto cortoplacista de posicionamiento comunicacional, que ha perjudicado gravemente al gobierno actual.



Las políticas sociales de Lagos incorporaron el Chile Solidario para atender la extrema pobreza, pero fueron incapaces de enfrentar las manifiestas desigualdades en educación y previsión social. El Plan AUGE es valorable, sin duda, pero su implementación en hospitales pobrísimos contrasta con la atención de la salud en clínicas privadas. Todo esto como consecuencia funesta de la focalización, heredada de la dictadura, eludiendo así la implementación de políticas sociales universales que favorecerían la inclusión. Entre tanto, se extienden los negocios privados en salud, previsión y educación, creando dos tipos de chilenos, separados en ghettos, lo que ha promovido la violencia de los excluidos.



Al final de cuentas, el gobierno de Lagos no fue capaz de nivelar la cancha a favor de los más débiles y, en cambio, fortaleció la fuerza de los poderosos. Su presencia de estadista adquirió luces en el mundo desarrollado en vez de hacerlo en el entorno vecinal. Y su integridad republicana se vio lamentablemente afectada con hechos corrupción que no pudo controlar. El talento comunicacional de Lagos ha sabido minimizar los incumplimientos de su gobierno. Todo esto corresponde a realidades del pasado que afectan nuestro presente y desafían el futuro.



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Roberto Pizarro. Economista

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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