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Y ahora… feriado irrenunciable los domingos

Carolina Goic
Por : Carolina Goic Académica UC y directora ejecutiva del CECAN
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Resulta paradójico que los mismos sectores que permanentemente salen en defensa de la familia, a la hora de apoyar medidas concretas para ir en su favor y, ante este tipo de propuestas, levanten verdaderas campañas del terror como si la gente no estuviera preparada para avanzar hacia una sociedad más justa, que es lo que todos queremos para este nuevo siglo.


Pasaron las fiestas patrias y los feriados irrenunciables del 18, 19 y 20 de septiembre, que beneficiaron a los trabajadores de grandes tiendas, no provocaron ninguno de los apocalípticos efectos que desde el empresariado y ciertos sectores de la derecha se vaticinaron. Resulta evidente que la población no tuvo mayores problemas en hacer las compras dieciocheras con antelación y, si algo faltaba para el asado, ahí estaban para proveer los almacenes de barrio que, dicho sea de paso, vieron como sus ventas se incrementaron durante esos días.

Pero más importante aún, es el hecho de que por primera vez en muchos años, miles de trabajadores y trabajadoras pudieron celebrar las fiestas patrias, coincidentes con el Bicentenario, junto a sus familias. Es decir, no hubo el caos anunciado y hubo un beneficio social innegable que miles de compatriotas agradecieron.

[cita]Al igual que el posnatal de seis meses, aquí estamos ante derechos que son irrenunciables y que se transforman en aquella clase de avances que construyen sociedades más humanas y justas. [/cita]

Entonces surge la pregunta que como sociedad madura podemos hacernos: ¿será posible que recuperemos los domingos y feriados del año para que los trabajadores puedan estar con sus familias? Creo que la respuesta es un rotundo sí. Es por eso que, junto con la diputada Cristina Girardi, presentamos un proyecto que busca establecer este beneficio de manera permanente.

Se dirá que se trata de una medida populista, de un atentado a la economía y un grave perjuicio para el empleo, pero lo concreto es que la iniciativa sólo pretende hacerse cargo de un esperado anhelo de los trabajadores y sus familias que, por lo demás, funciona sin ningún problema en países desarrollados, los mismos que tantas veces usamos para ejemplificar cómo se hacen bien las cosas.

Este proyecto de ley además pondrá en el debate un tema central que como país hemos dejado de lado durante mucho tiempo: la desigual condición en la que negocian trabajadores y empresarios. En Chile hemos dado por hecho que hay compatriotas que deben renunciar a una vida familiar porque “así no más es la cosa” y hemos dado por sentado algo que no resiste análisis.

Resulta paradójico que los mismos sectores que permanentemente salen en defensa de la familia, a la hora de apoyar medidas concretas para ir en su favor y, ante este tipo de propuestas, levanten verdaderas campañas del terror como si la gente no estuviera preparada para avanzar hacia una sociedad más justa, que es lo que todos queremos para este nuevo siglo.

Se darán a conocer cifras, se entregarán estudios y los “expertos” harán catastróficas  predicciones al respecto, pero en realidad nadie que se ponga la mano en el corazón podría dejar de reconocer que, en el fondo, se trata de una medida necesaria y que traerá beneficios concretos para las familias chilenas y por extensión a toda la sociedad. Al igual que el posnatal de seis meses, aquí estamos ante derechos que son irrenunciables y que se transforman en aquella clase de avances que construyen sociedades más humanas y justas.

En el pasado a los mineros del salitre se les pagaba con fichas que sólo podían canjear  por productos en las pulperías de propiedad de las mismas mineras porque “así no más era la cosa”, pero afortunadamente las cosas no tenían por qué ser así. Estoy convencida que como país podemos hacer esta discusión y llegar a acuerdos que no signifiquen los altísimos costos que tuvieron que pagar nuestros esforzados mineros en el pasado.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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