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El movimiento anti-lucro en la educación superior, ¿rasca donde pica?

Iván Selles
Por : Iván Selles Columnista de El Quinto poder.cl
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El movimiento estudiantil de las últimas semanas, precedido por los grandes movimientos de los pingüinos de era Bachelet, cuentan con la simpatía de la mayor parte de la población. Son pocos los que no comparten la indignación de una generación que se rebela contra un sistema educativo clasista, que perpetúa y potencia la tremenda segregación social de Chile. Es evidente cómo grupos de inversionistas ganan dinero con ese bien tremendamente preciado, que es una formación superior que permita dejar de replicar la pobreza de los padres, en un salto cuántico en la escala de los ingresos. Y también es evidente cómo esta búsqueda termina con mucha frecuencia en una profunda frustración, con un título profesional poco valorado en el mejor de los casos, y una formación incompleta, en el peor, siempre acompañado a una deuda que equivale al valor de una casa pero con condiciones de pago mucho peores. Para agregarle más elementos negativos, son los sectores más vulnerables de la población los que más sufren esta situación.

El sentido común entonces nos indica que la fuente del problema es que se lucra con la educación superior. Es casi una provocación no hacer la relación entre una institución privada – que en papel no tiene fines de lucro, pero que por medio de artilugios bastante poco sofisticados se transforma en una fuente de renta para sus inversionistas-, la valoración de sus carreras en el campo laboral y la tremenda carga financiera y personal que sufren los estudiantes. Pero es importante detenerse a pensar en la naturaleza de esta relación. Antes de utilizar la manida metáfora del sillón de don Otto, veamos un par de preguntas que nos pueden orientar en encontrar donde está la principal debilidad del sistema, y poner a prueba las siguientes hipótesis:

1.    Cuando hay lucro, la educación es mala.

Si tomamos la calidad promedio del conjunto de planteles tradicionales y el de las universidades privadas que no pertenecen al Consejo de Rectores de las Universidades Chilenas (CRUCH), las que probablemente sí tengan fines de lucro, es evidente que la calidad es mejor en el primer grupo. Sin embargo, si tomamos el promedio de los colegios privados, particular subvencionado (ambos con posibilidad de ser instituciones con fines de lucro) y planteles municipalizados, el orden es completamente inverso. ¿Qué explica esto? La respuesta parece ser, en ambos casos, que los alumnos en los diversos tipos de establecimientos son distintos, y que en el caso de la educación superior se correlaciona directamente con el puntaje de la PSU. No se puede hacer el promedio en forma directa, hay que comparar el rendimiento de distintos tipos de establecimiento estandarizando por el puntaje de la PSU, así como para comparar establecimientos escolares, es importante corregir por vulnerabilidad social.

2.    Cuando no hay lucro, la educación es buena.

Desgraciadamente, tenemos ejemplos palpables que esto no es así. Probablemente el mayor escándalo de una carrera ofertada que no tiene ninguna empleabilidad correspondió a una institución sin fines de lucro, y además estatal, la carrera de criminalística en la UTEM. Otras universidades estatales o privadas pertenecientes al CRUCH también han mostrado problemas importantes asociados a la calidad de la enseñanza o problemas de gestión importantes. Estos ejemplos muestran que no resulta cierto que eliminando el lucro en la educación se logre automáticamente un alineamiento con los objetivos de calidad.

3.    Las universidades CRUCH acogen a los estudiantes más pobres.

Aunque es difícil encontrar una verdadera caracterización socioeconómica de los distintos planteles, María Olivia Monckeberg recopila parte de esta información para los años 2006 o 2005, en la forma de origen escolar de los alumnos. No es una caracterización socioeconómica, pero es una aproximación a ella. Se puede observar que universidades privadas, como la UCINF, tienen un 76% de su alumnado proveniente de colegios municipalizados, mientras que la UMCE (estatal) este porcentaje sólo llega al 38%. Los aranceles anuales para pedagogía básica en la primera ascienden a $1.255.000, mientras que en la segunda asciende a $1.610.000.

No es cierto que la existencia del lucro en la educación signifique un problema en la calidad de la educación o, inversamente, que cuando no hay lucro, la calidad de la educación sea buena. Ni siquiera es cierto que los establecimientos estatales cumplan el rol de acoger a los alumnos más vulnerables, o incluso de tener aranceles más bajos. Dado esto, vale bien volverse a plantear la pregunta: ¿Debe ser el lucro en la educación superior el principal foco de una mejora en la educación?

Si un alumno egresado de enseñanza media puede optar a una universidad X, gratuita, pero donde sabe que obtendrá un título universitario inservible, o ingresar a la universidad Y, donde debe pagar arancel (directamente o a través de un crédito), pero donde el título es altamente valorado ¿Qué es más costoso? Claramente, hay una vertiente del análisis que puede centrarse únicamente en los flujos esperados en una y otra situación, y obtener una tasa interna de retorno o un valor actual neto. Pero hay un aspecto que queda fuera del análisis financiero del foco: las personas en general estudian una sola vez en su vida una carrera universitaria. Una universidad que entregue educación gratuita pero que no permita al estudiante mejorar su posibilidad de acceder a empleos de buena calidad respecto a lo que tenía antes de entrar a la universidad es tremendamente cara, aunque sea gratis, sin contar con el perjuicio para el resto de la sociedad de tener profesionales mal preparados.

El problema de la educación superior no es el lucro, es la calidad. El problema fundamental no es que un egresado tenga que pagar durante 15 años el 5% de sus ingresos para devolver el costo de una educación que le permite mejorar su posibilidad de obtener mejores ingresos; es que esa educación no tiene requisitos fundamentales de calidad garantizados, independientemente de quien sea el propietario del establecimiento. La lucha del movimiento estudiantil universitario en contra del lucro rasca, y rasca bien, pero rasca donde no pica.

(*) Texto publicado en el Quinto Poder.cl

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