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¿Cuánto paga usted por no ser clasista?

Teresa Marinovic
Por : Teresa Marinovic Licenciada en Filosofía.
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La libertad fue, es y será siempre fuente de desigualdad. Si usted cree tener el remedio, por favor que sea uno que usted esté dispuesto a ser el primero en tomar.


Quizá usted sea, como yo, de los que detesta la segregación y de los que no se siente a gusto en ambientillos como el que hay en el Club de Golf o en la playa de Zapallar. Si ese sentimiento es genuino, asumo que tampoco le agrada Tunquén, el Liguria o Cachagua. Venga de donde venga, el olor a exclusivo le resulta repugnante.

Quizá también es de los que piensa que la sociedad chilena es una sociedad de herederos y se da cuenta, con toda razón, de que la clave para resolver ese problema está en la educación.

El hecho es que si la educación pública es gratuita ¡y de calidad! las posibilidades de recambio en los círculos del poder serán mucho mayores y la herencia pesará menos que el mérito. El punto es el precio que una sociedad está dispuesta a pagar por tener un país menos clasista.

Porque en términos prácticos, eso obligaría al Estado de Chile a invertir mucho más de lo que invierte en la educación de cada niño (cosa que Gonzalo Vial dijo por muchos años); pero algunos creen que le exigiría también suprimir por completo la figura del copago. Porque como están las cosas hoy, los que no pueden pagar nada están con los que se encuentran en la misma situación. Y los que pueden pagar un poco están con sus pares socioeconómicos. O sea, tenemos un modelo de segregación perfecto: clase alta en colegios particulares, clase media en particulares subvencionados y los altamente vulnerables, en el sector público ¡Clasismo puro y promovido desde el sistema!

[cita]La libertad fue, es y será siempre fuente de desigualdad. Si usted cree tener el remedio, por favor que sea uno que usted esté dispuesto a ser el primero en tomar.[/cita]

Eliminar el copago, en cambio, sería una buena forma de que niños vulnerables se integraran con niños de clase media y mejoraría quizá la situación de los más desfavorecidos. Suena bien, hasta que uno se pregunta si es justo que usted y yo podamos elegir el ambiente que queremos para nuestros hijos (en caso de que la educación pública sea reguleque), mientras a la clase media se le prohíbe hacer lo mismo. Me pregunto, en el fondo, si es moralmente aceptable hacer ingenierías sociales que no lo afectan a uno y si ésa no es también una forma de clasismo.

Porque seamos francos: cuando hablamos de niños en situación de vulnerabilidad no estamos hablando solo de pobreza de recursos materiales; muchas veces eso incluye drogadicción, delincuencia y familias desintegradas, males sociales que todos quisiéramos remediar pero que ninguno resolvería a costa de los propios hijos ¿O cree que es casualidad que ningún diputado, senador ni experto en políticas públicas tenga a los suyos en colegios municipales?

Quizá usted quiera llegar más lejos y sea partidario de integrar no solo en los colegios públicos sino también en los particulares. Lo comprendo: usted es de los que cree que la integración no es solo el resultado de una buena educación, sino algo que la constituye.

De acuerdo, pero me pregunto si esa idea (que comparto hasta cierto punto) puede pasar por sobre su derecho a pagar más por un colegio bilingüe, aunque eso ponga a sus hijos en una condición mejorada respecto de los míos. O por sobre el mío de educar a mis hijos conforme a mi fe.

En fin, me pregunto si usted que se llama libertario, liberal, progresista o social demócrata, no está pretendiendo desde la ingeniería social imponer un modelo de integración que pasa por sobre cualquier diferencia posible.

Me pregunto también si usted está dispuesto (para ser consecuente, digo…) a prohibir los preuniversitarios, las clases particulares y la lectura en familia; y si tiene presente que la herencia genética también distingue. Si se da cuenta, en definitiva, de que su ideología basada en prohibiciones nivela siempre hacia abajo.

¿Usted detesta la segregación exclusivista? Yo también, pero dígame entonces si su solución apunta a incentivar la integración o a prohibir la segregación, porque desde mi punto de vista el clasismo es un problema muy complejo y no lo resuelve la gratuidad.

La libertad fue, es y será siempre fuente de desigualdad. Si usted cree tener el remedio, por favor que sea uno que usted esté dispuesto a ser el primero en tomar.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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