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¿Verano caliente o fin de una época?

Patricia Politzer
Por : Patricia Politzer Periodista y ex Convencional Constituyente.
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Lo que Pinochet y sus partidarios dejaron bien atado para tener una sociedad conservadora e inmóvil está llegando a su fin. La falta de brújula de la clase política, la rebelión de las “nanas”, los errores no forzados de distintas personalidades, son síntomas del desconcierto ante una nueva época. Más allá del calor.


¿Será el calor que nos tiene trastornados? En las últimas semanas, desde que las temperaturas no bajan de los 30 grados, a diario surge una noticia que nos deja atónitos. Por lo menos a buena parte de la población.

Algunas perlas. Un grupo de profesionales considerados respetables deciden que los niños aprendan que en Chile hubo un régimen militar y no una dictadura. Tamaña osadía provocó un editorial del prestigioso Financial Times de Londres señalando que “esto refleja que Chile es un atleta económico y un lisiado político. Así también su gobierno”.

[cita]Lo que Pinochet y sus partidarios dejaron bien atado para tener una sociedad conservadora e inmóvil está llegando a su fin. La falta de brújula de la clase política, la rebelión de las “nanas”, los errores no forzados de distintas personalidades, son síntomas del desconcierto ante una nueva época. Más allá del calor.[/cita]

El ministro del Interior enfrenta los enormes incendios en el Sur del país aplicando al voleo una cuestionada Ley Antiterrorista, que no hace más que encender todas las mechas del explosivo conflicto mapuche. En este clima –creado por la autoridad- cualquiera que circule por la región de la Araucanía huele a terrorista. Esto explica, seguramente, que un carabinero considere aceptable golpear a mansalva con una escopeta a una mujer mapuche que sostiene en sus brazos a un niño de dos años.

En los exclusivos condominios de Chicureo estalla el escándalo de la “nanas”. Las empleadas de casa particular no pueden ni asomarse a las piscinas. ¡Mucho menos ponerse traje de baño! Curiosa medida cuando se supone deben cuidar a los niños. Supongo que si algo ocurre tendrán que lanzarse al agua con ropa y todo. Pero hay más. Ni siquiera pueden caminar entre las casas ya que todas –junto a los jardineros del lugar- son sospechosas y sólo pueden movilizarse entre las casas en un vehículo especial. Pagado, por cierto. La consternación provocada por esta realidad que viven miles de personas que prestan servicios domésticos refleja una vez más nuestra tradicional hipocresía. Esta discriminación con aroma a esclavitud recorre todo el territorio, con ascensores especiales, horarios inhumanos, comidas restringidas, abusos múltiples. ¿Recién nos damos cuenta?

El alcalde de Ñuñoa, Pedro Sabat, enfrenta el conflicto estudiantil con una refinada argumentación: “El Internado Nacional Femenino era un puterío”. No requiere comentario.

Desde el “club de la pelea”, el que conforma la clase política (incluyendo gobierno, parlamento y partidos), también hay novedades. Parecía que el Presidente Piñera había decidido avanzar por fin en las reformas políticas, indispensables para que la ciudadanía recupere la confianza en la política y la democracia. Pero bastó que se reuniera con los dirigentes de su coalición para que este tema saliera inmediatamente de las prioridades del gobierno. El sistema binominal, que es apenas la puerta de los cambios que se requieren, quedó de nuevo firme como peral. Olvidando que un Presidente es el líder político del país, Piñera decidió lavarse las manos en este asunto y, en vez de proponer un camino concreto, increpó al oficialismo y a la oposición por no haber sido capaces de ponerse de acuerdo para encarar el binominal, un sistema electoral único en el mundo en el que ganadores y perdedores siempre empatan, y que estimula la creación de un club cerrado al que resulta imposible ingresar sin el beneplácito de los socios.

Quizás es el exceso de calor lo que provoca a diario algún acontecimiento que epata a la opinión pública. Sin embargo, parece más probable que estos hechos sean el síntoma del fin de una época. Los chilenos estamos alborotados porque la mayoría no quiere más eufemismos para describir la realidad: el gobierno de Pinochet fue una dictadura, las torturas no son apremios ilegítimos ni excesos, los despidos no son desvinculaciones, los empresarios corruptos son delincuentes aunque lleven corbata.

Cada día son más quienes se rebelan contra la discriminación, el abuso y las decisiones entre cuatro paredes. Cada día son más quienes entienden que las reformas políticas están directamente relacionadas con su vida cotidiana. Son los gobiernos y los parlamentarios quienes deciden sobre la educación, la salud, el empleo, el presupuesto para prevenir incendios o el alza de impuestos. Por eso, no da lo mismo tener un sistema binominal que uno proporcional que realmente permita mayor participación.

Tampoco da lo mismo que los partidos tengan financiamiento público y se limiten en forma transparente las donaciones o que exista total opacidad sobre los aportes millonarios a ciertas campañas electorales. No da lo mismo que exista un 13 % de mujeres en el parlamento (el promedio en América Latina es de 19%) a que sean un 30% y su opinión adquiera peso. No es lo mismo que haya legisladores representando a los pueblos originarios a que sus voces sólo se escuchen cuando van a tribunales.

Lo que Pinochet y sus partidarios dejaron bien atado para tener una sociedad conservadora e inmóvil está llegando a su fin. La falta de brújula de la clase política, la rebelión de las “nanas”, los errores no forzados de distintas personalidades, son síntomas del desconcierto ante una nueva época. Más allá del calor.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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