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El acoso callejero en Chile: un problema de machismo legitimado a través del piropo

Por: Natalia Reyes Antropóloga y Bachiller en Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Austral de Chile


Señor Director:

Desde hace unos meses hasta la fecha, en Chile ha comenzado a tomar fuerza una iniciativa para denunciar y penalizar el acoso callejero. Esta instancia es impulsada por el Observatorio Contra el Acoso Callejero (OCAC), un actor social que no ha dejado indiferente a los chilenos y chilenas, notándose que en distintos programas de televisión ha comenzado el debate a favor y en contra, poniendo en la palestra una forma específica de acoso callejero, que a simple vista es de lo más inofensivo, el denominado “piropo”. El piropo consiste en palabras galantes y no tanto provenientes de un desconocido, generalmente el piropo tiene una fuerte connotación sexual de violencia de género.

Chile se autodenomina como un país machista, el discurso de los medios frente a esta demanda social feminista ha sido, muchas veces, tratar de llevar a la sátira el problema en sí, insistiendo incluso que el problema de estas mujeres que luchan por un trato igualitario y respetuoso en las calles chilenas, es que a ellas jamás les dirían algo “halagador” por ser “feas, desarregladas y para nada sexies” (comentarios emitidos por conductores radiales del programa ‘Gemelos’ de Radio Tiempo).

La falacia detrás de esta argumentación está en que, según datos recogidos por el OCAC en su primera encuesta, el acoso callejero hacia las mujeres comienza a la edad promedio de 14 años.

Otros de los argumentos para disculpar el acoso callejero es culpar a la mujer de ser muy provocativa o llevar muy poca ropa. Nuevamente un argumento falaz, puesto que el acoso callejero ocurre en cualquier época del año, independientemente de la ropa que utilice la víctima, según datos de la primera encuesta del OCAC.

Como mujer puedo decir ciertamente que sí, existe acoso en las calles chilenas, pero ¿esta situación será frenada sólo con la implementación de una ley? Lamentablemente creo que no. Este problema es mucho más profundo, tiene que ver directamente desde la crianza más básica del ser humano. Un hombre que no aprende a respetar a las mujeres, es porque su madre (o primera cuidadora) jamás le enseñó a hacerlo.

La reproducción del machismo, no es solamente a nivel masculino, donde la reafirmación de la masculinidad esté presente en este tipo de situaciones de acoso callejero, sino que está inmerso en la enculturación de las familias chilenas.

Es común encontrar mujeres detractoras de esta iniciativa que esgrimen argumentos como: “Que son alharacas”. ¿Acaso es exagerado pedir respeto cuando salgo a la calle? Por cierto que no, no lo es. Entonces, ¿por qué debo soportar la opinión libidinosa de un desconocido acerca de mi apariencia?

La exigencia de esta ley por supuesto que ayuda a frenar situaciones extremas de acoso, como, por ejemplo, persecuciones, manoseos y exhibicionismo, sin que bajo la legislación actual queden impunes, puesto que, según la actual legislación chilena, sólo en caso de violación hay delito grave, ya que el artículo n.° 373 del Código Penal chileno está desactualizado.

Estas mismas situaciones extremas de acoso callejero son condenadas por los defensores del piropo; no obstante, el piropo es defendido a capa y espada, puesto que sus defensores no lo ven como una forma de violencia.

La violencia de género presente en el piropo es latente, disfrazada muchas veces de galantería, es la puerta de entrada a diversas situaciones de acoso callejero y a delitos más graves. Por lo tanto, tipificar la violencia verbal de género como delito grave es necesario en el sentido que muchas veces prevenir es mejor que lamentar.

Natalia Reyes
Antropóloga y Bachiller en Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Austral de Chile

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