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Burgos y su Constitución fascista


En su defensa y valoración a la Constitución del 80, todo indica que el actual ministro del Interior Jorge Burgos no leyó a Enrique Silva Cimma, uno de los académicos constitucionalistas más sobresalientes de los últimos 40 años.

En el seminario “¿Asamblea constituyente, reforma constitucional o proceso constituyente?”, organizado por la Universidad del Desarrollo, el ministro afirmó provocadoramente que “la Constitución vigente ha sido una Constitución eficaz”.

Para Burgos, la Carta Magna de Pinochet es legítima y es una “Constitución vigente”, por ende, no debe ser llamada de forma peyorativa, “en razón de las sustanciales reformas que ha sufrido”.

“En la historia de Chile sólo dos de sus antecesoras pueden predicarse 25 años de plena vigencia. Durante este período, la Constitución Política puede exhibir haber impuesto un orden, que aunque imperfecto, nos ha permitido resolver los problemas dentro de una institucionalidad, en paz, conforme a unas reglas, con vigencia del Estado de Derecho”, insistió ante la universidad fundada por la UDI, heredera de Jaime Guzmán.

Según Silva Cimma, la Constitución de Pinochet estaba destinada a regir a perpetuidad. La propias palabras de Jaime Guzmán especificaban su misión: “Si llegaban a gobernar los adversarios, estos se verán constreñidos a seguir, una acción no tan distinta a la que uno mismo anhelaría, porque el margen de alternativas que la cancha imponga, de hecho a quienes juegan en ella, será lo suficientemente reducido para hacer extremadamente difícil lo contrario”.

[cita] La Concertación se ha negado en 25 años a una asamblea constituyente, que nos libere de este legado fascista. Lo ha hecho, porque gracias a esta Carta infausta nunca antes fue tan fácil gobernar el país entre cuatro paredes. [/cita]

Para el ex Contralor de la República, todo ello era una afrenta a lo proclamado en 1811 por Camilo Henríquez, en el Catecismo de los Patriotas: “El pueblo tiene siempre el derecho de rever y reformar su Constitución. Una generación no puede sujetar irrevocablemente a sus leyes a las generaciones futuras”.

Como Profesor Emérito de la Universidad de Chile, Enrique Silva Cimma, presentó en el 2009 su libro Estado, Gobierno, Ciencia Política y Derecho Público. Principios Fundamentales, en el cual analiza, entre otros, temas el asunto constitucional.

En el lanzamiento, el también ex canciller afirmó: “La Carta Fundamental no ha sido consultada de manera democrática. Nuestra Constitución es de una base fascista indiscutible, ya que nace de las actas constitucionales aprobadas entre 1974 y 1977, cuyo fundamento se encuentra en las actas constitucionales del Régimen de Vichy, instaurado en territorio francés en 1940 bajo el mando del Mariscal Pétain y en colaboración con el régimen nazi”.

En esa clase magistral, Silva Cimma explicó además que los “constituyentes” miembros de la Comisión Redactora y el Consejo de Estado fueron designados por un dictador, sin ningún representante de orientación democrática. Otra comisión secreta revisó y adecuó el texto del Consejo de Estado.

Ni mencionar que fue “aprobada” mediante un fraude electoral, como recordó el académico ese día 22 de diciembre.

La Concertación se ha negado en 25 años a una asamblea constituyente, que nos libere de este legado fascista. Lo ha hecho, porque gracias a esta Carta infausta nunca antes fue tan fácil gobernar el país entre cuatro paredes.

Burgos vive hace 25 años muy feliz en esta Francia ocupada, si seguimos los apuntes de Silva Cimma. Este fue un fundador de la Concertación que vivió también la realpolitik, pero al menos en sus últimos años de ejercicio no dejó jamás de llamar las cosas por su nombre e impulsar iniciativas para cambiar esta aberración de la dictadura.

El origen de nuestra Carta Magna se remonta a la experiencia fascista en la Francia del Régimen de Vichy, ocupada por las tropas nazis. Hija de una doctrina que sustenta la erradicación de los enemigos de la nación, autoritaria en lo político y en defensa irrestricta de la propiedad privada.

La candidatura de Frei prefirió perder ante Piñera, en lugar de impulsar una constituyente como su principal ariete en las elecciones del 2009-10.

En un 12 de enero de 2010, llegó a la sede de su candidatura una delegación del Comité de Iniciativa por una Asamblea Constituyente.

Sin embargo, luego de la cita, el comando no quiso producir ni una foto ni nota de prensa y eso que la representación encarnaba la voluntad de más de 60 personalidades, entre ellas Andrés Aylwin, Silva Cimma y el ex rector Riveros.

El sistema ortodoxo neoliberal chileno está enquistado política y culturalmente sin mucho remedio, gracias a la Constitución que tanto admira Burgos. Para los partidos del cogobierno, el modelo chileno es más grande que las ganas reales de reformarlo de verdad.

En el Congreso cogobiernan hace dos décadas un par de coaliciones de centroderecha para nada incómodas con la Constitución del 80, aquejadas de síndrome de Estocolmo y  colaboracionismo.

El ministro del Interior no solo no leyó a Silva Cimma, tampoco a Orwell cuando este señalaba que si el muro más hermoso y eficiente del mundo rodeaba a un campo de concentración, era un deber demolerlo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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