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Desarrollo Espacial de Chile: una perspectiva geoestratégica Opinión

Desarrollo Espacial de Chile: una perspectiva geoestratégica

Hernán L. Villagrán
Por : Hernán L. Villagrán Physicist Strategic Assessments - Outreach. Adaptive Policy-Making Approach - Consultancy. Global Systems-Physics Dynamics - Environmental & International Security.
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En mi aproximación hay una profunda presencia de lo geográfico, por lo que no es de extrañar que la perspectiva geostratégica esté presente en mi visualización de la política espacial de Chile (aún en proceso de discusión, conceptualización, estructuración, configuración e implementación definitiva). Como es posible corroborar, ya en el año 2002 identifiqué a la globalización como un factor a considerar en el diseño de un complejo de acciones, dirigidas a intentar una inserción exitosa de Chile a la dinámica global.

Es así, entonces, que tampoco es de extrañar mi interpretación geográfico-institucional de la problemática ENOS (El Niño-Oscilación del Sur). Al respecto, debo expresar mi profunda molestia y preocupación por la incapacidad de Chile para diseñar un marco estratégico nacional, orientado a la inclusión de la señal ENOS en la planificación macroeconómica y la relativa a recursos naturales, sobre todo en un mundo experimentando un cambio climático acelerado el cual interactúa con un deterioro ambiental global sin precedentes. Como se sabe, la interrelación entre lo geográfico y el cambio climático no es menor, por lo que la negación de ésta es un asunto para tener bajo observación. 

Como era de esperar, el tema ENOS en Chile no logra prender más allá de las típicas consideraciones científicas, siendo más bien de carácter tangencial su posible aporte, si hay alguno que se describa en las múltiples  investigaciones y publicaciones, al diseño de políticas sectoriales específicas

Desde este marco, también temo por el futuro ambiental de las aguas que constituyen el sistema de canales y fiordos desde el canal Chacao hacia el sur y, de todo nuestro sistema de lagos y embalses que dan estructura a la componente fundamental de toda nuestra reserva hídrica.
Participé el año pasado en una serie de reuniones relativas a la concreción de una política espacial nacional. Además de quedar todavía entrampados, la cuestión climático-ambiental no se percibe de interés en lo que a la generación de políticas sectoriales y planificación interagencial se refiere (La política espacial nacional debe estar coordinada y operacionalmente conectada con una aún pendiente política oceánica).

Por otra parte, la comunidad geográfica nacional no parece estar en sintonía con el rol a desempeñar en la formulación de una política espacial nacional consensuada.

Razones para potenciar un mayor involucramiento de esta comunidad se pueden hallar en la necesaria revalorización de lo geográfico, en un mundo que se encuentra intoxicado por lo virtual desconociendo (otra vez la negación) la relevancia del mundo físico en los procesos humanos, la globalización y el desastre climático-ambiental global que parece imparable.

Por otra parte, el entendimiento de la interacción entre biogeografía y el clima, la necesidad de evaluar el impacto antropogénico sobre el territorio, la necesidad de datos válidos para la conservación de la biodiversidad, la evaluación de las posibilidades políticas de Chile en el ámbito del Asia-Pacífico, la evolución del sistema antártico son todos aspectos que requieren de observación, monitoreo, toma de datos, manejo de los mismos y desarrollo de sistemas de información con alcances de política y planificación.

Dicho lo anterior, creo necesario explorar potenciales mecanismos e interacciones orientadas a discutir y analizar la cuestión del «correcto» mensaje a promover en los medios, respecto de la temática de una política espacial nacional – ¿por qué?, ¿para qué?, ¿cómo? -, y la situación ambiental país, subregional, regional, hemisférica y global.

Me preocupa lo difícil que está siendo comunicar conceptos complejos y fenomenología que va más allá de la experiencia cotidiana de los ciudadanos, todo esto mezclado con una resistencia creciente a la ciencia, el fenómeno de las noticias falsas (fake news) y la negación como mecanismo primitivo de rechazo a la realidad creada a partir de hechos verificables.

Junto a lo arriba mencionado, habrá que lidiar con mensajes muy potentes que hablan de supuestos futuros «maravillosos» para la humanidad, los cuales están en el límite de la ciencia ficción y la violación misma de leyes fundamentales que la ciencia ha logrado identificar – sujetas aún al escrutinio del tiempo y del avance del conocimiento -. Estos mensajes distorsionan la percepción de lo posible en sociedades con escasas capacidades de análisis crítico y altos niveles relativos de ignorancia (en forma transversal) como es la chilena. Por otra parte, el sentido último de lo que significa ciencia está en problemas, siendo confundida con aplicaciones, supuestas innovaciones o recetas para resolver algunos problemas en el límite del divertimento, lo casual y lo cotidiano.

La presente existencia de expresiones de violencia primitiva en el orden internacional (Siria, Ucrania, entre otros…), el ataque sistemático a las normas de acuerdos institucionales de gobernabilidad global, el desprecio por la estructura ecológico-climática del planeta por sobre modelos económicos cuya capacidad para resolver los actuales problemas es discutible, debieran ser suficiente para neutralizar la promoción de escenarios «maravillosos» (science-based fairy tales) y educar a la ciudadanía a ser responsables, hacerse cargo de sus opciones (y de las creencias que nos han llevado a este estado de situación planetaria) y no escapar de la realidad.

Considero pertinente expresar también mi aprehensión por lo que debiera suponerse respecto de la evolución del «ambientalismo» (tanto en el accionar político de la sociedad civil organizada como la investigación científica relacionada con lo climático-ecológico-ambiental) en estos tiempos de negación y relativismo conceptual mientras, como se observa, se intenta suavizar la cuestión ambiental mediante la desinformación y, quizás, el agotamiento de la perspectiva ambientalista al no incluir, en el discurso, una perspectiva autocrítica, como especie, en su relación con el ecosistema global.

Otro aspecto que debe ser abordado consiste en lo que parece ser todavía un problema no resuelto, léase: obtener un crecimiento económico estructural mínimo para el país. Chile no logra entender que su opción por constituirse en una economía DE recursos naturales (aquella que incentiva las áreas referidas a la explotación de los recursos naturales y sus correspondientes encadenamientos productivos) es válida, particularmente en estos tiempos, para lo cual debe visualizar maneras de promover el acceso a tecnología, financiamiento e institucionalidad política y opciones de maniobra internacional. Por otra parte, la semiperiferia que Chile ha elegido para inmovilizarse (China), no generará incentivos para estructurar esa visión ni menos mantener una mínima base científico-tecnológico-productivo a partir del cual dar cabida a un crecimiento duro mínimo.

Seguir culpando al ambiente natural por el pobre desempeño económico-institucional país es, por decir lo menos, arcaico. Por lo demás, ya se espera un ambiente de resistencia de seguir insistiendo en una vía simplista de desarrollo, a costa de sistemas ambientales nacionales todavía relativamente sanos.

A todo lo anterior, hay que agregar la presencia creciente de un movimiento regionalista en el país, el cual considera la independencia de financiamiento y gestión de sus proyectos regionales. Habrá varias regiones que optarán por un desarrollo más inteligente, ampliándose las oportunidades de que estas regiones se conecten con el mundo en forma independiente. Una opción ambiental se espera en varias de ellas. De hecho, las regiones de los Ríos, de los Lagos, de Aysén y de Magallanes, tiene más en común en lo biogeográfico-climático-ambiental con el norte de Europa, el norte de Estado Unidos y Canadá que con China.

En esta línea, esperaría que el activismo ambiental organizado, hiciera suyo la necesaria participación en el debate de las razones que pudieran concretar una política espacial de Chile consensuada y con perspectiva de largo plazo (estratégica), en sintonía con los tiempos y con los problemas complejos que ya estamos por afrontar en forma severa.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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