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China, la alegría ya viene Opinión

China, la alegría ya viene

Mario Waissbluth
Por : Mario Waissbluth Ingeniero civil de la Universidad de Chile, doctorado en ingeniería de la Universidad de Wisconsin, fundador y miembro del Consejo Consultivo del Centro de Sistemas Públicos del Departamento de Ingeniería de la Universidad de Chile y profesor del mismo Departamento.
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Esta no es una columna en pro de China o antichina en sus manifestaciones raciales o culturales. Detesto esas distinciones. Es una simple constatación de hechos que están cambiando el mundo, y también a Chile. Veamos.


Si bien mucho se ha escrito sobre este país, cuya economía ha estado creciendo a ritmos que van de 6% a 10% anual ya por muchos años, tengo la impresión de que en Chile lo vemos como un tema ajeno, lo cual es un gran y creciente error.

Esta no es una columna en pro de China o antichina en sus manifestaciones raciales o culturales. Detesto esas distinciones. Es una simple constatación de hechos que están cambiando al mundo, y también a Chile.

Veamos:

En los últimos tres años las inversiones chinas en Chile suman US$ 10 mil millones, en litio, salmones, producción, así como generación y transmisión eléctrica. De hecho, este lunes se anunció que la estatal China State Grid, que controla casi toda la electricidad de ese país, compró Chilquinta en US$ 2.230 millones.

Tan solo en proyectos de construcción de infraestructura, no considerados como inversión extranjera, China invirtió en países de ingresos bajos y medios US$ 500 mil millones (sí, relea la cifra) entre 2005 y 2017.

Es muy importante entender que las relaciones laborales en China son diametralmente opuestas a las de todo Occidente. Rol cosmético de los sindicatos, 50 o 60 horas semanales, salarios bajos. Una suerte de disciplinado ejército laboral que no cuestiona en absoluto a sus autoridades.

Si no ha visto el documental American Factory en Netflix, trate de hacerlo. La introducción de estas prácticas en una antigua fábrica de General Motors en Detroit creó un shock cultural y laboral inmenso, con los importados trabajadores chinos viendo a sus pares americanos como flojos y holgazanes.

[cita tipo=»destaque»]Escribo mientras mi brazalete-reloj inteligente Huawei monitorea mi salud, me informa que dormí muy bien 7 horas con buena calidad de respiración, y que es hora de levantarme. Y aquí seguimos conversando de las peleas de la oposición con el Gobierno, como si no pasara nada. Mi consejo para los más jóvenes: comiencen a estudiar chino mandarín, su lenguaje oficial. La alegría ya viene.[/cita]

En educación, recientemente leí una prueba piloto que me puso los pelos de punta. A jóvenes escolares les ponen una especie de tiara electrónica en la frente, que es monitoreada por una cámara de TV en la sala de clases. Por medio de inteligencia artificial, se reporta el porcentaje del tiempo que el alumno se distrae o mira para el lado. Impactante.

No creo que llegue a generalizarse, pero el solo hecho de que lo estén probando refleja la cultura educativa y laboral de China.

A todo esto, la provincia de Shanghái ya obtuvo los mejores resultados educativos del mundo en la última prueba Pisa.

En realidad, hay una cultura política, laboral y educativa de elevados tintes autoritarios, que no es de izquierda o derecha. Es simplemente histórica… por milenios.

Si estudiantes chinos se estuvieran tomando liceos, o el Metro, terminarían en campos de reeducación en los Himalayas.

China está reconstruyendo su antiguo imperio, pero no a escala local sino global, y no por medios militares sino económicos, basados en una inconmensurable acumulación de capital, obtenido por la paga de muy bajos salarios en un país que representa casi un cuarto de la población del mundo.

Escribo mientras mi brazalete-reloj inteligente Huawei monitorea mi salud, me informa que dormí muy bien 7 horas con buena calidad de respiración, y que es hora de levantarme. Y aquí seguimos conversando de las peleas de la oposición con el Gobierno, como si no pasara nada. Mi consejo para los más jóvenes: comiencen a estudiar chino mandarín, su lenguaje oficial. La alegría ya viene.

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