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“Estos son mis principios, si no te gustan, tengo otros” Opinión

“Estos son mis principios, si no te gustan, tengo otros”

Fernando Véliz Montero
Por : Fernando Véliz Montero PhD Autor y coach ontológico
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Por desgracia, esta política del último tiempo se ha fundado desde la ambición y el ego de sus participantes, dos conceptos que jibarizan los procesos sociales y, con esto, se impacta directamente y en forma negativa en la vida de las personas.


Hoy los partidos políticos chilenos están en una crisis de sentido (del porqué y el para qué de lo que hacen). Una crisis que lleva décadas y que estoy convencido seguirá profundizándose si no se dan giros mayores; si no se logra acceder a preguntas verdaderamente significativas.  

Por lo mismo, estoy convencido de que, a futuro, tres distinciones marcarán la diferencia a la hora de hacer política y pensar un país distinto: la Axiología (sumar ética y valores conductuales al hacer de la política en todos sus dimensiones); la Gnoseología (integrar conocimiento y nuevos saberes a la administración del Estado y sus servicios); y la Ontología (conocernos como actores políticos, conocer nuestras creencias e identidad). Cuando estos tres conceptos dialoguen en forma consciente y honesta, los resultados serán otros. 

Por desgracia, esta política del último tiempo se ha fundado desde la ambición y el ego de sus participantes, dos conceptos que jibarizan los procesos sociales y, con esto, se impacta directamente y en forma negativa en la vida de las personas. Ya que, cuando ambiciono para mí, cuando el eje central de mis actos cruza solo con mi agenda personal, ahí, en ese instante, el futuro del territorio se transforma en nada, y todo resulta instrumental.

Y es así como los ciudadanos con el pasar del tiempo han ido comprendiendo que el poder político y sus “servidores públicos” tenían como norte el poder por el poder y, a la vez, generar beneficios directos para sus propios intereses. Se suma a esto que, en un momento determinado, la palabra meritocracia se borró del mapa. Los abusos y las regalías se multiplicaron para un reducido grupo de beneficiados –en forma transversal– y, como todo abuso acumulativo, el ciudadano de a pie al final del día se agotó y dejó de creer, ¡así de simple!  

Hacer política sin tener un sueño, sin representar un ideal, sin aspirar a un propósito mayor, sin visualizar un plan maestro que esté al servicio de otros, sin conectar con emociones… para eso es mejor dar un paso al costado. Ya que un político sin un sentido claro de su gestión es un referente inocuo, débil y difícil de seguir. Por lo mismo, lo que está en juego en este documento es el uso del poder y, por ende, su impacto en el actual sistema democrático. 

Preguntas para un posible candidato, a lo que sea: 

¿Cuál es el sueño político (propósito) que hoy lo mueve a buscar mayores cuotas de poder?, ¿por qué le interesa el poder?, ¿en qué se basan sus creencias frente al poder?, ¿cuáles son sus fragilidades (y miedos) personales ante el poder?, ¿cuáles son los límites que usted le pone al poder?, ¿qué nivel de coherencias y consistencia tiene su palabra frente al poder?, ¿qué haría usted para alcanzar mayores cuotas de poder?, ¿qué alianzas es capaz de emprender para así acrecentar su poder?, ¿qué está dispuesto a transar por poder?, ¿desde qué emocionalidad se conecta con el poder?, ¿el poder es para todos o para unos pocos?, ¿qué le pasa cuando no tiene poder?, ¿cuáles son los valores que movilizan su poder?, frente a la corrupción, ¿qué lo hace frágil para acceder a más poder?, ¿qué no haría por poder?, ¿se siente preparado para sumar mayores cuotas de poder?, entre otras preguntas.

Por último, años atrás, frente al tema del poder, Pepe Mujica (entonces presidente de Uruguay) fue claro al plantear que el poder no cambia a las personas, solo revela quiénes realmente son. 

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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