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Paseo Bulnes Opinión

Paseo Bulnes

Juan Guillermo Tejeda
Por : Juan Guillermo Tejeda Escritor, artista visual y Premio Nacional "Sello de excelencia en Diseño" (2013).
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No fue un paseo fulgurante ni de culminaciones gloriosas, pero por misteriosas razones huelo en esos barrios los orines de un pasado sin orines o quizá los había pero yo a los catorce años consideraba heroica y fascinante la ruta de las librerías de viejo de la calle San Diego o el plante racionalista de la avenida Bulnes, donde vivieron en un tiempo Mauricio Amster y algunos de mis compañeros de colegio.


Tuve ayer tiempo y ganas de caminar hasta el paseo Bulnes, ex avenida Bulnes en sus tiempos gloriosos, a mirar un poco las novedades del Fondo de Cultura Económica, librería de la editorial mexicana del mismo nombre que fue un buque insignia de la cultura ilustrada y podría decirse izquierdista de los años cincuenta o sesenta, y que ahora ha resurgido un poco en cuanto a que publican y traen más cosas que antes, a lo mejor AMLO les aumentó el presupuesto.
No fue un paseo fulgurante ni de culminaciones gloriosas, pero por misteriosas razones huelo en esos barrios los orines de un pasado sin orines o quizá los había pero yo a los catorce años consideraba heroica y fascinante la ruta de las librerías de viejo de la calle San Diego o el plante racionalista de la avenida Bulnes, donde vivieron en un tiempo Mauricio Amster y algunos de mis compañeros de colegio. Todavía quedan algunas tiendas de siempre, una donde venden espadas, las librerías han desaparecido casi todas tal como está desapareciendo el libro, y yo no lloro, es que el mundo cambia, y como vi que decía un señor francés de edad en un reel de esos que nos embuten en los celulares, los seres vivos se alimentan de la descomposición y muerte de otros seres, por ejemplo las flores son tan bonitas gracias a que las plantas absorben la energía y la materia de bacterias, gusanillos y otras plantas descompuestas, no es un pensamiento especialmente optimista pero quizás sí, en el sentido que la vida sigue más allá de los seres individuales que vamos quedando en el camino. Cosas mueren y cosas nacen.
En ese sentido tiene algo de lógica la mirada comunitarista, corporativa y orgánica que nace de ver a las sociedades como comunidades, a las comunidades como cuerpos, y a las personas o grupos como células u órganos de esos cuerpos, así los intelectuales serían el cerebro, los artistas el corazón, los trabajadores los brazos, los militares los testículos o quizá los músculos de la patria.
Hablábamos un poco de eso ayer mismo por la tarde con Rodrigo Vera Manríquez y Rene Bon, primero con unos cafés y luego ya con cervezas, comentando la importancia que tuvo Carlos Ibáñez en la via chilena al diseño, oh sí, es que Ibáñez, según una larga investigación que lleva años haciendo Rodrigo y que aparecerá pronto en forma de libro de Metales Pesados, él mandó normalizar los formularios de todas las reparticiones públicas del país, y dispuso de un diseño para las oficinas de juzgados, escuelas, ministerios, municipalidades de norte a sur a partir de piezas de mobiliario hechas en Chile, los muebles fiscales que se llaman, que los hacían en madera chilena, roble por ejemplo, o lingue, con una tintura de nogal normalizada, una botella de agua con el escudo de Chile para cada oficina de funcionario importante, y mucho de eso fabricado en el Servicio de Prisiones intentando que los reclusos pudiesen ahorrar con la paga que por ello recibían, aparte de ir aprendiendo un oficio.
No sé si me equivoque en algún detalle, Vera Manríquez me lo explicaba muy bien, y de ahí nace el diseño republicano o estatal del país, entiendo que su libro se llamará Estado y Diseño. Bueno, si yo fuese un académico especializado en teoría del diseño trataría de ser un poco como él, sus empeños me parecen orientados en una buena dirección, y la patria, estoy seguro, le agradecerá sus servicios.
De pasada me traje de la librería del FCE un libro del gran Hernán Valdés que se llama Zoom y trata de su formación literaria como discípulo de Teófilo Cid, y me acuerdo de Teófilo en mi casa invitado a almorzar por mi papá en la calle Valentín Letelier, era como un conde de ropas un poco raídas, él había grabado un disco formato 45 rpm declamando con voz cavernosa unos versos de Altazor de Vicente Huidobro, y en cuanto a Valdés, es el autor también de Tejas Verdes, su diario de detenido por la dictadura chilena donde el relato es descriptivo, intimista, y ahí aparece un oficial de ejército que se hacía llamar ‘el patá en la raja’, y se ufanaba de sus botas relucientes, brillantes ‘como cuero e pico’, el brillo lo conseguía pateando con energía el trasero de los detenidos. Oh, valientes soldados. Recuerdo otro libro de Hernán Valdés con recuerdos de sus amigos escritores y yo creo que se pasa un poco contando intimidades sentimentales o de borrachos o de penuria económica, Valdés se nos fue a Alemania y se quedó allá, lo conocí en Barcelona donde me lo presentó Nelson Leiva.
Bueno, me traje Zoom y he disfrutado ya de algunos párrafos o páginas saltadas. También compré ‘1947,’ biografía histórica de ese año, en el que por otra parte yo mismo nací, que según la autora del libro es cuando se armó, acabada la guerra con sus atrocidades, el futuro que estamos viviendo. Escritura apasionada de Elisabeth Asbrink. También me traje las memorias periodísticas supongo que pachangueras de mi amigo Mirko Macari, con el cual colaboré lateralmente en algunas de sus aventuras, y también un ladrillito que se ve apasionante sobre de qué modo el neoliberalismo sobrevive a todo y lo devora todo, yo es que a los neoliberales los admiro, es un sistema tan sencillo y que además se ufana de no existir, y a la vez tan eficiente, tan letal, tan envolvente e indiferente.
* Esta columna de opinión fue publicada originalmente en el Facebook de Juan Guillermo Tejeda. Leer AQUÍ  
  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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