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El caso Jordhy Thompson y la importancia de la perspectiva de género en las comunicaciones Opinión

El caso Jordhy Thompson y la importancia de la perspectiva de género en las comunicaciones

Pamela Cárcamo Ayancán
Por : Pamela Cárcamo Ayancán periodista diplomada en Comunicación con Perspectiva de Género
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Ya en abril de este año habíamos presenciado una deficiente comunicación de parte del club al que pertenece el jugador, Colo Colo.


La bullada detención, posterior formalización y prisión preventiva por femicidio frustrado de Jordhy Thompson ha dejado en evidencia la importancia de la manera en que se ejercen las vocerías en temas de violencia de género, porque se trata de un problema que afecta de manera transversal a nuestra sociedad y que encuentra en los medios de comunicación una de las principales vías por donde se perpetúan culturalmente estereotipos y sesgos negativos.

Ya en abril de este año habíamos presenciado una deficiente comunicación de parte del club al que pertenece el jugador, Colo Colo, con declaraciones lamentables del entrenador Gustavo Quinteros, quien tildó el episodio de violencia de este entonces como parte de “una relación enfermiza” y donde “hay culpabilidad de ambos”.

La opinión dada por Quinteros fue cuestionable porque develó la falta de conocimiento respecto a lo que implica el círculo de violencia para las víctimas, los tiempos que demoran en hacer las denuncias y lo difícil que es, por diversas razones, alejarse del agresor.

De acuerdo con los datos entregados por la última Encuesta de Violencia Intrafamiliar contra la Mujer (ENVIF), el 25% de las mujeres chilenas entre 18 y 64 años reporta haber sufrido de algún tipo de violencia intrafamiliar. Sin embargo, solo una de cada cinco realiza una denuncia ante la justicia. Si a esto sumamos que, en promedio, una víctima demora ocho años en entablar alguna acción judicial y que entre las principales razones se encuentran la desconfianza con el sistema y el temor a la condena social, la minimización de hechos de violencia a nivel público no contribuye a superar esta situación.

A esto se suman las declaraciones que hemos podido leer y escuchar en esta ocasión. Esta vez, el entrenador Quinteros afirmó en una rueda de prensa que espera que lo denunciado “no sea verdad”, repitiendo el lamentable patrón que se produce en los casos de violencia de género, que es el cuestionamiento a la palabra de las víctimas, poniendo en duda la veracidad de sus testimonios y provocando la revictimización de las afectadas.

El club deportivo, mediante un escueto comunicado, habla del apoyo a la “recuperación” del jugador, como si se tratara de una lesión y no de un delito grave. Si bien asegura que la institución “rechaza categóricamente todos los hechos de violencia contra la mujer”, esas líneas se quedan solo en palabras, pues las acciones de la institución (o falta de ellas), tanto a principios de este año como ahora, no dan cuenta de medidas concretas que sustenten esa declaración.

El presidente de la ANFP, Pablo Milad, declara la preocupación que le aqueja por el daño que se hace a la “imagen de todos los futbolistas” y por el futuro futbolístico de Thompson, argumentando que el talento deportivo debe estar acompañado de “buenas costumbres”, minimizando totalmente de lo que se trata esta situación: un caso de violencia reiterada contra la mujer y cada vez más grave; y lo que es peor, desviando el foco del tema, poniendo a los jugadores como los “perjudicados” o “víctimas” en este caso.

Milad además aclara que se trata de “temas personales”, destacando que los hechos “no ocurrieron dentro de la institución”, buscando liberar de cualquier obligación al club en este caso. Y por supuesto que hay una dimensión privada en que ocurre el hecho de violencia, pero no debemos olvidar que el jugador pertenece a una institución con una enorme visibilidad pública, con millones de seguidores y seguidoras que sienten al club como parte importante de sus vidas y a sus jugadores como ídolos y ejemplos a seguir. Año a año se venden miles de camisetas con los nombres de los jugadores que son usadas por niños, niñas y familias completas. ¿Puede el club desentenderse del rol social que cumplen? A mi entender, no hay posibilidad de aquello.

Parte de esa responsabilidad social, sobre todo de organizaciones que cuentan con un amplio respaldo público, es hacerse cargo de todo lo que se comunica y no contribuir a la revictimización de las afectadas.

Muchos de los sesgos o estereotipos de género son inconscientes y se forman a través de la educación, familia y medios de comunicación. Es a través de estos últimos donde podemos apreciar con mayor recurrencia la violencia simbólica, que solapadamente construye y perpetúa estos sesgos y donde por décadas se han naturalizado ciertos roles para hombres y mujeres, lo que finalmente va moldeando nuestra cultura.

Por esta razón resulta fundamental que las comunicaciones de las instituciones –públicas y privadas– incorporen la perspectiva de género, que les permita ser un aporte en este cambio de mirada y cumplir con los actuales estándares de respeto e inclusión que tanto se demandan a nivel mundial.

No se trata de una tarea simple, porque requiere de un entendimiento profundo del arraigo de una visión masculinizada que tiende a trivializar la violencia que sufren las mujeres y disidencias, pero afortunadamente hoy existen las herramientas y conocimientos que nos ayudan a avanzar hacia una comunicación inclusiva y que sea consecuente con los cambios que vive nuestra sociedad. Solo se requiere tomar conciencia de esta necesidad e incorporarla al quehacer comunicativo cotidiano.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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