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Migraciones y Milton Friedman Opinión

Migraciones y Milton Friedman

Juan Guillermo Tejeda
Por : Juan Guillermo Tejeda Escritor, artista visual y Premio Nacional "Sello de excelencia en Diseño" (2013).
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De ahí que cuando observo el fenómeno de las migraciones pienso siempre en Milton, tal como cuando voy a comprar aceite de oliva o fideos mi corazón está con él.


El estupendo Milton Friedman, que fue un economista de Chicago autor de la frase ‘freedom to chose’, o sea, libertad para elegir, y se refería al supermercado, o sea, que cuando vamos empujando nuestro carrito de compras podamos escoger entre diversas marcas y tipos de fideos o de aceite de oliva y no solo un tallarín estalinista o allendista, bueno ese Friedman era partidario de las migraciones irregulares, de que hubiera en el mercado laboral de cada país un amplio grupo de migrantes ojalá indocumentados y en muy malas condiciones, ya que esa gente constituye una mano de obra barata que no se siente con derecho a pedir contrato fijo o salud o fondos de pensiones, flotan a duras penas en un modo de existencia precaria, casi humana y, por tanto, dinamizan la economía o lo que se entiende hoy por economía. Friedman fue muy activo en la Sociedad Mont Pelerin, el gran think tank que orienta la economía y la política y la vida en todo el planeta, él vino a Chile a felicitar y estimular a Pinochet en 1975, y asesoró mucho a Reagan en sus políticas neoliberales.
De ahí que, cuando observo el fenómeno de las migraciones, pienso siempre en Milton, tal como cuando voy a comprar aceite de oliva o fideos mi corazón está con él. Entiendo que la mayoría de los productos del supermercado no son de empresas que compiten libremente, sino que lo que hay ahí es una competencia fake, los productores chicos y medianos no entran y de diez marcas ocho son de un mismo holding, o sea, al final el tallarín es solo uno y el mismo, solo que privatista y con marcas o envases diversos… sin embargo, al pasar los productos de mi carrito por el mesón de pago siento igual la brisa tibia del free market y mi cuerpo se inunda de esa sensualidad propia de la freedom to chose.
Los migrantes se pueden mirar como hacen los jesuitas, que con justa razón ven en cada extranjero que ha venido a vivir a Chile un caso humano, alguien que ha sufrido en su propio país tal nivel de maltrato o incomodidad que se ha visto forzado a migrar. Yo mismo fui migrante catorce años y sé lo que eso puede ser, es difícil transmitirlo y además a nadie le interesa mucho saber. Sin embargo, en este como en otros temas resulta pobre quedarse con una mirada parcial, el tema es más complejo y dinámico.
Una masa de uno o dos millones de desplazados de Venezuela o Cuba o Colombia o Perú traslada al país en el cual se instalan una serie infinita de desafíos y problemas, a veces insolubles… no es fácil adaptarse aunque se migre en familia, que ocurre mucho ahora, igual no hay redes sociales de apoyo y por sobrevivir y prosperar en el nuevo escenario hay quienes están dispuestos a lo que sea, cada migrante como cada no migrante necesita vivienda, salud, educación, empleo, esparcimiento, cada uno quiere ser astuto y triunfar a su manera… El mercado disfruta de esta mano de obra superbarata… las pymes se llenan de nuevos emprendimientos y se sabe que, de cada diez pymes, nueve mueren antes de un año porque se trata de negocios que no funcionan o simplemente no son necesarios… la delincuencia y los homeless se robustecen y amplias zonas del espacio público se degradan… pero Milton Friedman y sus fans están contentos.
Quizás el estímulo hipócrita o clandestino a las migraciones por parte de los megapoderosos contiene otras consideraciones más a largo plazo, por ejemplo, que los nacionalismos, el sentido de pertenencia, las identidades locales, el patrimonio, la familia… son sentimientos que hacen más segura la vida, que ordenan a las personas, pero que obstaculizan el neoliberalismo extremo, lo que cuenta en la vida hipercomercializada que vivimos es que cada uno como cliente y como emprendedor suba al sistema su número de teléfono, su clave de internet, los datos de su tarjeta de crédito o débito, y a comerciar y competir se ha dicho, que la vida es breve.
Fruslerías tales como la lengua materna, la tierra en que se ha nacido, el credo religioso, las convicciones éticas, el barrio con sus personajes entrañables, la familia, la bandera, la etnia… son eso, fruslerías, y lo mejor, pensando en la futura sociedad globalizada planetaria que viene, es que la gente se mezcle, que seamos en la Tierra una sola muchedumbre indiferenciada, un solo rebaño bajo el gobierno de bots, satélites, hubs, data, drones, misiles y control mediático, todo encabezado por un grupillo de economistas iluminados y multibillionaires que pa’ eso pagan y les chorrea, oh maravilla.
Bueno, soy un modesto pensionado, no me han invitado nunca a las reuniones de la Sociedad Mont Pelerin, en cambio sí a Pepe Piñera, y aunque dan unos canapés muy buenos no sé si iría a una cosa así, ahora me gusta mucho menos que antes viajar, me divierte más sapear por la ventana o caminar por el barrio que someterme a las disciplinas de los aeropuertos y cabinas de avión con esos asientos tan estrechos.
* Esta opinión fue publicada originalmente en el Facebook de Juan Guillermo Tejeda. Vea AQUÍ
  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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