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Una mala práctica Opinión

Una mala práctica

Glayson dos Santos
Por : Glayson dos Santos Representante Adjunto de UNICEF
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Los datos de las diferentes encuestas son alarmantes y deberían movilizarnos a promover y practicar el buen trato al interior de las familias y en todos los espacios donde los niños, niñas y adolescentes están.


Chile muestra, hace más de una década, altos niveles de violencia hacia niños, niñas y adolescentes en diferentes ámbitos. Así lo evidencian las distintas encuestas que se han realizado por diferentes organismos e instituciones. En el contexto intrafamiliar, lamentablemente padres, madres y cuidadores siguen pensando, y utilizando, algún método de disciplina violenta en la crianza de sus hijos e hijas. Una mala práctica que se replica en muchos hogares del país, de manera transversal.

Los resultados de la 2° Encuesta Nacional de Polivictimización (aplicada a estudiantes de entre 12 y 17 años) no hacen más que confirmar esta realidad. Según esta información, en los últimos seis años, desde que se aplicó la primera versión de la encuesta, la violencia por parte de los cuidadores principales aumentó de un 35%, en 2017; a un 39%, en 2022. La encuesta ELPI de 2017 señala que el 62,5% de los padres, madres o cuidadores reconoció utilizar un método violento en la crianza. En tanto, el estudio de Conocimientos, Actitudes y Prácticas de Unicef (2021) muestra que un 47% de los padres, madres o cuidadores consideran, al menos, una práctica violenta como método efectivo de crianza. Estas cifras consideran violencia física y sicológica.

Si nos detenemos en la violencia sicológica, la 2° Encuesta Nacional de Polivictimización muestra un mayor incremento, pasando de un 28% en 2017, a un 35% en 2023. La encuesta ELPI arroja que el 56,9% de los niños y niñas, entre los 5 y 12 años, es víctima de agresiones sicológicas por parte de cuidadores principales. En tanto, la encuesta CAP de Unicef señala que un 33% de los padres, madres y cuidadores no considera la violencia sicológica como una forma de violencia y, por lo tanto, no ven problema en utilizarla.

La violencia sicológica se expresa en insultos, gritos, descalificaciones e ironías; y genera graves y prolongados efectos en quienes la reciben, como baja autoestima, estrés, ansiedad, dificultades para dormir y concentrarse en clases. Esta forma de maltrato también tiene una negativa incidencia en el proceso de desarrollo de niños, niñas y adolescentes, quienes aprenden a resolver conflictos de la misma manera.

Los datos de las diferentes encuestas son alarmantes y deberían movilizarnos a promover y practicar el buen trato al interior de las familias y en todos los espacios donde los niños, niñas y adolescentes están. Enseñar con el ejemplo es la experiencia más potente de aprendizaje para ellos y ellas.

Chile ha avanzado en el sentido correcto en las últimas dos décadas en muchos aspectos. Existe legislación que mejora los mecanismos de denuncia, las sanciones a los responsables, y la tipología de los delitos, entre otros. A pesar de que aún está pendiente contar con normativas que prohíban el castigo corporal y sancionen todo tipo de violencia hacia niños, niñas y adolescentes.

Adicionalmente, sigue pendiente abordar la prevención de la violencia. Es importante llegar antes y evitar que las conductas violentas ocurran. Reparar y sancionar sigue siendo más costoso para la víctima, la comunidad y la sociedad. Se requieren políticas públicas que entreguen apoyo a las familias para que puedan cumplir con su rol protector. Ello implica facilitar el apoyo de redes familiares, comunitarias y/o de profesionales a padres y madres y otros adultos, en la crianza.

La Convención sobre los Derechos del Niño da un lugar central a los adultos, especialmente a los padres y madres, en la vida de niños y niñas, como guías de su proceso de desarrollo. Los niños, niñas y adolescentes deben encontrar en ellos y ellas el cariño y la protección que necesitan para crecer y desplegar sus capacidades al máximo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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