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Chilenos asilvestrados


Señor Director:

        Por lo que podemos apreciar en el ambiente, y más aún en el “medio ambiente”, estamos comportandonos como seres feroces, despiadados y violentos, rudos, bravíos e indómitos.
    Es cierto, lo vemos, lo escuchamos y sufrimos cotidianamente, y para ponernos a tono con el tema de moda, la verdad es que nos “asilvestramos”.
Porque nos acercamos al peligro de extinguir y hasta de extinguirnos como especies locales, dañando ecosistemas y la propia naturaleza. Y de esto hay preocupación en gran parte de las comunidades, delincuencia incluida obviamente, pero ese es asunto aparte, no de este comentario perruno.
      La pérdida de la “fauna” nativa, entendida como conjunto de animales de un determinado período o más claramente, para lo que nos preocupa, conjunto de personas (fauna) por ejemplo: “menuda fauna vive en aquella casa”, esta especial fauna reclama acuerdos coherentes con nuestra cultura, vale decir con fundamento ético obligado y actualizado más que nada por la urgencia de atender la pérdida de esta “fauna” nativa y la protección de nuestro patrimonio “social-natural” único.
Puede molestar a algunos compararnos con perros asilvestrados como especie exótica invasora. Pero ya que cierta irreverencia y sorpresa hace falta entre tanta discusión “culta” y no asilvestrada, me atrevo a imaginar este lejano país del fin del mundo, con la totalidad de su larga y angosta faja de tierra, atestada de riñas y polémicas surtidas, donde abundan los ladridos de unos a otros, muchas veces con rabiosos y peligrosos mordiscos, invadiendo dominios ajenos, transformándonos en verdaderas especies exóticas invasoras.
Según se sabe, es el abandono de estos animales, sea en la ciudad o en zonas rurales, lo que ocasiona el asilvestramiento, con toda la problemática y daño que ocasiona. Y si nos preguntamos, dispuestos a aceptar la realidad, ¿no estaremos precisamente nosotros, abandonandonos a nuestra suerte, sin preocuparnos debidamente por lo que ocurre a los demás?  Una muy “desafortunada” consigna, repetida hasta el agotamiento, es algo muy ilustrativo y categórico al respecto:  ¡”Con mi plata no”!… no es solo la avaricia impulsada y estimulada engañosamente por el poder del dinero, es la obsesión de mantener y no compartir nada de lo que “me pertenece”, provocada e incentivada por una errónea y falsa interpretación de lo propuesto, pues eso (la solidaridad finalmente) me perjudica, por lo que prefiero y acepto, sin atisbo de vergüenza ni señal de culpabilidad, pasar por miserable” y asilvestrado.

     Y, así entonces, ¿cómo controlar la avaricia?  No podrías controlarla si antes no la combates, y esto solo puede hacerse mediante una reflexión interna en la que busques y encuentres tu empatía, en la que aparezca tu generosidad, que disfrutes tu sociabilidad, que apliques y adaptes tu equilibrio, tu ética, tu sentido común y racionalidad. Solo así nos apartaremos de la selva en que hemos convertido nuestro paisaje otrora hermoso y amigable con lo silvestre, con ese espacio en el que se desarrolla la vida de los distintos organismos, favoreciendo su interacción. Pues si no comprendes que ayudar a los más necesitados significa vivir en un mundo mejor, interactuando con los demás, deberías entonces, considerar y preocuparte seriamente por la calidad de asilvestrados que afecta también a los humanos.
 Aníbal Wilson Pizarro
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