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Fin al impuesto pinochetista del libro Opinión

Fin al impuesto pinochetista del libro


Privar del acceso a la reflexión al pueblo y convertirla en un lujo, fue una de las misiones que persiguió la instauración del macabro impuesto en las décadas oscuras de Chile. ¿Cómo comprender que un  país como Chile tenga el impuesto al libro más alto en Iberoamérica?, considerando que en muchos países este impuesto inclusive no existe. España, 4%, Portugal 5%, lo más cercano es El Salvador con un 13%, pero lejos aún del 19% que se impuso. 

La herencia macabra viene de una época aberrante como fue la dictatorial. Sólo de forma violenta sin debate se pudo establecer en 1976. Triste e impresentable herencia que aún perdura.  Canadá, por poner un ejemplo, según distintas mediciones, es el país que en promedio sus habitantes más leen (13 libros) por año y no pocos investigadores ven una correlación directa con el crecimiento de su PIB per cápita que ha experimentado en los últimos años.

No se trata para nada sólo de economía. Una lectura, un libro, es la posibilidad de conocer y vivir un mundo nuevo. Mientras más privamos esa verdadera experiencia, mas coartamos la imaginación, la creatividad, y de todas formas, más escondemos y reservamos el conocimiento. El impuesto juega un flaco favor a la hora de incentivar familiarmente la lectura en el mundo de hoy ¡Familias enteras no toman un solo libro al año! Cosa bastante terrible. Ciertamente hay un trabajo cultural profundo de abordar, sin embargo, el considerar los libros como un lujo es un daño irreversible a la contribución de una sociedad más equitativa y justa. 

No puede ser que la alternativa de muchos y muchas que gusten de la lectura y aprecien lo que conlleva, sean las fotocopias o las copias baratas. No podemos condenar a las personas que su encuentro con la lectura sea el vivir una paupérrima experiencia que puede significar el que falten páginas, el que se deshoje o el que sea ininteligible. Para qué decir de los libros para los más pequeños y pequeñas, donde las animaciones, los colores, la calidad de la tinta, etc., juega un rol clave con despertar el interés y gusto por leer desde pequeños. 

Actualmente todos de forma súbita se vieron enterados que existe un alarmante rezago lector en la población estudiantil. Cosa bastante extraña cuando claramente es un problema que se arrastra por décadas. Ciertamente el impuesto no tiene toda la culpa, la competencia en la actualidad con las mil y una distracciones en su mayoría banales que existen no dan tregua, qué duda cabe. Sin embargo, el estar conscientes del impacto que tiene desde los más pequeños el contacto con la lectura y con un buen libro se sabe que será decisivo para el resto de su vida probablemente. El Mineduc plantea iniciar un diagnóstico este año que seguramente confirmará el panorama negro, pero de todas formas se pueden hacer muchas otras iniciativas ¿El país dejará de recaudar algo que nos dejará en banca rota o en desequilibrio macroeconómico? La respuesta es claramente no. 

Se dan mil vueltas por incorporar impuestos de verdad recaudadores de riqueza, como el de la minería privada, o al patrimonio de las grandes riquezas que en Chile, donde el 1% se lleva el 27% de todo lo que se produce, realmente insólito, como el reciente rechazo a la reforma tributaria a manos de un par de “honorables” con delirios mesiánicos y con agenda propia. Un espectáculo horroroso. El libro, o la lectura tampoco es un cigarrillo, ni menos alcohol que hay que privar y limitar su consumo, todo lo contrario. Tampoco es combustible para merecer castigo. 

Si de verdad se quiere y se espera una sociedad justa que mire el desarrollo, comencemos por lo básico y terminemos con algo tan aberrante y retrogrado y contrasentido como este impuesto manchado por la antítesis de aquella sociedad que allanaba las casas en busca de libros y los juntaba en una plaza y los quemaba a la vista de todo el mundo. Ya es tiempo de reparar y superar esa vergüenza histórica y mundial. 

El Presidente del país se demuestra como alguien lector, bueno, la noticia es que de él puede venir la iniciativa sobre este tema. Aún se está a pleno tiempo de actuar. Por todas las niñas y niños ¡Que así sea!

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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